Comodín

Hay dos palabras en el idioma en el que escribo que sirven de comodines para casi todo. De hecho, con esos dos vocablos, unos pocos verbos y algún que otro aspaviento, uno puede llegar a expresar cualquier idea en cualquier foro. Funcionan como dos herramientas multiuso al alcance de todos los oídos; me refiero a 'ostia' y 'cosa'. Dentro de cada una de ellas, todos hemos depositado infinidad de contenidos que, bien por vagancia o por ignorancia, no sabíamos definir con ninguna otra de las palabras que se amontonan en los diccionarios. Pues bien, estos días de fútbol y moscas, ha aparecido una nueva aspirante para los amantes del léxico escaso: 'vuvucela'. Fíjense las posibilidades que se nos abren con estas cuatro sílabas que parecen estar ordenadas por un alquimista de la gramática. 'Vuvucela' suena a todo un poco. Parece que estamos hablando de una región de Castilla: 'El mejor clarete, el de vuvucela'. Suena también a enfermedad de la piel: 'No, no es un herpes, es una vuvucela infectada'. Si la escucháramos en la boca de un mecánico, nos echaríamos a temblar: 'Le he cambiado la trócola y, ya de paso, le he limpiado la vuvucela, que estaba a punto de darnos un disgusto'. Con alas de colores y un aguijón, podríamos estar hablando de una especie de libélula de los pantanos de Florida. Y con encajes y de seda, podría estar entre la falda y los muslos de una señora recatada. En el festival de música antigua de vaya usted a saber dónde, no sería extraño ver el siguiente cartel: 'Concierto para laúd y vuvucela en mi menor de Vivaldi'. A mí me dicen, en un chiringuito de las rías bajas gallegas, que me voy a comer un arroz con vuvucelas y a la cabeza me vienen unas almejas como puños. Si el decorador me da a elegir entre cenefa y vuvucela, le digo que lo que prefiera él. No me digan que no tendría un hueco en la estantería de una ferretería, entre las alcayatas y los pernios. Si es que esta cosa es la ostia. Pasen un buen día.