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Jueves, 29 de mayo 2025, 02:00
La ruptura por Israel de la tregua con Hamás a mediados de marzo no solo supuso la reanudación de los bombardeos a gran escala en ... Gaza. Abrió además un periodo de dos meses y medio en el que se suspendió toda entrada de alimentos, medicinas y combustible a un territorio ocupado, devastado y sin apenas instalaciones sanitarias en el que sobreviven más de dos millones de personas. La enfermedad, la desnutrición y el hambre pura y dura, los cadáveres de niños en los huesos, alentaron una creciente presión internacional sobre Tel Aviv. Desde el Papa León XIV a gobiernos aliados, los llamamientos a cesar los ataques y permitir el acceso de suministros lograron un débil respiro en el cerco medieval a la Franja. Durante unos días recibieron permiso para entrar los camiones de la ONU, aunque su carga apenas cubría una quinta parte de las necesidades. Y con la perspectiva de que la Fundación Humanitaria para Gaza (GHF), con apoyo israelí y estadounidense, se encargaría en breve de la atención de los palestinos.
La asistencia privatizada a los civiles se estrenó el martes con un desgraciado fiasco. Una sociedad creada en Suiza en febrero y ya investigada en este país por denuncias de opacidad gestiona el hambre de los gazatíes, pero en modo alguno se propone acabar con las privaciones de la inmensa mayoría. Exmilitares con antibalas entregan paquetes de comida a civiles obligados a desplazarse al menos quince kilómetros bajo el sol, por una zona de guerra, para terminar recluidos en jaulas antes de obtener unos alimentos que durarán solo unos días. La deshumanización de la ayuda humanitaria. La desorganización y la masiva afluencia de demandantes, que desoyeron las advertencias en contra de Hamás, provocaron disturbios que se debieron prever, la huida de los mercenarios y disparos del ejército ocupante que causaron al menos un muerto y decenas de heridos. La falta de profesionalidad de GHF, el desconocimiento de quiénes la financian o de si dispone de los recursos necesarios para tan sensible cometido, alientan a Naciones Unidas y a otras organizaciones acreditadas a reclamar a Israel que les permita encargarse de una tarea para la que disponen de cantidades masivas de alimentos y medicinas y de las redes para hacerlas llegar a una población exhausta. Un gesto positivo de Israel y EE UU permitiría disipar la sospecha sobre el verdadero fin de su fórmula: ayudar a los civiles o extremar su control.
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