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zigor aldama
Domingo, 21 de diciembre 2014, 02:11
Sobre el escueto escenario está ya todo listo: amplificadores conectados por una maraña de cables a las guitarras eléctricas, un par de micrófonos de pie, una batería y cuatro tipos duros con sobredosis de tatuajes. Podría ser el escenario de cualquier local 'underground' del mundo occidental, pero es Yugong Yishan, uno de los principales garitos alternativos de la capital china, Pekín. Su interior es una fortaleza de libertad, acorazada frente a la siempre latente amenaza de la censura comunista. Aquí, bandas internacionales como la del vasco Fermín Muguruza se han saltado el guión que todo músico tiene que presentar a las autoridades para exigir independencia o gritar «fuck the pólice!» (que le jodan a la Policía). Y grupos locales como China MC Brothers (CMCB) se pueden desgañitar a gusto para aullar lo que realmente quieren decir.
Estos últimos hacen una crítica de la sociedad capitalista que está devorando a la juventud china y optan por el humor en canciones como '¿Quién se ha comido mis fideos?'. «La música china vive una revolución sin precedentes. Nunca antes habíamos tenido la diversidad actual, ni habíamos disfrutado de un mercado que ofrece tantas oportunidades», asegura el líder, Wang Xiao Ou, mientras regula el sonido. No exagera. Y buena muestra de ello es el auge de festivales de música alternativa en los que explota un nuevo universo de tendencias contestatarias. Shiweizhe (Los Manifestantes), por ejemplo, utiliza el punk para incitar a la rebelión. «¡Cuantos más anarquistas mejor, cuanto más caos más nos gusta! El desorden, es nuestra vida», reta su cantante, Shan Lin, en una entrevista concedida a la agencia AFP antes de un concierto en el Festival Punk de Pekín.
Ellos optan por la confrontación directa y no tienen reparo en arremeter contra el Gobierno, criticar políticas controvertidas como la de las expropiaciones forzosas o incluso recordar a las Madres de Tiananmen, una masacre que muchos jóvenes ni siquiera conocen. No obstante, la mayoría prefiere no ir tan lejos, no vaya a ser que la Policía secreta que suele deambular por este tipo de actuaciones pierda la paciencia. Algo que en ocasiones sucede. Boys climbing ropes, un grupo de Shanghái liderado por la joven Xiaopunk, es uno de los muchos que han sido amonestados porque sus letras no se ajustan al manual de la censura. «Impidieron que actuáramos porque en una de las letras se mencionaba la cocaína. Así que ahora les enviamos los textos que quieren leer y luego cantamos lo que nos da la gana. Total, con lo que gritamos nadie nos entiende», comenta entre risas.
El 'Tibet' de Björk
Claro que eso puede servir para dar esquinazo a los agentes del orden en salas como la de Yuyintang, un antro de mala muerte que concentra lo mejor de la música alternativa china en la capital económica del país, pero difícilmente dará resultado en escenarios más multitudinarios, donde todo está bajo un control estricto. Lo sabe bien la cantautora islandesa Björk, que fue declarada persona non grata en China después de gritar '¡Tibet!' al final de su canción 'Independencia', algo que, oficialmente, «hirió la sensibilidad del público chino». Xiaopunk nunca iría tan lejos, pero no se calla: «Lo que no vamos a hacer es cantar odas al Partido», sentencia.
Dai Qin, el veterano líder de la afamada banda de hard-rock Thin Man, tampoco es muy amigo de los dirigentes chinos, pero tiene claro que, por mucho que sobre el escenario imite posturas y gestos propios del heavy metal más transgresor, hay algunas líneas rojas que es mejor no cruzar en las letras. «Sé cuáles son las fronteras y el precio que se puede pagar por cruzarlas», afirma. Por eso, él prefiere no ser tan directo como las crestas coloridas de Shiweizhe en su búsqueda de «la libertad del alma y del corazón». El mensaje, asegura, llega incluso con más fuerza cuando es implícito. «Yo quiero que los chinos luchemos por hacer realidad nuestros sueños y por liberarnos de las ataduras de la sociedad, pero no me considero un roquero político».
Eso sí, todos coinciden en que ahora se respira mucha más libertad que en la década de los 90, cuando el punk y el rock comenzaron a calar en el país. «Hay muchas más oportunidades porque se han abierto locales no solo en las grandes ciudades sino también en urbes de segunda y tercera categoría, y también hay mucho más interés entre el público que, además, ha ganado poder adquisitivo y comienza a gastar mucho más en ocio», enumera Dai. Claro que todavía es minoritario. La mayoría prefiere acudir a megaconciertos de superestrellas como Jolin Tsai, la solista femenina número uno de China. Pero incluso ella, que entona melosas canciones para adolescentes, aspira a introducir algunos elementos revolucionarios en sus letras. «Reconozco que me gustaría ser como Madonna y poder decir lo que me apetezca».
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