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La extravagante historia tras los cereales Kelloggs

Su creador, un médico célibe, ideó el producto para luchar presuntamente contra la masturbación

Ester Requena

Sábado, 25 de febrero 2017, 00:13

John Harvey Kellogg era un hombre profundamente religioso. Aunque no ha pasado a la historia por esa vertiente, sino por figurar como el creador de los cereales Kelloggs. Convertidos desde hace décadas en un desayuno y merienda para los más pequeños de la casa, realmente el producto nació con un objetivo distinto. O eso al menos pretendía su creador, según ha sacado a relucir la publicación 'Mental Floss'.

Las crónicas hablan de que Kellogg era un médico célibe obesionado con los presuntos problemas físicos y las enfermedades que causarían la masturbación. Él hablaba hasta de 39 dolencias que serían generadas, presuntamente, por esta práctica. Entre ellas epilepsia, acné o artrosis. "Ni las plagas, ni la guerra, ni la viruela, ni enfermedades similares han producido resultados tan desastrosos para la Humanidad como el pernicioso hábito del onanismo () causante del cancer de útero, enfermedades urinarias, impotencia, locura y debilidad mental y física, escribió el médico en su libro 'Plain Facts About Sexual Life' (1877).

Y a todo ello le quiso poner fin con la comida. Según el doctor Kellogg, la comida sana ayudaría a reprimir los instintos primarios, mientras que la carne los incrementaría. De ahí surgió su idea de alimentar a sus pacientes con avena y maíz, aunque endulzados con azúcar. El eslogan que él abanderaba de su producto era el de "sano, listo para comer y efectivo para evitar la masturbación".

Kellogg consideraba que los cereales ejercían como una especie de antiafrodisiaco. Primero comenzaron probándolo en sus consultas. Dejaba secar el trigo cocido, lo que daban lugar a unas porciones que se tostaban y que daban a sus pacientes, a los que aconsejaban que se los tomaran con leche para así ablandarlos. Para hacerlos más apetecibles le incluyeron un poco de azúcar. El éxito fue tal que sus pacientes pedían llevárselos cuando les daban el alta y de ahí surgió la idea de comercializarlos... aunque nada queda de esa idea original para rebajar el instinto sexual masculino.

Sin consumar el matrimonio

La historia del doctor Kellogg es bastante curiosa, ya que su obsesión por evitar el sexo era tal que hasta se comenta que dormía separado de su mujer y que nunca consumó el matrimonio pese a estar más de 40 años juntos. Incluso adoptó a sus hijos para no tener que yacer junto con su mujer.

Aunque no sólo su cruzada iba contra la masturbación masculina. También le detallaba a sus pacientes que se echasen ácido en el clítoris para abrasarlo y así frenar sus instintos. A los niños les pedía que pasasen con una aguja un hilo de plata a través de su prepucio para evitar erecciones.

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