Elon Musk: crónica de una traición presidencial
La política es exceso. El poder hambriento. La democracia servida en un plato. El líder desmemoriado y ensoberbecido. Donald Trump traicionando a Elon Musk.
El ... presidente de EEUU despidió este pasado viernes a su hacedor más importante, el propietario de X. Sus rostros en el despacho oval de la Casa Blanca dictaron la crónica de su cruenta separación. Parecían dos púgiles en la rueda de prensa después de un combate. Musk lucía un ojo amoratado, su particular oreja de coliflor u oreja de boxeador, manteniéndose en todo momento de pie. Trump permaneció sentado en el trono que le había consiguido Elon, mostrando su poder, pero también su dependencia.
El 13 de julio de 2024, el mismo día en que Trump fue tiroteado en un mitin de campaña en Butler, el genio empresarial declaró oficialmente su respaldo a la candidatura republicana a la presidencia de Estados Unidos. Ese día Trump ganó las elecciones a Kamala Harris. El papel del hombre más rico del mundo fue indispensable para que los republicanos obtuvieran una victoria histórica. No solo puso el dinero que ellos no tenían, sino que cedió su imperio tecnológico al servicio de la causa: datos, relaciones, equipos, algoritmos. Hizo que X lo catapultara al lugar de donde lo habían echado, que las big tech dejaran de mirar solo a la izquierda y le abrieran el paso a sus pasillos digitales. Trump, experto en devorar aliados y desechar mecenas, lo aplaudió primero y lo arrinconó después. Una vez conquistada la Casa Blanca, el magnate sudafricano pasó de socio estratégico a figurante. Musk no lo dice, pero lo piensa: gané unas elecciones, pero perdí un gobierno. La traición de Trump ha sido fría y ejecutiva. Elon comprobó que el gabinete presidencial quería solo hacer política y no cambiar verdaderamente las cosas. Los aranceles o el último plan fiscal aprobado que aumentará el déficit presupuestario del país son dos magníficos ejemplos del fariseísmo republicano. Los políticos solo quieren gastar el dinero de los ciudadanos. La misma lógica que aplicó Trump con tantos antes se la regaló al que fuera su amigo: una vez cruzado el río, la barca sobra.
Pero Musk no es Giuliani ni Bannon. Tiene tiempo, dinero y una empresa que fabrica cohetes mientras él duerme. Esperará. Y cuando Trump y su gabinete muestren su óxido e incapacidad, mirarán atrás y comprobarán que un nuevo líder más brillante que cada uno de ellos está a hombros del nuevo Musk. Si obró el milagro con el peor candidato, puede hacerlo con otro mejor, o incluso con él mismo. La historia no siempre la escriben los vencedores. A veces, la reescriben los traicionados que se ganan el derecho a regresar.
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