
Secciones
Servicios
Destacamos
daniel vidal
Martes, 2 de septiembre 2014, 01:33
Ya no hay permiso de mamá para ir a comprar chuches con las compañeras de columpio. Ya no hay más despistes de un segundo. Las miradas inseguras de los padres se clavan en sus hijos, ajenos al peligro, y ya no se levantan. El depredador anda suelto y la histeria también juega en los parques infantiles. Es el «enemigo público número uno», como se refirió la delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, al pederasta de Ciudad Lineal. El delincuente que ha generado la mayor alarma social de los últimos años en nuestro país después de raptar a cuatro niñas en un año en el centro de Madrid e intentarlo con otra. Que se sepa. «Cuando lo detengan, y el momento está cercano, nos llevaremos dos sorpresas: una, que será un ciudadano normal y corriente. La otra, que saldrán muchos más casos que hasta ahora no se habían denunciado», vaticina Ricardo Magaz, presidente de la Sociedad Española de Criminología y policía nacional desde hace más de 35 años. Su despacho ha estado mucho tiempo en Canillas, central del Cuerpo Nacional de Policía y muy cercana a la calle donde se produjo el secuestro de la última víctima.
¿'Imitadores' en Coslada y Valencia? Tras las noticias del último rapto se han sucedido otros casos de intentos de secuestro y abusos sexuales en varios puntos de Madrid y de España, como Coslada. Estos casos «no están relacionados» con el pederasta de Madrid, coinciden los expertos y la investigación policial. O sí, según como se mire. Porque «este caso tan mediático genera el efecto de imitación en otras personas con este trastorno parafílico, que se pueden sentir envalontanadas para cometer estos actos», valora el catedrático de Psicología Clínica de la UPV Enrique Echeburúa. «Además, el perfil de los pederastas de Coslada o Valencia se asemeja más al de un 'Makinavaja' que al del delincuente de Ciudad Lineal», ilustra Ricardo Magaz.
15 años de cárcel, como máximo, establece el Código penal por abuso sexual a menores. El titular del Juzgado de Instrucción número 10 que investiga el caso ha decretado el secreto de sumario.
Un caso «excepcional» entre los casos de pederastia La serie de raptos que está poniendo en jaque al Cuerpo Nacional de Policía «es un caso excepcional que no sucede todos los días», señala Enrique Echeburúa. «Por lo general, España es un país muy seguro para que los niños jueguen en la calle o en el parque, no es común que haya estos 'hombres del saco'. El riesgo está en personas conocidas
Fue una pequeña de 7 años de madre dominicana y padre español, que se despistó de sus abuelos un minuto el pasado 22 de agosto y acabó en el asiento trasero del coche del monstruo. Apareció llorando, hora y media después, bajo la autovía M-40, a unos siete kilómetros de donde fue secuestrada. Este último caso ha despistado especialmente a los investigadores de la 'Operación Candy' (golosina, en inglés), ya que el 'modus operandi' del pederasta ha cambiado en relación a sus actuaciones anteriores. Tres casos que ocurrieron en septiembre (una niña de origen latino de 8 años); en abril (una española de 9) y en junio (una menor de origen chino de 6 años). A todas ellas, raptadas en la misma zona del centro de la capital, las devolvió varias horas después a varios kilómetros de distancia pero, a diferencia de la pequeña dominicana, bañadas (se cree que para eliminar cualquier rastro de ADN), lejos de zonas vigiladas y aturdidas por el efecto de los somníferos, administrados para evitar el recuerdo de la terrible pesadilla. A una de ellas, la dosis de lorazepam casi le provoca la muerte. Pero el delincuente no quiere matar, no busca sangre. «No estamos ante un asesino, sino ante un 'hombre del saco', un pedófilo que busca satisfacer su necesidad compulsiva de mantener sexo con menores y que, por lo tanto, volverá a actuar», alerta el catedrático de Psicología Clínica de la Universidad del País Vasco, Enrique Echeburúa.
Retrato robot
El testimonio de la niña dominicana, la única de las cuatro que al parecer no fue drogada, está permitiendo a la Policía Nacional elaborar un retrato robot del secuestrador en serie más ajustado a la realidad, aunque los especialistas aún trabajan sobre el papel. «Nosotros no hemos difundido ningún retrato y los que han aparecido o puedan aparecer son falsos y crean alarma», sentencia un portavoz oficial. En base a los datos fiables y seguros que manejan los agentes, gracias a las declaraciones de víctimas y testigos, el secuestrador de Ciudad Lineal es un varón de unos 35 a 40 años, alto, sobre el metro ochenta, piel blanca y ojos y pelo castaños. «Tiene una nariz normal», relató la menor a los agentes que forman parte de la Operación Candy (más de 200 en la actualidad), además de varios detalles que pueden ser reveladores a la hora de estrechar el cerco en torno al malhechor: tiene dos lunares en la cara, uno en la mejilla derecha y otro a la altura de la boca y dos heridas o cicatrices en el brazo derecho, justo debajo del hombro. Además, «su coche», un utilitario de color claro, «olía a tabaco».
