Elogio de la pandereta
FRANCISCO APAOLAZA
Jueves, 12 de septiembre 2019, 08:04
Cuando era un niño, pensaba que Camilo Sesto era Camilo Sexto, pues quizás viera él a un rey loco, un Luis XIV de sí mismo. Ahora que ha pedido la cuenta creo que España tiene a Camilo Sesto en el debe, pues convirtió a un artista en una excusa para la mofa y relegó al territorio de la risa a un cantante sólido y prolífico que mantuvo su personalidad y su coherencia artística desde el principio de su carrera hasta el final. Elevo a Camilo VI, pisoteado por la españolía, pues de haber nacido en otro país, lo hubieran tratado como a Bowie o a Gainsbourg, y en España se rieron de él hasta recluirlo en el palacio de la vulgaridad de un chalé de Torrelodones como una muñeca rota, despeinada y mal maquillada. Si hubiera sido francés, hubiera sido un cantante de culto. España convierte al friqui en artista y al artista, en friqui.
El español navega entre la vergüenza de lo suyo y un orgullo desmedido por esas mismas cosas, de manera que siempre tropieza en el complejo o en el chauvinismo, que son la salida y la meta del cateto. Ahí se contienen todos sus registros: desde el español que aquí reniega de todas las cosas hasta el paisano que en el extranjero pregona con su natural ruidoso, indiscreto y soez, que lo suyo es lo mejor y que qué malas están las croquetas del restaurante español de Pekín al que acude con obsesión y a la vez con asco. Vive carcomida por el odio autoinmune que se la va comiendo por los pies. Así, un tipo que va por Sevilla diciendo que habría que prohibir la Semana Santa coge un avión y siempre encuentra la verdad de la vida en la espiritualidad en la ceremonia de la mayoría de edad del mono de Sumatra y entra en trance con liturgias que en su propio país calificaría de carpetovetónicas y propias de una España a olvidar.
Para ese español, el desierto del Namib es un paraíso, pero después no viaja a Soria porque no hay nadie. La jota es la España de pandereta, los toros son de pandereta, la copla es de pandereta, Camilo Sesto era un cantante de pandereta y, en general, todo remite a la pandereta; no sé qué le han hecho las panderetas.
Allá donde se invoca la vergüenza de la España de pandereta es donde habita la verdadera España de pandereta.
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