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J. Mikel Fonseca
Sábado, 16 de diciembre 2017, 00:19
Encerrarse en el coche con las ventanillas cerradas y el motor encendido como forma de suicidio ha pasado de moda. Para quitarse la vida, los millenials podrán descargar e imprimir en 3d su propio ‘Sarco’, una cápsula hermética de aspecto futurista que administra al ocupante una dosis letal de nitrógeno que acaba con su existencia en cinco indoloros minutos. Esta maquina de la muerte es obra del australiano Philip Nitschke, médico de profesión y ferviente defensor de la eutanasia. Dice que los planos estarán disponible para cualquiera a partir del año que viene. Su uso, sin embargo, vendrá restringido por las leyes de cada país. De momento, solo Canadá, Colombia, Países Bajos, Bélgica, Suiza, Luxemburgo, Japón y algunos territorios de Australia y Estados Unidos permiten la muerte asistida.
No es el primer intento de Nitschke de comercializar el suicidio. Amparado por su fundación Exit Internacional, en 1997 presentó ‘The Deliverance’ (‘La liberación’), un ordenador conectado a una intravenosa que suministra una dosis letal de un barbitúrico al gusto. En 2006 publicó el ‘Manual de la pastilla apacible’, un recopilatorio de técnicas para morir, y en 2009 sacó a la venta unas ‘bolsas de suicidio’ repletas de nitrógeno.
Philip Nitschke / Médico, inventor y activista pro eutanasia
Nitschke ejerce desde hace dos años en una clínica en Holanda, donde asiste en su muerte voluntaria a enfermos terminales. Su defensa del derecho a morir y sus ingenios para alcanzar este fin le han valido varios apodos, desde «el gurú de la eutanasia» al «Elon Musk del suicidio asistido».
Para utilizar ‘Sarco’, antes es necesario pasar un test psicológico que determina si el cliente está en su sano juicio como para desear su propia muerte, y no es solo un capricho fruto de una depresión pasajera. Si el resultado es positivo, la empresa suministra al usuario un código que sólo puede ser introducido dentro de la máquina y caduca a las 24 horas. En el interior del sarcófago hay un ‘botón del pánico’ que detiene el proceso si el suicida se arrepiente.
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