Crítica de 'El juego del calamar' (temporada 3): un final tan entretenido como decepcionante
El fenómeno televisivo de Corea del Sur ha llegado a su fin, con un resultado discutible. La serie no pierde su capacidad de enganchar, pero la conclusión no cumple con las altas expectativas generadas
Una sola temporada, con un final más cerrado, era más que suficiente. No hacía falta más. 'El juego del calamar' entró en la historia de ... la ficción audiovisual por la puerta grande, pero la todopoderosa Netflix no podía dejar escapar la oportunidad de engordar otra gallina de los huevos de oro, como 'La casa de papel' o 'Stranger Things'. Convenció al creador de la serie, Hwang Dong-hyuk, para que la idea pudiera exprimirse dos temporadas más y el resultado ha sido profundamente insatisfactorio. Vista la sesión final, estrenada el pasado fin de semana, el chicle ha ido perdiendo el poco sabor que le quedaba hasta llegar a un cierre amargo que, por otra parte, deja algunos cabos sueltos, por si las moscas.
La última parte consta de seis episodios reiterativos, donde el mensaje se subraya excesivamente, sin la sutileza y el interés de los primeros capítulos. El resultado, entretiene, mantiene en vilo al espectador, pero no aporta nada especial, con un clímax poco espectacular. Lo mejor son los juegos, porque la vida no deja de ser un escape room continuo y en el ruedo del «sálvese quien pueda» sale lo peor del ser humano, dando pie a contradicciones y a dilemas morales excepcionales. Lo peor del conjunto son los actores que interpretan a los ricachones que disfrutan con el torneo a vida o muerte. Absolutamente incomprensible la elección de un reparto tan lamentable. Hacía tiempo que los ojos del que esto escribe no veían una actuación tan triste, con una declinación del inglés desesperante (ojo, los vips son todos extranjeros). Horripilante es el adjetivo.
Tras el gran cliffhanger de la entrega final de la segunda temporada, 'El juego del calamar' retoma la acción del tirón, con nuestro protagonista, el jugador 456, el único ser bondadoso sobre la tierra, absolutamente devastado por las circunstancias tras la muerte de sus compañeros en la fallida rebelión contra los organizadores del letal concurso. No parece haber salida. La expresión en la cara de sujeto apesadumbrado, bajo un temporal emocional, superado por la terrible situación, no desaparece del rostro del actor principal en todo el metraje restante, lo que le hace perder fuerza y carisma. Para colmo, los personajes con gancho que quedan desaparecen demasiado pronto, sin una salida épica de la partida -pobre 222-, sin una muerte digna a los ojos del público a favor de obra. La jugadora 149, la entrañable anciana que tiene que sobrellevar el cuidado de un hijo atolondrado, un desastre afectivo, desaparece en el ecuador de la recta final de la serie, desaprovechando su potencial. No es el único rol desperdiciado para llegar antes a la meta. La tensión cae en picado fuera de la celebración de los propios juegos, que regalan al público lo más significativo del show, que ayuda a matar el tiempo pero no capta la atención como en sus primeros pasos. Engancha, pero no revoluciona.
Subtramas que no terminan de funcionar
No hay nada peor para una serie que el temible hecho de que te canse el comportamiento de su protagonista. El ritmo de 'El juego del calamar' sigue siendo bueno, cabe enfatizar que no falta la diversión -el diseño de algunos juegos novedosos es magnífico-, pero hay subtramas que no funcionan como debieran, sobre todo las que ocurren fuera del terreno de los pasatiempos mortales. La historia en el exterior del policía que busca la isla desesperadamente se antoja de relleno, para darnos un dato previsible en el apogeo, por no hablar de lo poco creíble que resulta que en un lugar donde todo está cuidado al milímetro se cuele una banda que trafica con órganos con las víctimas de las sangrientas partidas. La soldado arrepentida, reclutada tras desertar de Corea del Norte, busca expandir el drama, sin tirar cohetes. La irrupción de la figura de la nueva jugadora 222, el bebé que aparece tras un parto milagroso, tan imposible como las escandalosas interpretaciones de los millonarios adictos que apuestan por el humano deshumanizado ganador, es discutible. Aporta cierta angustia e incertidumbre al relato, parece un recurso necesario para que el motor no pare, pero no es fácil de digerir en base a todo lo visto anteriormente.
En definitiva, a la espera del estreno de la nueva temporada de 'Alice in Borderland', otra serie asiática en la misma línea, también en Netflix, con menos tirón pero más brutal, 'El juego del calamar' ha terminado su andadura con pocas ganas, a medios gas, aportando un buen nivel de esparcimiento y suspense en detrimento de todo lo demás. El cameo final de Cate Blanchett deja abierto el camino para seguir estirando el chicle, aunque ya se ha desmentido encarecidamente la posibilidad de un remake estadounidense.
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