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Tres, sólo tres malagueñas han formado parte de los grandes hitos de la selección española de baloncesto este 2023. Tres nombres de la provincia que se han subido a un podio internacional, refrendando su gran potencial. Y quizá de estas, ella sea la más desconocida para el gran público. Nunca fue convocada por las selecciones malagueñas ni andaluzas en categorías inferiores, algo habitual entre los grandes talentos de la cantera provincial. Fue directamente el combinado español el que tocó a su puerta, al límite de la mayoría de edad.
Hablamos de Daniela Abies Ikponmwosa Bozano, más conocida como Daniela Abies (opta por su segundo nombre por la dificultad de la gente para mencionar su primer apellido), una joven de familia humilde que heredó la pasión baloncestística de su padre y que ha logrado consagrarse en la élite, formando parte del combinado nacional que este verano se proclamó subcampeón del Mundial sub-19. Daniela, de padre nigeriano y madre malagueña, se crió en la barriada de Capuchinos. Es la mayor de cuatro hermanos y todos ellos comparten el gen deportivo de su padre, que ha jugado a baloncesto toda su vida, aunque no a nivel profesional.
Eso sí, ella es la que ha llegado más lejos. Comenzó a formarse en el mundo de la canasta en el equipo de su colegio, el Adesa, de Salesianos, mientras compaginaba este deporte con su formación en ballet y flamenco en el Ateneo. Allí permaneció hasta los 12 años, cuando decidió cambiar a Miramar, que más tarde se fusionó con el Alhaurín de la Torre. Este fue el conjunto con el que la jovencísima Daniela dio el salto a su primera liga sénior, y es que, aunque aún era cadete, ya formaba filas con las mayores, de Primera Nacional. En aquellos tiempos, el Unicaja ya la tenía en su punto de mira, pero tuvo que insistir una segunda vez para que la ala-pívot diera el sí.
Quizá el sí más importante de su precoz carrera. «Nunca he ido con la selección malagueña ni andaluza porque el hecho de que he pasado toda mi vida en Adesa creo que ha influenciado, no teníamos la visibilidad de otros clubes», relata la interior. Y sigue: «Después del Covid me fui al Unicaja y estuve muy contenta, tuve la oportunidad de debutar en Liga Femenina 2 y con grandes jugadoras». Y no sólo eso, como bien relata, la entidad malagueña le dio visibilidad. «Fue entrar en el Unicaja y que me empezara a llamar la Selección».
Su vida cambió en un año, cuando, impulsado por su salto de calidad en Unicaja, el mundo empezó a conocer su espectacular físico, su 1,83 de estatura y su polivalencia tanto en el tiro como en el rebote. En 2021 recibió la primera llamada de la selección española, para una concentración con la sub-17, y ya en 2022 firmó su primer gran año como internacional, que cerró con la plata del Europeo sub-18. Eso sí, nada comparado a lo conseguido este 2023, a sus 18 años (cumplió 19 en noviembre). Y es que, junto a su excompañera del Unicaja, Elena Moreno, se proclamó subcampeona del Mundial sub-19 el pasado mes de julio.
«Fue una experiencia inolvidable. Estaba súper nerviosa, porque sentía que al tener tanto nivel en el equipo, tenía que trabajar el doble para demostrar que tenía que estar ahí. En el Europeo no acabé satisfecha así que este año quería mejorar, conté con más minutos y creo que demostré que yo también valgo», relata. Contribuyó en los 7 partidos disputados, con una media de 4,1 puntos y 3,3 rebotes, firmando sus mejores actuaciones ante Argentina (8 puntos) y China (6 puntos y 5 rebotes).
Eso sí, nada comparable a los números que está consiguiendo en apenas dos meses, en el inicio de su segunda temporada en la NCAA. Sí, ella es otro de los diamantes de la provincia que apostó por cruzar el charco… El año pasado. Era uno de los sueños de su infancia, y gracias a su talento, lo consiguió. Reconoce que es uno de los grandes logros de su vida, porque de ningún modo hubiera podido financiar los 25.000-30.000 euros anuales de costo en una de estas universidades. En su caso, compite en Wichita State, en la American Athletics Conference de la NCAA, mientras estudia Markteting y Sports Management.
Se levanta entre las 7.00-7.30 para estar a las 8.00 horas en el gimnasio, antes de ir a clase. Después almuerza y acude al entrenamiento, que suele incluir sesiones de vídeo previas. Cuando regresa a su piso, enfrente del campus, sencillamente cena o dedica un tiempo a la cocina, uno de sus 'hobbies'. En su mente sólo existe la palabra 'trabajo' y esa actitud es la que la está llevando al éxito. En los 12 partidos que lleva disputados esta temporada, ya ha mejorado con creces sus números del año pasado, pasando de promediar 2,8 puntos, 3,3 rebotes y apenas 10 minutos en cancha a fulminar esas cifras: 12,25 puntos, 6,8 rebotes y casi 27 minutos.
«La WNBA es el sueño de mi vida, pero es algo muy complicado. Me gustaría volver a España y competir en un buen equipo de Primera División, donde pueda jugar minutos, o incluso probar en otras ligas europeas», reconoce. Como cualquier deportista que se precie, la malagueña sueña con ser profesional y seguir ligado a la Selección. Quiere llegar alto por ella misma, por sus padres, y por su futura familia: «Espero tener una carrera larga y pelear por competir a un buen nivel, pero cuando cuelgue las botas, me gustaría trabajar de lo que he estudiado y demostrarle a mi futura familia el valor del trabajo, del dinero… Y poder darle todo lo que yo a lo mejor no he podido tener».
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