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Túnez y los derechos de la mujer

La Tribuna ·

El pasado mes de julio el Parlamento tunecino aprobó una Ley para reforzar la protección de la mujer como víctima de la violencia y abolió al mismo tiempo disposiciones consideradas retrógradas

FRANCISCO J. CARRILLO

Domingo, 6 de agosto 2017, 09:55

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Parecería sorprendente escribir sobre los derechos de la mujer, cuando el punto de partida es la igualdad de derechos de todas las personas humanas. Lamentablemente, más bien es un punto de llegada. La evolución de las sociedades es diversa y a ritmos diferentes, como lo es también las representaciones sociales que están profundamente ancladas en ancestrales mitologías que se han ido basando en una concepción binaria en las mentalidades de los humanos (frío/calor, masculino/femenino, derecha/izquierda, sol/luna...). Los antropólogos intentan desvelar los orígenes estudiando no solamente las sociedades primitivas o de pequeña escala hasta las actuales que predominan por su complejidad y por sus sistemas multiplicadores de redes. Sin embargo, sigue vigente desde siglos atrás la característica que define a todas las sociedades: la filiación. Para Occidente, sigue presente esa concepción binaria y, por consiguiente, uno de sus más potentes defensores, Aristóteles. El pensamiento binario masculino/femenino, o calor/frío... como elementos contrapuestos y jerarquizantes han condicionado la organización y el comportamiento de la evolución de las sociedades.

El mundo árabe, como los otros mundos, no escapa a esta regla, con mayor o menor intensidad. Baste recordar sólo un hecho: en los años 60 de pasado siglo, en las Facultades de Derecho españolas se enseñaba que la mujer tenía que obtener autorización escrita del marido para ejercer una actividad comercial, entre tantas otras. Según la legislación árabe, una mujer necesita la autorización del marido para viajar con sus hijos...

Túnez es, a mi entender, el único país democrático árabe con sólo hojear su Constitución de 27 de enero de 2014. El pasado 26 de julio 2017 el Parlamento Tunecino aprobó una Ley para reforzar la protección de la mujer como víctima de violencia y abolir al mismo tiempo numerosas disposiciones consideradas retrógradas. Esta Ley tiene como objetivo «acabar con todas las formas de violencia contra la mujer» (físicas, morales y sexuales). Expresamente prohíbe que un violador pueda contraer matrimonio con su víctima menor de edad y así escapar a la justicia, lo que estaba permitido por una anterior legislación hoy derogada. Un dato muy significativo: la mujer puede dirigirse directamente a la Justicia para solicitar protección, incluso si está casada y sin que medie una decisión previa de separación. La Ley, que prevé asistencia jurídica y psicológica a la víctima, hace hincapié sobre la introducción en el sistema educativo de programas específicos, sin duda transversales, sobre la igualdad entre hombres y mujeres para corregir la desigualdad actual entre masculino/femenino.

Desde la época de la Independencia, una de las primeras medidas legislativas del Presidente Burguiba fue la revisión del Estatuto de la Mujer que reguló la igualdad de derechos, la separación, (incluso el Estado asumía la obligación de la pensión alimenticia si el marido no la cumplía, mientras durase el procedimiento judicial con previsión de incautación y embargo de bienes del causante), la tutela y autoridad materna de los hijos, la herencia, así como la libertad de la mujer en la elección de esposo...

Huelga recordar que en Túnez, durante la época colonial, coexistieron dos ordenamientos jurídicos (el francés para los colonos y la ley, con componentes importantes de derecho consuetudinario, para los árabes tunecinos), así como también coexistieron dos escuelas y dos sistemas de educación y enseñanza. Y tres confesiones religiosas; la católica, la musulmana mayoritaria y la judía. Durante el proceso de liberación nacional, las mezquitas fueron lugar de refugio y de preparación de acciones independentistas. La coexistencias anterior de las tres grandes religiones monoteístas se rompió durante la época del Gobernador General de Francia.

El Presidente Burguiba dio una alta prioridad a la educación. Túnez alcanzó altísimos indicadores de escolarización universal (llegando a superar el 90%, caso único y que sigue siéndolo en todo el mundo árabe). Tales niveles de escolarización, en un contexto de economía en desarrollo con el turismo como elemento de sostenibilidad, hizo posible que la mujer jugara un papel fundamental contra la radicalización islamista, contra el yihadismo terrorista y en favor de la transición democrática, llegando a ocupar alto puestos de dirección ejecutiva en la industria, la agricultura y los servicios. (Recuerdo que una mujer era presidente de la sociedad de grúas del puerto, otra de la naviera nacional, otra de un importante banco...). La mujer en Túnez llegó a ser consciente de todo lo que perdería si triunfaba en el país el radicalismo religioso, la imposición de la llamada ley islámica (sharia) y el terrorismo yihadista: Ellas estuvieron y están en primera fila de la democratización de Túnez y de su modernización.

La Ley que acaba de aprobar el Parlamento apunta directamente a la violencia por ellas padecida, sobre todo en el interior de los muros de sus casas, así como el acoso público. (A pesar de todo, se sigue estimando en un 47% las mujeres víctimas de la violencia familiar, lo que no distaría mucho de otras sociedades occidentales si se dispusiera de datos reales &ldquopor familia&rdquo).

La tensión dialéctica masculino/femenino está inserta en nuestras categorías de representación de las sociedades del planeta. Aristóteles sigue influenciando, está presente, para el mal y por supuesto para el bien del pensamiento. Sorprendente dicotomía. El gran reto se encuentra en los dispositivos correctores de la educación familiar (la educogénesis familiar) y de los sistemas educativos bajo sana presión de la incorporación de la mujer al trabajo productivo, lo que no implica en manera alguna que se haya alcanzado la real igualdad de derechos entre las personas humanas y que ello haya repercutido en nuestros sistemas de representación de nuestras sociedades. Queda un largo camino en perspectiva.

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