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Triunfador. El diestro sanluqueño da la vuelta al ruedo con los máximos trofeos. :: SALAS
El último rabo de la feria
Feria

El último rabo de la feria

Se cumplen 25 años desde que Paco Ojeda cortó los máximos trofeos en una faena en el ciclo agosteño. En junio de 1986, Espartaco cortaría otro en la corrida de la Cruz Roja

ANTONIO M. ROMERO

Viernes, 13 de agosto 2010, 03:27

La historia de una plaza de toros se escribe a base de acontecimientos -unos tristes y otros alegres- que permanecen en el recuerdo de los aficionados. En el caso de Málaga, una de esas fechas inolvidable es la tarde del 10 de agosto de 1985. Ese día, en la penúltima corrida del abono de ese año y en un mano a mano entre Curro Romero y Paco Ojeda, el diestro sanluqueño, tras una vibrante faena, cortó un rabo. Siendo éste el último que se consiguió en la feria.

«Me acuerdo mucho de esa corrida. El que vivió y vio aquella corrida va a tardar muchísimo tiempo en olvidarla porque es una de esas tardes que quedan para siempre en el recuerdo», dice Paco Ojeda en conversación telefónica con SUR.

Al evocar ese momento, el diestro gaditano -una de las grandes figuras de los años ochenta- se refiere a las exigencias presidenciales que en ese momento había en La Malagueta. «En esos la presidencia había tomado una actitud durísima con los toreros a la hora de entregar trofeos y era muy duro hasta dar una vuelta al ruedo. ¡Era más complicado triunfar en Málaga que en Madrid!», asegura el diestro.

Ese día el palco estaba ocupado por el comisario de la Policía Nacional Francisco López, que tuvo que concederle los máximos trofeos tras la faena. «La lidia en los primeros tercios fue muy desordenada porque el toro era el dueño y señor del ruedo. Era un toro importante, agresivo, desafiante, fiero... Muy adaptado a mi concepto del toreo, y así lo entendí. A la hora de la faena yo era consciente de que había que lanzar la moneda al aire y que podía salir cara o cruz. Afortunadamente salió cara y para mí es una de las faenas de mi trayectoria que recuerdo con más cariño», relata.

Así lo vio el crítico de SUR, Pacurrón, en la crónica del diario: «(...) Un Paco Ojeda inteligente se percató en seguida de su bondad y ya en sus primeros muletazos logró conmover al público. La faena fue a más, en un alarde de buena clase, de dominio de la situación, de temple, de toreo estático y a la vez profundo, porque resulta increíble que toreando a la distancia en que lo hizo Ojeda pueda templarse tanto. Una y otra vez se pasó al toro alrededor de su cintura, sin enmendar la posición, ligando diez o doce pases seguidos entre el clamor general y una nube de sombreros. Fue una faena perfecta, interpretada con esa personalidad arrolladora del sanluqueño. A la hora de matar, la espada cayó algo baja, pero ello no fue óbice para que el público exteriorizara su entusiasmo en forma clamorosa y que la presidencia se viera obligada a atender la multitudinaria demanda de orejas y rabo».

A esos trofeos, Ojeda sumó dos orejas del último de la tarde y una vuelta al ruedo en su primero. Por su parte, Curro Romero, que no estuvo afortunado e incluso fue volteado por uno de sus toros, escuchó pitos, ovación y pitos. Además. Su picador Pepillo de Málaga fue derribado de su caballo y éste resultó herido, mientras que el banderillero Andrés Luque Gago también fue herido.

Paco Ojeda concluye que siempre se sintió «muy identificado» con el público malagueño y su plaza. «Había momentos en que estaba continuamente pensando en las fechas para torear en Málaga», apostilla un diestro que está en la historia taurina de la capital. Poco después, el 27 de junio de 1986 y en una corrida a beneficio de la Cruz Roja, fuera de feria, Espartaco logró otro rabo, el último de los cortados en La Malagueta.

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