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CÉSAR COCA
Miércoles, 1 de abril 2020, 20:23
De él escribió García Márquez que estuvo muriéndose toda la vida. La salud de Chopin fue siempre muy frágil, lo que unido a un carácter no muy expansivo le llevó dar poquísimos conciertos públicos durante los años que vivió en París, que fueron más o menos la mitad de su vida. Sus biógrafos apuntan que no llegaron a veinte sus recitales, lo que equivale a uno por año. Sin embargo, era mucho más frecuente verlo en los salones de la capital francesa, donde maravillaba a un público reducido en número pero muy conocedor de la música.
Quienes lo escucharon tocar –da igual que fuera ante un público selecto o más heterogéneo– jamás pudieron olvidarlo. Chopin revoluciona el piano con sus colecciones de obras breves que son joyas que deslumbran. Nadie como él –quizá únicamente Debussy, quien dará el siguiente paso adelante en las composiciones pianísticas– ha dominado las partituras de corta duración.
Su música es técnicamente exigente pero sobre todo emociona. Este polaco de origen francés que murió de tuberculosis es el mejor ejemplo de lo que debemos entender por romanticismo:nunca almíbar, sino pasión profunda y muchas veces también rebelde y desesperada.
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