Los funcionarios del Servicio de Atención a la Familia, de la Policía Judicial y de otras unidades no dan tregua en la búsqueda, echando horas extra si hace falta y doblando turnos para detenerle. «Y es más probable que lo cojan en su casa que actuando de nuevo, y que la detención se produzca más pronto que tarde», presiente Magaz. Todos los medios de la Jefatura Superior de Madrid están a plena disposición del operativo. Utilizando hasta técnicas antiterroristas, la policía está rastreando todas las pistas disponibles, incluidas matrículas de más de 75.000 vehículos de color blanco o gris plata. Se ha incrementado el número de cámaras en la zona, y se ha intensificado sobremanera el despliegue policial en la zona. Aunque los portavoces oficiales no dan cifras, el incremento de la seguridad ha sido notable y ahora pasear por Ciudad Lineal como hacerlo en un fortín. Los parques están blindados y en muchos de ellos hay más policías que niños, incluso en horas 'punta' infantiles. A caballo, en moto, en 'zetas', a pie, policías de paisano... La presencia llega a ser abrumadora y las identificaciones a los vecinos se han convertido en rutinarias. Algunos agentes llevan hasta cámaras al hombro para captar cualquier movimiento sospechoso. Es casi una zona de guerra. Pero solo hay un enemigo.
La 'caza' de este 'cazador', un «trampero merodeador con un gran conocimiento de su hábitat», como le define Magaz, es la máxima prioridad de la Policía. Incluso a título personal, para cada uno de los agentes del Cuerpo. «No nos ha llegado orden de alerta en plan 'a todas las unidades', pero todos los policías lo tenemos muy presente y estamos muy atentos, simplemente por el hecho de ser policías», se sincera un funcionario destinado en el extrarradio de la capital, lejos de Ciudad Lineal. Es el distrito donde actúa el delincuente y donde, casualmente, trabajan más de mil funcionarios pertenecientes a diferentes unidades. «Raptar a la cuarta víctima a 200 metros del complejo es reírse de la investigación y de la policía», observa Ricardo Magaz. «Ha sentado muy mal. Tomando café, los compañeros lo comentan: 'Este cabrón nos encima nos está echando un pulso'. Hay muchas ganas de atraparlo», revelan fuentes policiales.
«Un pulso a los agentes, pero también está lanzando un reto y un desafío a la sociedad», puntualiza el criminólogo. «El pederasta se levanta por las mañanas y está encantado de ser el protagonista en la tele, de ver las noticias en los periódicos... Está jugando, se siente importante, disfruta y se recrea en su papel. Es un ególatra», perfila el criminalista y policía. Además, «es frío, calculador, metódico y muy organizado. No levanta sospechas por la calle, ni tiene prisa a la hora de cumplir sus objetivos».
Pulseras contra el pánico
Así que, teniendo en cuenta la «cadencia» con la que ha cometido sus últimos crímenes, es más que probable que el pederasta vuelva a preparar el terreno para actuar las próximas semanas. Cuando los críos hayan regresado a las aulas. En Madrid, la vuelta al cole es el 9 de septiembre.
Esto, si cabe, pone aún más nerviosos a los padres, que viven desde hace meses en un permanente estado de intranquilidad, cuando no de pánico: David, padre de dos niñas, reconoce que él y otros amigos han pensado incluso en comprar pulseras GPS para ponérselas a sus hijas y así saber en todo momento su posición. «Me parece una medida un tanto exagerada. Hay que tomar medidas de precaución, pero las que dicta el sentido común. Extremarlas hasta este punto genera más alarma», valora el catedrático de Psicología Clínica Enrique Echeburúa. Sin embargo, «en el barrio no se habla de otra cosa y el grupo de Whatsapp de los padres del colegio echa humo», apunta Lourdes, madre de una niña de 8 años y un crío de 5 que acuden al colegio San Juan Bautista, en la 'zona cero' del depredador. Y, a pesar de la fuerte presencia policial, «sí hay cierta sensación de pánico, cierta psicosis. Es una inquietud general que se terminará el día que lo detengan y lo metan en la cárcel». Un hábitat en el que podrá merodear a su antojo el enemigo público número uno.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.