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La imagen de Jesús El Rico, antes de los sucesos de 1931.
Una figura clave en el devenir histórico

Una figura clave en el devenir histórico

Alberto Torres de Navarra Jiménez fue una figura clave en la revitalización de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús ‘El Rico’

andrés camino romero

Jueves, 22 de mayo 2014, 12:05

La Semana Santa del siglo XX está llena de grandes e ilustres hombres que, con su abnegado esfuerzo, elevaron a lo más alto la fiesta religiosa que vive intensamente nuestra ciudad cada año, al detenerse las hojas del calendario en los meses de marzo-abril. Algunos son de sobra conocidos, como Antonio Baena Gómez o Enrique Navarro Torres; pero la mayoría de ellos, han sido olvidados por el inexorable paso del tiempo. Ciertamente, en los últimos años la historiografía local se ha ocupado de recuperar la memoria de cofrades de la talla de Francisco de Asís Cabrera Anaya, José Peña Munsuri o Miguel Luque Paredes, entre otros, que dieron lo mejor de sí mismos para engrandecer sus hermandades, llegando incluso a poner en peligro sus propias vidas por defender un ideario que chocaba frontalmente con la intolerancia existente en la Málaga de los años treinta. Del ilimitado número de entusiastas procesionistas, con los que se contó en la pasada centuria, en estas líneas se van a dar a conocer algunas notas biográficas de Alberto Torres de Navarra Jiménez, figura clave en la revitalización de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús El Rico, cerebro de la Agrupación de Cofradías, bajo la presidencia de Baena, e impulsor de la Cofradía de las Penas en unos momentos de clara dificultad corporativa.

Alberto Torres de Navarra Jiménez nació en Málaga, hacia el año 1872. Fue el segundo hijo del matrimonio constituido por Francisco Torres de Navarra Bourman, oriundo de Haro (Logroño), y Amalia Jiménez. Tuvo tres hermanos: Francisco (1871), Amalia (1879) y Guillermo (1881). El primero, cursó estudios de Derecho, convirtiéndose en abogado; y el benjamín de la casa, se dedicó al comercio. Consta en los Padrones Municipales que, a partir de 1902, el domicilio familiar se localizaba en el n.º 3 de la Alameda de Carlos Haes (actual calle Córdoba). Aparecen inscritos el cabeza de familia, de 64 años, que debió quedar viudo y contraer nuevas nupcias, al figurar como esposa María Blanco Martínez, de 41, y no Amalia Jiménez. Sus hijos, excepto Alberto, también se encontraban empadronados.

Alberto Torres de Navarra Jiménez debió casarse a finales del siglo XIX con Patrocinio Arias García, de cuyo enlace vinieron al mundo, según la documentación manejada, dos vástagos: Alberto (1898) y Augusto (1900), quienes le hicieron abuelo de cuatro nietos: Alberto, María de Patrocinio, Augusto y José María.

En abril de 1913, cuando Alberto contaba treinta y un años, fallecía su progenitor a los 73 años. En la esquela publicada en el periódico La Unión Mercantil, se citaban los siguientes cargos y distinciones del finado: «Sub-Director de la Compañía de Seguros La Unión y El Fénix Español / Caballero Gran Cruz de la Orden de la Civilización de Santa Rosa de Honduras, miembro de la de/ Alfonso XII de España, y de la Orden de Beneficencia y otras./ Cónsul de Nicaragua; Académico de Bellas Artes y del Instituto Filotécnico de Paris; Fundador y Primer Vice-presidente de la Liga oficial de Contribuyentes y Productores, etc.».

Viudo

Alberto Torres de Navarra, al igual que su padre, quedaba viudo al morir su mujer, Patrocinio, el día 26 de septiembre de 1920. El periódico El Regional relataba, el día 28, el suceso: «Anteayer, falleció repentinamente en nuestra capital la distinguida señora, esposa de nuestro querido amigo y antiguo compañero en la Prensa. Cuando se encontraba en el reservado de señoras del café Inglés, la señora de Torres de Navarra se sintió ligeramente indispuesta, agravándose por momentos hasta el punto en qué hubo que tomar un coche para conducirla a una casa de socorro y después a su domicilio. Cuando llegó a esta, la enferma había dejado de existir, víctima de un ataque al corazón». Continuaba el rotativo que, al día siguiente, había tenido lugar la conducción y el sepelio del cadáver, «constituyendo el triste acto una verdadera manifestación de duelo». Los restos se depositaron en el nicho número 43 del panteón de propiedad de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús El Rico, construido en 1867 en el primer patio del cementerio de San Miguel. Años más tarde, y sin que pueda concretarse la fecha, el biografiado volvía a casarse con María Alcáraz Moreno, nacida en Granada en 1880.

En la revista La Saeta de 1925 se inserta un anuncio de «LABEILLE / COMPAÑÍAS ANÓNIMAS DE SEGUROS», con sede social en la calle Pedro de Molina número 5, cuyo agente general era Alberto Torres de Navarra Jiménez.

