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La conquista de los Reyes Católicos en las dos plazas de referencia del sur de la Península, Málaga (1487) y Granada (1492), está plagada de leyendas y episodios más o menos épicos que se han mantenido a lo largo de los siglos. Parte de esa tradición oral que saltó de generación en generación ha logrado ser confirmada por los documentos históricos de la época y otra, sin embargo, se ha quedado en lo que pudo ser y no fue.
En Málaga sí fueron muchos de esos capítulos que hicieron de la campaña y el asedio a la ciudad un momento crucial para la posterior toma de Granada. Ahí están, por ejemplo, las historias de Isabel y Fernando en sus respectivos campamentos en los barrios de la Trinidad y la Victoria; la incorporación de muchos de los símbolos que aún hoy dibujan la imagen de la ciudad -la Virgen de la Victoria como patrona de la Diócesis o los mártires Ciriaco y Paula como patronos de la ciudad, entre otros- e incluso el dato contrastado de que la prostitución era una actividad regulada a través del 'putero mayor del reino', que se encargaba recaudar los impuestos para la corona por esos servicios. De entre todas ellas, la más curiosa (y también cierta) es la del intento de atentado frustrado a los reyes en el campamento de Fernando que logró evitar una de las damas de la corte de Isabel gracias a que el enorme cinturón de oro que llevaba en sus ropas hizo de escudo.
Pero hay mucho más. Porque también es real (pero muy desconocida) la leyenda de las cadenas de esclavos liberados en la campaña de Málaga por los Reyes Católicos y que lucen desde hace siglos… en la fachada de un convento de Toledo.
¿Cómo llegaron allí y por qué se eligió como símbolo el templo de San Juan de los Reyes de la ciudad castellana?
En efecto, la fachada de esa iglesia luce desde hace siglos unas doscientas cadenas que pertenecieron al enorme grupo de más de 700 de esclavos cristianos liberados por los monarcas durante la campaña de Málaga. De hecho, esos elementos ornamentales se han convertido en uno de los símbolos más reconocibles y fotografiados del templo.
Por dar el contexto necesario, hay que recordar que Isabel y Fernando lograron que Málaga se sumara al reino cristiano en agosto de 1487 tras un duro asedio a la población musulmana, y que a su entrada por la Puerta de Granada (hoy, plaza de la Merced) liberaron a los cautivos cristianos, convirtiendo ese momento en uno de los más simbólicos de esa batalla.
De hecho, aquel capítulo está inmortalizado en uno de los cuadros más impresionantes del Museo de Málaga, con sede en el Palacio de la Aduana. Lleva por título 'Liberación de los cautivos de Málaga por los Reyes Católicos' y fue pintado por el malagueño José Moreno Carbonero en el año 1930. En él se representa esa entrada por la Puerta de Granada y el encuentro entre los Reyes Católicos y sus hijos con los prisioneros cristianos, encadenados aún con esos grilletes que hoy lucen en el convento de Toledo. La pintura está inspirada en un relato del viajero y médico alemán del siglo XV Jerónimo Münzer, que dejó documentado en su 'Viaje por España y Portugal' aquel episodio: «Conquistada Málaga, se le presentaron 752 cristianos cautivos, tan extenuados por el hambre que se les reconfortó con caldo de gallina y otros alimentos. Se hallaba entre ellos cierto alemán, Enrique Murer, que padeció durísima esclavitud durante cuatro años. Apareció también entre los otros cautivos un anciano de luengas barbas que afirmó llevar cautivo 48 años (...)».
De ahí hasta la iglesia de Toledo, la historia de esas 200 cadenas es también la historia de la victoria cristiana sobre los musulmanes. Nada en ese capítulo es casual, de hecho es bien conocido el afán de los Reyes Católicos por dejar testimonio de sus campañas militares a través de mil y un símbolos. El de la Iglesia de San Juan de los Reyes es uno de ellos.
¿Pero por qué ahí? Los documentos de la época confirman que el convento fue levantado en la ciudad de Toledo para conmemorar la victoria de los Reyes Católicos sobre el rey Alfonso V de Portugal en la batalla de Toro. El imponente templo llegó incluso a barajarse como lugar para el eterno descanso de los monarcas, aunque finalmente fue Granada -precisamente por su simbolismo- la plaza en la que recibieron sepultura Isabel y Fernando.
No obstante, los monarcas -en especial, la reina Isabel- se encargaron de que el convento de San Juan de los Reyes conservara la memoria de su gesta con la exhibición de las cadenas de los esclavos liberados en la campaña de Málaga. Aunque durante muchos años se ha dudado sobre si esta decisión la habían tomado los reyes, e incluso si las cadenas eran verdaderamente las de los cautivos, una investigación publicada en el año 2023 por Pablo Ortego Rico, profesor de Historia Medieval de la Universidad de Málaga, confirma todas las aristas de esta leyenda.
El especialista arroja luz sobre este capítulo de la Historia de España en el estudio '1480: Un año en la corte de Isabel I de Castilla', publicado en la revista de la Universidad Complutense 'En la España Medieval'. En concreto, Ortego Rico rescata la figura del tesorero de la reina Isabel, Ruy López de Toledo, que recibe el encargo real de trasladar esas cadenas hasta Toledo. Y hay más, porque en esa investigación se recoge incluso la cantidad de dinero que la corona consignó para el transporte: «En 1485, el tesorero pagó 181.160 maravedíes a ciertos guías encargados del transporte de la 'cámara' de la reina en todo el año con el traer de los hierros de los cativos de Ronda al monesterio de Sant Juan de los Reyes de la çibdad de Toledo», se reproduce literalmente en un documento de la época, conservado en el Archivo General de Simancas.
Y otro matiz importante. Las cadenas de los cautivos que se exponen en la fachada del convento castellano pertenecen, en concreto, a los prisioneros de Ronda, que fue ganada para la causa cristiana en el año 1485. La mayor parte de los esclavos de la ciudad trabajaban en la que hoy se conoce como 'Casa del Rey Moro', una construcción del siglo XIV que resultó clave en la Reconquista. El conjunto se levanta en la Cuesta de Santo Domingo, en una zona inexpugnable sobre el escarpe del Tajo, en el lado norte de la ciudad musulmana; y en su interior había una Mina de Agua, un ingenio hidráulico promovido por los nazaríes cuya noria movían, precisamente, los esclavos cristianos. Mientras hubiera agua se garantizaba la supervivencia de la población en caso de asedio. Hasta que llegaron los Reyes Católicos.
El resto de la historia puede verse en los muros de San Juan de los Reyes. Queda por confirmar, sin embargo, si las doscientas cadenas que cuelgan de su fachada son las originales de la época, habida cuenta de que a lo largo de estos seis siglos el templo ha sufrido los envites de la historia: los más cercanos, en el siglo XIX con el saqueo de las tropas napoleónicas y en el XX con los efectos devastadores de la Guerra Civil. En cualquier caso, las cadenas -originales o no- siguen siendo hoy en día uno de los atractivos más reconocibles del convento toledano. Y, sobre todo, la huella imborrable de uno de los capítulos más apasionantes de la Historia de España y, por qué no, de Málaga.
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