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Susana Zamora
Lunes, 6 de febrero 2017, 00:20
Se suele decir que los trapos sucios se lavan en casa, pero de unos años a esta parte cada vez más se lavan en la calle ante la proliferación de lavanderías autoservicio en las ciudades españoles, una costumbre muy americana que hasta hace apenas un lustro solo se conocía por las películas.
Ahora es frecuente verlas en nuestras calles, pero también en centros comerciales y gasolineras. «El despegue de este negocio ha sido muy fuerte y en cuatro años ha duplicado su presencia en España con cerca de dos mil establecimientos, la mayoría de ellos en forma de franquicia», apunta el presidente de la Asociación Española de Franquiciadores, Xavier Vallhonrat. ¿La razón? Hay que buscarla en un cambio de hábitos de la sociedad, pero también en el atractivo empresarial que supone obtener beneficios sin apenas correr riesgos y con una inversión inicial más que asumible.
Hace seis meses que José Antonio Martín montó con su hermano una lavandería autoservicio en un barrio popular de Málaga. Nature, que así es como se llama su primer hijo, no es una franquicia, pero Martín no descarta que la familia crezca a corto plazo con la apertura de otros negocios bajo este mismo nombre, pero con la única condición de que la maquinaria se la compren a su empresa, que también es proveedora.
Tanto él como su familia acumulan experiencia en el sector de las tintorerías, muy tocado en los últimos años por el auge de las lavanderías self-service, y decidieron unirse al enemigo. «Hasta hace poco, la gente nos confiaba prendas de gran volumen que en su casa no podía lavar, o prendas delicadas y de calidad, por miedo a que se estropeasen con un tratamiento doméstico. Ahora, todo eso ha cambiado, porque cualquiera puede limpiar sus cortinas, mantas y edredones por unos 10 euros, y la mayoría de la ropa no precisa de un cuidado especial, porque hoy las prendas son de menos calidad y de consumo rápido».
El ahorro de tiempo y un precio de lavado muy competitivo juegan a favor de un sector que en 2016 facturó en España más de 70 millones de euros. En plena crisis, muchos emprendedores jóvenes se han atrevido con un modelo de negocio que no requiere de unos conocimientos profesionales y específicos sobre limpieza de ropa y maquinaria, porque las propias lavadoras y secadoras funcionan automáticamente. «La inversión, que puede oscilar entre los 30.000 y 100.000 euros, se reduce al desembolso inicial para el acondicionamiento del local y la compra de maquinaria. Después, los costes en mantenimiento y personal son mínimos, pues el funcionamiento y las posibles incidencias de las lavadoras y secadoras las controlamos a distancia por un sistema de domótica y solo precisamos de un trabajador para mantener limpio el local», explica Martín.
Hasta hace unas décadas, solo se conocían por las películas. Hay escenas inolvidables en la laundry, como aquel beso entre Rachel y Ross en Friends o la escena de Isabel Coixet en Mi vida sin mí, cuando el amante la encuentra dormida en la lavandería y se queda mirándola hasta que despierta. Pese a la influencia que tiene el cine, el sociólogo José Manuel López cree que la adaptación a estos nuevos hábitos responde más a una evolución natural de la sociedad y, sobre todo, a unas necesidades que antes no existían. «No todas las viviendas son autosuficientes ahora y los márgenes de ahorro no dejan para comprar una lavadora; las prioridades están cambiando», advierte.
Jóvenes solteros
Los usuarios habituales son jóvenes, muchos de ellos singles, que quieren exprimir al máximo su tiempo libre; extranjeros que viven de alquiler en pisos pequeños sin todos los electrodomésticos, y amas de casa, que acuden puntualmente a lavar prendas voluminosas y, como en los lavaderos de antaño, «a echar un rato con sus vecinas mientras se hace la colada», apunta José Antonio Martín. Por eso, el buen acondicionamiento del local, con wifi, aire acondicionado y asientos cómodos, es un aspecto clave en la inversión.
Asegura este empresario que, con las largas jornadas laborales de hoy, queda poco tiempo para el ocio y no siempre se quiere emplear en poner lavadoras, tender y planchar. Con esta maquinaria profesional, los clientes no solo limpian en menos de una hora grandes cantidades de ropa y se la llevan seca a sus casas, sino que obtienen unos resultados «muy profesionales», detalla Martín. Pero no todos ven tan claro este ahorro de tiempo. «Lo que te ahorras de dinero por lavar tú mismo la ropa es tiempo que dejas de disfrutar de tu tiempo libre. En una tintorería no ocurre eso, porque dejas la ropa y te olvidas hasta su recogida», matiza el presidente de la Asociación Española de Franquiciadores.
Yuraimi Aguilera acude ocasionalmente a estos establecimientos. Esta vez lo ha hecho para lavar varias colchas, «porque en la tintorería me cobraban 7,60 euros por una, mientras que aquí estoy lavando dos por diez». Esta usuaria de la empresa Lavomatic no conocía el servicio hasta que llegó hace seis años a España. «En Cuba no se ven este tipo de establecimientos», afirma. Pese a las ventajas que le reconoce, como la apertura diaria y la flexibilidad horaria (una media de 14 horas abiertas ininterrumpidamente), Yuraimi asegura que no dejaría de hacer en casa la colada habitual para lavarla aquí. «Tuve que hacerlo una vez, porque se me rompió la lavadora. Tenía que acumular muchos trapos para cargar la máquina y que me saliese rentable».
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