¿Moda o estrategia?

La secretaria general del Partido Popular eligió el domingo un modelo lo suficientemente ambiguo como para plegar velas si arreciaba la tormenta. Lo mismo pasa por una versión customizada de la kufiya palestina que por el tradicional pañuelo de hierbas que se anudan miles de españoles en sus fiestas patronales, incluidas las de muchos pueblos manchegos, su tierra. Las críticas, sea lo primero o lo segundo, han llovido de todas partes. El domingo, la también presidenta del partido en Castilla-La Mancha decoró su cuello con esta prenda en la clausura de una reunión de alcaldes en Guadalajara. Y combinó su atuendo con este titular: «Somos el partido de los trabajadores».

Icono de los partidos de izquierda, asociado siempre a un apoyo explícito al pueblo palestino, la kufiya, también denominada kufiye, kafiya o hatta, saltó a las pasarelas con la aguja de Nicolas Ghèsquiere, director creativo de la maison Balenciaga desde hace diez años. La reinterpretó con detalles de monedas vintage y flecos y la convirtió en el 'must' definitivo de hace dos inviernos. Primero se atrevieron actores como Colin Farrel, Cameron Diaz o Kirsten Dunst. Luego llegó la versión multicolor de tres euros para adolescentes de medio planeta, que han terminado vistiendo sus madres, con ganas de darle un aire más progre y 'radical-chic' a su 'look' cuarentón. En el gigante Inditex y sus variables -Zara, Pull and Bear, Massimo Dutti y Bershka- los han vendido a miles, «aunque ya está un poco pasado. No tenemos ya ninguno en tienda», confirmó ayer un portavoz del primer grupo textil del país.

Esté o no demodé, Cospedal se lo plantó el domingo para cerrar una semana con numerosos guiños a posibles votantes escorados a la izquierda, pero asustados por las reformas laborales y ajustes económicos que el Gobierno de Zapatero va dosificando con cuenta gotas. «Si no hay sindicatos que sepan defender el derecho de los trabajadores, que éstos estén tranquilos, que aquí está el PP para defenderles», lanzó su secretaria general -esta vez sin pañuelo de ningún tipo- en la clausura de la Escuela de Verano del PP en Coma-Ruga (Tarragona).

«Nada es al azar»

Los gestos no acaban ahí. El jueves, Rajoy desayunaba con gentes del teatro como el productor Luis Álvarez, los directores de escena Tamzin Townsend y Juan Carlos Pérez de la Fuente; las actrices Magüi Mira, Blanca Marsillach, Arantxa del Sol y Juncal Rivero; el dramaturgo Eduardo Galán y el realizador y guionista Antonio del Real. Un intento más de destruir otro tópico: el de que el mundo de la cultura está más cómodo con la izquierda.

El pañuelo de Cospedal encaja bien en este guión de pescar votos en aguas de ZP; incluso en la sede de Génova admiten que «nada es al azar». Si bien algunos de sus colaboradores le restan importancia. «Es una prenda más», coincide un cargo cercano a la secretaria general con algunos modistas del país. «Se le da importancia a algo que no la tiene. Lo importante son los hechos, no lo que se pongan los políticos en un momento determinado. Aunque no por ello deja de ser chocante que su equipo no haya tenido más cuidado, si es que ha sido una elección espontánea», opina Miguel Palacio, uno de los diseñadores nacionales que más fuerte pisa en las pasarelas españolas y extranjeras.

La historia de este pañuelo en nuestro país la empezó a escribir Yaser Arafat en 1979 cuando visitó España y se abrazó con Adolfo Suárez tocado con su inconfundible kufiya blanca y negra. Los que simpatizaron con el pueblo palestino adoptaron esta prenda, que terminó convirtiéndose en símbolo de liberación, revolución y lucha. El reciente abordaje de Israel a la flotilla con ayuda humanitaria que navegaba a Gaza, con el saldo de nueve activistas turcos muertos, ha vuelto a evidenciar que la opinión pública española es una de las más hostiles contra el gobierno de Simon Peres y a sacar los pañuelos a la calle. Los auténticos y los tuneados por la moda y las circunstancias.