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Málaga, vista desde el barrio de la Victoria en el siglo XVI archivo municipal
La república independiente de La Victoria: así nació el barrio

La república independiente de La Victoria: así nació el barrio

Es uno de los barrios con mayor sentimiento de pertenencia de la ciudad. Esta pequeña urbe dentro de la urbe hunde sus raíces más próximas en la conquista de Málaga por parte de los Reyes Católicos y desde el siglo XIX es el crisol de la clase media

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Sábado, 7 de mayo 2022, 01:06

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La Victoria limita al norte con Fuente Olletas, al sur con el centro histórico y la plaza de la Merced, al este con el Camino Nuevo y al oeste con la Cruz Verde. Sus contornos también abrazan el Monte de Gibralfaro, Conde Ureña, Cristo de la Epidemia, Lagunillas o Barcenillas. Y recitada así, sobre el mapa, cualquiera diría que constituye un territorio independiente. Muchos defienden que es así. No en vano, La Victoria es uno de los barrios con mayor sentimiento de pertenencia de cuantos se reparten por la ciudad, y sus vecinos pasean esos límites asumiendo y casi disfrutando del juego de que, al cruzarlos, «ya no estamos en casa».

Sea como fuere, esta pequeña urbe dentro de la urbe no sólo tiene latido propio; también una historia que hunde sus pilares más allá de la Edad Moderna: si las crónicas históricas coinciden en que el origen directo de este barrio emblemático está en los Reyes Católicos, también es necesario recordar que los primeros asentamientos en esta zona datan de la época fenicia y, después de ellos, los romanos. Por no hablar de que entre El Ejido y Gibralfaro discurrió la necrópolis de Yabal Faruh, la mayor de Al-Ándalus. Todas esas aristas dibujan la imagen de un barrio cosmopolita, acogedor y diverso, único en sus tradiciones y, efectivamente, con una idiosincrasia propia.

Por empezar por ese hito más cercano en el tiempo que constituye la incorporación de la ciudad a la corona de Isabel y Fernando, el barrio comenzó a tomar forma entre los terrenos disponibles que discurrían entre la plaza de La Merced (plaza del Mercado) y el Convento de La Victoria. Conocidos como Huerta del Acíbar, fue el corazón del campamento desde el que Fernando planificó el asedio a la ciudad musulmana. Isabel, en cambio, lo haría desde la zona de La Trinidad. Durante esa estancia en Málaga, el rey de Aragón recibió de su consuegro, el emperador Maximiliano I, la talla de una virgen de oratorio con motivo de la boda de sus hijos, Juana (la Loca) y Felipe (el Hermoso). Tras la conquista de la ciudad, Fernando dejó en su campamento la imagen para que se la venerara bajo la advocación de Virgen de la Victoria, como símbolo del triunfo y patrona de la ciudad. Aquel gesto fue el germen del nacimiento de la primitiva iglesia y del convento y a finales del siglo XVII se levantaría el imponente Santuario, pero los verdaderos orígenes del barrio hunden sus raíces en el XV.

Su epicentro quedó fijado en el Compás de la Victoria, llamado así por ser el compás o tránsito hacia la iglesia y el convento primitivos y ocupado por las huertas de los Mínimos, la orden de frailes a la que los Reyes Católicos cedieron esa amplia zona de territorio a finales del siglo XV. Según recoge Juan José Palop en un artículo publicado en la revista 'Isla de Arriarán', el Compás estuvo integrado hasta el primer tercio del siglo XIX «por una frondosa alameda» y a la altura de la actual plaza de la Victoria (más conocida como Jardín de los Monos) había una gran portada que enmarcaba el acceso al convento y a la iglesia. «La portada se abría los grandes días de procesiones de los siglos XVI y XVII» -detalla el artículo- y con motivo de una visita de la reina Isabel II a Málaga (1862), el Ayuntamiento decidió derribarla y darle al compás el nombre de Alfonso XII. Un año después se completó la primera manzana de casas y antes de que terminara el siglo su aspecto ya era «muy similar al de hoy», en palabras de Palop. Además, por allí discurría el tranvía de circunvalación de Málaga.

Arriba, Compás de la Victoria cuando se llamaba calle Alfonso XII. Abajo, el tranvía pasando por Compás de la Victoria y un detalle del Jardín de los Monos en los años 60. Archivo Municipal
Imagen principal - Arriba, Compás de la Victoria cuando se llamaba calle Alfonso XII. Abajo, el tranvía pasando por Compás de la Victoria y un detalle del Jardín de los Monos en los años 60.
Imagen secundaria 1 - Arriba, Compás de la Victoria cuando se llamaba calle Alfonso XII. Abajo, el tranvía pasando por Compás de la Victoria y un detalle del Jardín de los Monos en los años 60.
Imagen secundaria 2 - Arriba, Compás de la Victoria cuando se llamaba calle Alfonso XII. Abajo, el tranvía pasando por Compás de la Victoria y un detalle del Jardín de los Monos en los años 60.

Ese nuevo corazón urbano fue ocupado por la antes llamada burguesía intermedia y hoy conocida como 'clase media'. Con las zonas cercanas de La Caleta y el Limonar ganadas a la ciudad como lugar de residencia y recreo de las familias más acomodadas, el barrio de La Victoria se convirtió pronto en el crisol de la Málaga-media. De hecho, aún hoy se conoce al barrio de La Victoria como el de 'chupitira' por esa condición de sus vecinos: en esencia, ese amplio sector social estaba integrado por trabajadores intermedios de la administración, funcionarios, modistas, sastres o comerciantes que querían aparentar un cierto estatus económico y que preferían permitirse un gasto extra en la vestimenta -lo más visible-, aunque fuera a costa de restringir la variedad en la alimentación. Las crónicas que se refieren a esta circunstancia explican que en las casas se comían platos cuyo ingrediente principal eran las almejas, un recurso mucho más asequible y considerado incluso de pobres pero suficiente para esos bolsillos que no daban para más. Chupar y tirar las conchas. De ahí le viene al barrio el apodo de 'chupa y tira' o, en argot victoriano, el 'chupitira'.

