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Podemitas

Miércoles, 23 de enero 2019, 00:09

Hay pocas fuerzas tan absorbentes como la costumbre. Ocurre también en política, donde a menudo se valora más lo malo conocido que la gestión por ... conocer. En un microrrelato, Andrés Neuman dibuja el recorrido del miedo electoral utilizando la imagen de una papeleta situada junto a una ventana abierta: «Tembló con el cambio de aire, rotó, pareció levitar, se dobló como una ola, como un caballo rampante, destacando sobre el resto de papeletas. La mano la esquivó y levantó la de siempre». ¿Le faltó altura al vuelo o valentía al votante? Pablo Iglesias creyó que todas las manos levantarían su papeleta, aunque ya ni siquiera convenza a los suyos. Hasta Íñigo Errejón, su íntimo amigo, se ha bajado del barco cuando el agua le ha llegado a los tobillos. Entre la deslealtad y el naufragio muchos eligen una puñalada que les ponga a salvo. Arreglar el mundo resulta sencillo en la barra de un bar, sobre todo cuando estás inspirado por los licores furiosos de los que escribía Pizarnik. Las administraciones y su maraña burocrática son otro cantar: uno más aburrido, por momentos exasperante, casi como el gregoriano. Pero diría que hay algo, por encima de cuestiones ideológicas, o tal vez por debajo, que nunca le han perdonado a Podemos: su juventud.

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