Con anterioridad a la guerra civil, no tuvo ningún tipo de filiación política. Aún así, en un informe redactado por el «Servicio de Información e Investigación» de la Falange Española Tradicionalista y de las J.O.N.S. el 18 de junio de 1943, se decía que durante la contienda: «sufrió persecución y registros por los marxistas que le tuvieron detenido durante varios días». La Dirección General de Seguridad, del Cuerpo de Policía, enviaba un escrito dirigido al gobernador civil de la provincia, Emilio Lamo de Espinosa, informándole que: «Alberto Torres de Navarra y Jiménez de 64 años, casado, Director de la Compª de Seguros LAbeille, con domicilio en Plaza de los Moros 14; está considerado como persona de buena conducta tanto en el aspecto moral, como en el político-social, sin que se le conozca actuación de ninguna clase durante el dominio rojo, dedicado únicamente a su negocio de seguros».

Como se ha visto, su actividad profesional continuó, como en los años veinte, ligada a este gremio, aunque otras fuentes remarcaban que también había actuado de redactor en varios periódicos locales, como El Regional, y de secretario segundo en la Asociación de Prensa. Otra actividad realizada fue la de secretario provincial de la Cruz Roja.

Falleció en Málaga, el 28 de julio de 1956, a la edad de 74 años. Su cuerpo recibió cristiana sepultura en el cementerio de San Miguel.

La Hermandad de El Rico fue constituida en el desaparecido convento de franciscanos de San Luis El Real a mediados del siglo XVII. A partir de 1754, y según reza en un Inventario de los papeles de Secretaría del año 1851, se independizó de la Archicofradía de la Vera Cruz, de la que había sido filial.

El Rico, a Santiago

Con motivo de la desamortización de Mendizábal, en los últimos meses (de octubre a noviembre) de 1835 fue trasladada la imagen de Jesús El Rico desde el enclave fundacional a la parroquial de Santiago, según confirman en sus últimas investigaciones los historiadores Susana Rodríguez de Tembleque García y Alberto Jesús Palomo Cruz. En esta nueva sede, efectuó varias salidas penitenciales a lo largo de la centuria decimonónica. En la segunda década del siglo XX, la hermandad vivía una etapa decadente que coincidió justamente con la activa participación de Alberto Torres de Navarra Jiménez.

Se muestra en una entrevista concedida por Torres de Navarra al periódico El Regional, en marzo de 1918, que su pertenencia venía «desde hacía mucho tiempo», pero su integración no se produjo hasta 1915. El entrevistado relataba que el nombramiento de hermano mayor se debió «a una verdadera casualidad». Acudió a una reunión, tras recibir varias cartas, y se sorprendió de que fuesen «once hermanos (que eran todos los que contaba la hermandad) que discutían acaloradamentesobre lo que debía hacerse en vista de la penuria en que se hallaba la cofradía». Al terminar la misma, salió elegido máximo responsable.

A partir de entonces, comenzó a levantarla institucionalmente, incorporando a amigos y familiares para que engrosaran las listas de componentes, alcanzando en tres años una cifra en torno a los cien afiliados que abonaban la cuota correspondiente. Otro aspecto importantísimo que llegó a perfilar fue el cultual, revistiendo las celebraciones religiosas en honor a los sagrados titulares de la solemnidad que se requería y el adecentamiento de la capilla. Y, por supuesto, la mejora patrimonial (túnicas de nazarenos, enseres y tronos) que supuso un mayor lucimiento de la cofradía en sus salidas procesionales.

En el acta del día 13 de abril de 1916, se reflejaba su designación para figurar en la presidencia de la procesión, junto a Víctor Herrero.

Estreno del manto

En 1917, y debido a la inoportuna aparición de la lluvia, los desfiles de las Cofradías de Nuestro Padre Jesús El Rico y de Nuestro Padre Jesús de la Puente del Cedrón, hubieron de posponerse a la jornada del Viernes Santo, previo acuerdo de los hermanos mayores, Alberto Torres de Navarra Jiménez y Rafael Atienza González. La Unión Mercantil destacaba que la de El Rico «ha introducido notables reformas», sobresaliendo el estreno del manto de la Virgen de los Dolores (más adelante cambiará esta advocación por la del Amor), de color «azul, con flecos de oro y exquisito gusto».

Al año siguiente, Torres de Navarra nombraba hermano mayor honorario al diario El Regional. Quizás esta designación se debiera, como se apuntó más arriba, a su vinculación con periódicos locales, especialmente con éste.

Torres de Navarra rigió los destinos de la hermandad hasta pasada la Semana Santa del año 1922. La revista La Saeta, en su edición de 1923, se expresaba así: «En el año 1915 y debido a la entusiasta labor del que fue hasta hace poco Hermano Mayor, señor Torres de Navarra, ha llegado esta Cofradía a ser considerada como una de las más importantes». Y en la de 1927, se reflejaba: «Tomó gran impulso esta Hermandad cuando en 1915 fue nombrado Hermano Mayor don Alberto Torres de Navarra, quien llegó a colocarla a envidiable altura».

El personaje que se trata siguió vinculado a la corporación, pero ya en un discreto segundo plano, ocupando el cargo de vocal en las juntas de gobierno de los años 1928, 1929 y 1930, presididas por Fernando María Laffore y González de la Rasilla. Indiscutiblemente fue una figura clave para el devenir histórico de la Hermandad de El Rico, pues bajo su presidencia se recuperó el esplendor de antaño.

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