Más allá de esa curiosidad, el otro gran epicentro de La Victoria está en la plaza que lleva su nombre pero que es conocida por todos los malagueños como el Jardín de los Monos. La razón hay que buscarla en los años en los que la plaza albergó una gran jaula con simios, cuyo origen y procedencia no pone de acuerdo a los historiadores. Sí está documentado, sin embargo, que esa exótica infraestructura se mantuvo en la plaza de La Victoria hasta la década de los 50 del siglo XX, y también que los monos hacían las delicias de niños y mayores. Especialmente conocido fue el último de los simios que quedó en la jaula, llamado 'Perico', que acabó sus días en el pueblo de Humilladero cuando las autoridades terminaron con esa atracción tan curiosa. Antes de que el clamor popular le ganara la partida al nombre real, la plaza de La Victoria era el nexo de unión del gran eje urbano Compás de la Victoria-calle Victoria y el cruce de caminos de la ciudad extramuros y luego de las afueras: el Camino a Málaga (calle Victoria), el Camino de Granada (Cristo de la Epidemia), el Camino de la Caleta (calle Ferrándiz) y Camino de Antequera (El Ejido). En uno de sus costados, al noreste si la referencia es la plaza de la Merced, se conserva la Iglesia de San Lázaro -hoy sólo capilla-, proyectada por los Reyes Católicos como un Hospital con el mismo nombre que se dedicara a curar leprosos.

La calle de los enamorados

Aquella construcción sirvió para plantear el trazado de la actual calle Victoria, proyectada en 1887 para conmemorar el IV centenario de la toma de Málaga por parte de los Reyes Católicos y para que procesionara la Virgen de la Victoria. Bautizada por Ricardo León como la «calle de enamorados y rondadores», el poeta Manuel Martínez Barrionuevo escribió sobre ella como una de las arterias más animadas de la ciudad: «Los mozuelos hablaban con las novias, sentados en las puertas o al través de las ventanas; escuchábanse canciones acá y allá, esos cantos populares y vigorosos, dignos únicamente de la musa de Andalucía».

La vía urbana, originalmente de tierra y luego de chinos, estaba abrazada por modestas hileras de casas de dos alturas, algunas de ellas con patio y jardín; y en ella destaca la Capilla del Agua, también conocida como la capilla de la esquina o Faro de la Victoria. La construcción data del siglo XVIII y en la actualidad está dedicada al culto de nuestro Padre Jesús del Rescate y a la Virgen de Gracia. El desarrollo de esta calle tuvo un hito definitivo en el año 1922, cuando se abrió calle Alcazabilla para convertirse en una salida natural del barrio de La Victoria hacia la zona del Parque y el Puerto. La planificación del tranvía terminó de darle el lustre necesario a la calle, así como el histórico colegio de los Hermanos Maristas, una de las instituciones de referencia en el barrio.

Arriba, capilla del Agua. Abajo, la histórica Fuente de Olletas y la Iglesia de San Lázaro con una nueva construcción en los años 60. Archivo Municipal y Narciso Díaz de Escovar
Imagen principal - Arriba, capilla del Agua. Abajo, la histórica Fuente de Olletas y la Iglesia de San Lázaro con una nueva construcción en los años 60.
Imagen secundaria 1 - Arriba, capilla del Agua. Abajo, la histórica Fuente de Olletas y la Iglesia de San Lázaro con una nueva construcción en los años 60.
Imagen secundaria 2 - Arriba, capilla del Agua. Abajo, la histórica Fuente de Olletas y la Iglesia de San Lázaro con una nueva construcción en los años 60.

Aunque para lustre comercial y de tradiciones, también la calle Cristo de la Epidemia. Denominada antiguamente como Alameda de la Victoria, con la remodelación de los años 20 del siglo XX pasó a asumir el nombre por el que hoy se conoce. Al igual que ocurrió en su vecina calle Victoria, las casas mata con huertos y jardines dibujaron el trazado de la espléndida avenida. También una de las más largas, no en vano Cristo de la Epidemia preside el callejero de la ciudad como una de las vías con mayor longitud. Y conserva, a pesar de estos tiempos de franquicias y grandes centros comerciales, el título de ser una de las más diversas y vivas en lo que a comercio se refiere. Allí reinan las tiendas de toda la vida.

El límite norte de La Victoria se situó hasta los años 50 del siglo XX en Fuente Olletas por ser la salida de la ciudad hacia la carretera de Colmenar (Camino de Colmenar) o los Montes. En la histórica fuente, hoy plenamente integrada en la ciudad, se puede leer una inscripción que conserva el espíritu de la primitiva: «No maltrates a los animales, que ellos hacen fácil tu trabajo y te ayudan a ganar el pan».

Sea como fuere, los límites de La Victoria han ido ensanchándose hasta convertirse en uno de los barrios con más sabor de la ciudad. Más allá de los grandes espacios urbanos que mantienen el pulso de la vida cotidiana, hablar de La Victoria es hablar también de la calle Agua, El Ejido, calle Manrique, Barcenillas o las calles Mitjana y Gordón. Y, sobre todo, de sus vecinos, los orgullosos depositarios de una historia que hoy más que nunca reivindica el barrio como una república independiente dentro de la propia ciudad.

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