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Semana de pasión

Lunes, 8 de abril 2019, 00:04

La semana que comenzamos hoy lunes, la Semana de Pasión, está vinculada estrechamente con la Semana Santa, fiesta cristiana donde las haya junto a Navidad o Pascua de Resurrección. Estos siete días que atravesamos a partir de hoy, junto al magnífico pregón pronunciado por Paloma Saborido el sábado, en el teatro Cervantes de Málaga, suponen un pórtico más o menos descarado a la Semana Santa: una semana, esta última, donde el pueblo cristiano celebrará la pasión, muerte y resurrección de Cristo en pleno siglo XXI.

La Semana Santa será un periodo intenso que comenzará el domingo próximo con el recuerdo de la entrada de Jesús en Jerusalén a lomos de un borriquito como príncipe de la paz y finalizará al siguiente domingo, día en el que los seguidores del Nazareno celebrarán su resurrección, tras su muerte, gracias a la potencia transformadora del amor.

Por lo tanto, los próximos días se erigen como oportunidad de vivir una intensa experiencia de fe y amor. Con o sin cofradías. Porque se puede vivir la Semana Santa sin hermandades y cofradías. Ahora bien, no se puede vivir sin fe, al menos para quien es cristiano o cristiana; aunque hay quien entienda la Semana Santa, y es comprensible, como evento cultural amén de ocasión para disfrutar de un espectáculo magnífico de obras de arte en nuestros pueblos y ciudades que incorpora en su presentación una estética y banda sonora dignas de la mejor película religiosa.

La fe para el hombre y la mujer cristiano que pretenda vivir la Semana Santa es algo así como la comunicación, la alegría o el amor. Necesaria y buena. Otra cosa es que se tenga. Es don. Cuando alguien no cree en nada ni en nadie ha entrado en el camino de la muerte, de la pura nada, en la soledad total. Quizá sea esta una de las razones por las que hay un porcentaje muy alto de personas que viven sin ilusión vital: la falta de fe.

El mejor tratado sobre la fe es una madre que sonríe al hijo y lo levanta entre sus brazos a pesar de que la vida haya sido dura con ella. Esta fe, vinculada estrechamente a la esperanza, es libre, consciente y concreta. Es regalo. Y lo más grande que puede ocurrir. Es abandono, silencio y descanso. Supone descubrir que la sed de absoluto tiene nombre, también en la inminente Semana Santa.

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