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Emoticonos

ELENA MORENO SCHEREDRE

Viernes, 5 de julio 2019, 07:41

Si poner cara de circunstancias, subir los hombros, o sonreír sin pronunciar una palabra conforma el lenguaje gestual utilizado para eludir un compromiso verbal, los emojis o emoticonos, son un código internacional que ha alcanzado tanta categoría que se bastan para competir en el Festival de cine Tribeca en Nueva York. No nos hablarán de la ineptitud y morro de nuestros políticos ni de la desertización, pero con el tiempo quien sabe si se convertirán en el tan deseado 'esperanto' universal y veremos al presidente del Gobierno alzando en el Congreso de los Diputados unas tablillas con esos pequeños pictogramas que utilizamos a través de la comunicación digital, que complementan nuestros mensajes y emociones. Podemos crear el 'Que te den', 'Ni contigo ni sin ti tienen mis penas remedio' o el 'Yo invito a otra ronda electoral'. Ya existe la 'emojipedia', un organismo que se encarga de actualizar o desechar los dibujitos de nuestro teclado. La palabra emoji proviene del japonés; 'e' significa imagen, y 'moji' significa letra o carácter. Fueron creados, también por un japonés, para una empresa de comunicación móvil que pretendía minimizar la complejidad de su escritura y, el no menos, indescifrable teclado. Se inspiraron en la caricatura japonesa o dibujo manga, que aquí conocimos cuando Heidi fue a visitar a su abuelo a los Alpes Marco cruzó océanos en una búsqueda infinita de su madre. En realidad estaban inventados por todas las civilizaciones que han representado su vida en símbolos y a cuya ciencia se llamó semiótica, pero como todo lo que sale de un teclado se convierte en pandemia, el fenómeno global ha dado libertad, casi diría, vida propia a estos iconos, creando un vasto campo metafórico. Cuando el pelma de turno, incluido en un grupo de whatsapp, te bombardea con vídeos de gentes que no saben qué hacer con su tiempo, apelas a esas caritas amarillas que sin gafas no sabes si ríen o lloran y además te importa un pimiento lo que hagan. El problema viene, como casi siempre, con el desconocimiento del empleo de algunos de estos símbolos. Una mano con un par de dedos alzados puede no significar lo que usted cree. Los emojis, como las palabras, han alcanzado el sutil carácter del doble sentido. El mundo de las frutas y verduras, por ejemplo, se ha convertido en turgentes metáforas propicias para encuentros cibernéticos. Es desaconsejable utilizar una berenjena y también una especie de concha de Santiago, pues puede usted meterse en problemas o estar haciendo sugerencias que no piensa cumplir al desconocer las acepciones iconográficas. Un ejecutivo que viajó a Japón me dijo que había sobrevivido a base de emoticonos: «es como viajar con diccionario; todo el mundo entiende que necesitas amor cuando enseñas un corazón, o te indican donde está el servicio cuando muestras un mocordo con ojos asustados».

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