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Inolvidable. El oso Yogui y Bubu siguen haciendo las delicias de los niños. :: SUR
Dibujos animados: inocencia y transgresión
TERRITORIOS

Dibujos animados: inocencia y transgresión

El centenario de William Hanna devuelve a la memoria la mítica factoría de ilusiones infantiles

MIGUEL ÁNGEL OESTE

Sábado, 10 de julio 2010, 04:04

Tal vez no se recuerde como es debido a William Hanna, uno de los artífices, junto a Joseph Barbera, que mejores momentos ha proporcionado a niños y niñas de todo el planeta. Ambos crearon un buen número de dibujos animados que se han convertido en verdaderos iconos populares, como 'Los Picapiedra' o 'El Oso Yogui', al margen de la pericia técnica si se les compara con los actuales. Unos personajes que conformaron (y lo seguirán haciendo) el territorio de la infancia de millones de generaciones. La infancia como zona permeable e influenciable en la que esos entrañables seres de colores transgreden la supuesta inocencia infantil. Lo que ha llevado a numerosos psicólogos a afirmar que dibujos como 'Tom y Jerry' -o más recientemente animes como 'Dragon Ball'- pueden ocasionar conductas agresivas, porque los pequeños tienen dificultad para distinguir realidad y fantasía. Habrá que estudiar a las generaciones que han crecido al amparo de la crueldad de los programas rosas, mientras los dibujos animados quedan desterrados de las parrillas vespertinas. Pero ésa es otra historia. Otra distinta y menos interesante que la de William Hanna y las animaciones que ideó junto a Joseph Barbera.

Un dibujo, un éxito

Nacido en Nuevo México el 14 de julio de 1911, Bill Hanna estudió ingeniería, sin embargo, su afición y talento natural para las artes gráficas lo llevaron en 1931 a los estudios de animación de Harman & Ising. Luego colaboró en los entintados de los Looney Tunes y las Merrie Melodies de la Warner Bros, hasta que pasó a la MGM en 1937, donde conoció a Barbera, y la vida de ambos cambió para siempre. Los dos formaron una pareja única durante 17 años (Bill escribía, Joseph dibujaba), imaginando animaciones inolvidables como ese gato que recibía golpes a mansalva del travieso ratón -'Tom y Jerry'-, por los que fueron once veces nominados al Oscar de animación, ganándolo en siete ocasiones. A pesar del éxito, a finales de los cincuenta el sistema de estudios de Hollywood estaba en crisis por el advenimiento de la televisión y la MGM cerró su división de animación. Así, en 1957, Hanna y Barbera decidieron fundar su propio estudio dedicado a la producción de cortos animados dirigidos a la pequeña pantalla, pues hasta entonces se solían proyectar en los cines. Los tiempos que imponía la televisión eran más rápidos, lo que implicaba necesariamente abaratar costos, por lo que estos magos de la animación redujeron los movimientos corporales de sus personajes y simplificaron los fondos, sin perder por ello un ápice de ingenio. Si para los cortometrajes de la MGM contaban con un presupuesto de 50.000 dólares y numeroso personal, para los propios invertían una media de 2.800. Su primer cartoon fue 'Ruff y Reddy', las aventuras de un perro bobo y un gato listo que pronto se ganaron al público. Al año siguiente lograban el primero de muchos éxitos con 'Huckleberry Hound', el simpático perro azul con el que obtuvieron un Premio Emmy. Desde el 'Huckleberry Hound Show' (1958-1962) Hanna y Barbera crearon nuevos personajes, aunque su mayor alcance lo consiguieron con Pedro, Wilma, Pedro y Betty Mármol, es decir, con 'Los Picapiedra', que se convirtió en la primera 'sitcom' de media hora en 1960; hecho asombroso en aquella época para unos dibujos animados.

Factoría mítica

El inminente centenario del nacimiento de Bill Hanna es la excusa perfecta para recordar el sello de Hanna y Barbera. Un sello que dejó un buen número de personajes que forman parte de la Historia de los dibujos animados. Creaciones que aún hoy siguen divirtiendo como:

Pixie y Dixie (1958). Variante más amable de 'Tom y Jerry', que completaba el Show de Huckleberry Hound. El eterno argumento del gato Jinks -con doblaje andaluz- persiguiendo a los dos ratones del título, uno con pajarita (Pixie), otro con chaleco (Dixie), que volvían loco al ya loco de Jinks.

Los Picapiedra (1960). Basada en la serie de Jackie Gleason, 'The Honeymooners', se emitía en prime time y cosechó un éxito rotundo, dando pie a otras familias famosas como 'Los supersónicos'. El capítulo en el que nacía Pebbles, la hija de Pedro y Wilma, batió record de audiencia.

Don Gato (1961). Las peripecias de Don Gato y su pandilla compuesta por Benito, Cucho, Demóstenes, Panza, etc., y la obsesión del oficial Matute por acabar con el felino fueron otro éxito emitido en horario de máxima audiencia.

El Oso Yogui (1961). Si uno va de visita al parque de Jellystone (a semejanza del de Yellowstone) uno debe tener cuidado con su comida, porque Yogui y su inseparable Bubu están al acecho de las cestas de los visitantes.

Otros tres personajes inolvidables que aparecían completando un programa de media hora fueron: El Lagarto Juancho; Leoncio el León y Tristón; y la Tortuga D'Artagnan (1962-63). Eran dibujos simples, donde los protagonistas se complicaban la vida, cada uno a su manera: Juancho en el zoo donde habita, la Tortuga D'Artagnan acompañado de su amigo, el perro Dum Dum, en busca de aventuras absurdas y los dibujos de 'autoayuda' con el optimista Leoncio y la pesimista hiena llamada Tristón.

Maguila Gorila (1964). La vida de un orangután que vive en el escaparate del señor Peebles, eternamente en saldo, que no quiere cambiar su placentera vida y que cada vez que lo compra alguien lo devuelve para desesperación del bueno de Peebles.

La Hormiga Atómica (1965). El célebre insecto con su casco de antenitas era capaz de parar una bala, destrozar un tanque y mucho más en su cruzada contra el crimen al grito de «¡Contra el mal, la Hormiga Atómica!».

Los Autos Locos (1968). Una de las más inusuales para la época. La loca carrera de un grupo de coches con personajes de lo más pintoresco como Pierre Nodoyuna.

Y también Scooby Doo, Pepepótamo, Jonny Quest, Tiro Loco McGraw, entre otros, que constituyen ese hogar de figuras más allá de sus creadores. Porque si el cuerpo de Bill Hanna desapareció el 22 marzo de 2001, su espíritu en forma de dibujos animados es más que un recuerdo, es una realidad fuera del tiempo.

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