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A lo largo de la década de los sesenta del pasado siglo, Marbella pasó de tener una población de poco más de doce mil habitantes en 1960, a casi cincuenta y cinco mil en 1975. En este contexto encontramos los orígenes de Santa Marta, de las dos promociones que llevan el mismo nombre: la de Leganitos y la de Huerta del Boticario, que es la que ocupa este espacio. Fue en 1962 cuando se constituyó la Cooperativa Sindical de la Vivienda 'Santa Marta', a la que el Ayuntamiento cedió gratuitamente dos parcelas en la Huerta de Leganitos para la construcción de las necesarias viviendas sociales. Transcurridos cinco años desde la inscripción fundacional de la cooperativa, las obras no habían comenzado. En 1967 el Delegado Sindical, Antonio Robles, le encargó la dinamización del proceso al periodista, director de la emisora sindical Radio Marbella, Juan Carlos Reina Lozano. Se comprometió con los socios cooperativos a que las viviendas estarían terminadas en el plazo de un año. Cada socio, hasta entonces, solamente había desembolsado cinco mil pesetas. Antes de pasar un año había terminado las primeras fases gracias al sistema constructivo del 'Tabibloq' que había patentado el alemán Rodolfo Rafael Huth Kraus, quien ya lo había empleado en la construcción de 'Parque Antena', en Estepona.
Era evidente que las obras de Santa Marta de Leganitos habían sido un éxito y ello animó a Juan Carlos Reina para adquirir en nombre de la cooperativa una amplia parcela en la Huerta del Boticario o de los Hallazgos, cuyo propietario era conocido como Enrique 'el Sastre', con la intención de construir ciento noventa y seis viviendas más. La inversión en la compra del terreno superó los tres millones doscientas mil pesetas, a lo que habría que añadir el coste de la pavimentación de las calles y el alumbrado. Desde el comienzo surgieron los problemas: el primero fue la escasa solidez del terreno que dificultaban los cimientos, lo que necesitó de la colocación de unas plataformas de hormigón que aumentó considerablemente el coste. Con objeto de poder terminar la obra, ante la paralización por parte de Rodolfo Rafael, que atravesaba mala situación económica, aunque fuese con retraso y encarecimiento, Reina Lozano tuvo que constituir una constructora. A esta situación adversa se unió la construcción de vivienda por parte de otras empresas a precios superiores y que se dedicaron a boicotear el proceso de la construcción de Santa Marta. Tampoco faltó la influencia de las malas relaciones existentes entre los técnicos del Ministerio de la Vivienda en Málaga con el aparejador de la cooperativa de Santa Marta, lo que acarreo lentitud en los permisos y muchas objeciones al proyecto. La Caja de Ahorros de Ronda se negó en un principio a conceder los créditos hipotecarios, pero, al final se consiguió gracias a la medición del Arcipreste Rodrigo Bocanegra. Los trámites burocráticos que se encontraban paralizados, fueron superados mediante la intervención de la viuda del general don Saturnino González Badía, quien concertó una entrevista con el ministro de la vivienda, Sr. Mortes Alfonso.
La calificación definitiva sería obtenida con seis meses de retraso. El coste final de las viviendas fue de ciento ochenta mil pesetas. La realidad es que faltaban una serie de detalles importantes que las volvió a encarecer, cuando se hizo cargo de la finalización en última instancia la propia Caja de Ahorros de Ronda, ante la dimisión de Juan Carlos Reina. Esta dimisión fue debido a la presión de los socios de la cooperativa que no encontraron adecuada la gestión que había venido realizando. Llegaron a presentar en el juzgado una querella criminal contra Reina Lozano que fue archivada tras la realización de una auditoría y la entrega al juez de toda la documentación contable.
A pesar de todos los problemas surgidos, Santa Marta nació como barrio y, con el tiempo, fueron superándose las muchas deficiencias que presentaba y entre las que se encontraba la mala comunicación con el resto de Marbella, consistentes en vía de tierra rojiza que provocaba verdaderas nubes de polvo en los días ventosos y un auténtico barrizal en la temporada de lluvias. Los vecinos de Santa Marta utilizaban la expresión «bajar a Marbella» y efectivamente había una considerable distancia, muchas veces vadeando el río de las Tenerías o de la Barbacana, que se encontraba a cielo abierto en casi todo su recorrido.
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