Abu Simbel y el Sitio de los Dólmenes
El Sol sirve como marcador tanto en el templo egipcio como en el conjunto megalítico de Antequera
Bartolomé Ruiz
Arqueólogo
Lunes, 24 de abril 2023, 02:00
El Templo de Abu Simbel, en la región de Nubia, a 1.200 kilómetros al sur de El Cairo, fue construido por orden de Ramsés ... II durante su reinado (1279- 1213 a.C.) para conmemorar su victoria en la batalla de Qadesh. Está inscrito en la Lista de Patrimonio Mundial desde 1979.
En la mañana del pasado día 22 de febrero, a las 6:22 h, pudimos contemplar la alineación solar con el templo de Abu Simbel, un fenómeno que se repite dos veces al año desde el siglo XIII a. C. y relacionado con el inicio de la época de la inundación del río Nilo y la agricultura, el 22 de febrero, mientras que el 22 de octubre representaba el principio de la temporada de la cosecha: los rayos de luz atraviesan un corredor de 60 metros, e iluminan tres de las cuatro estatuas sedentes que se encuentran al final del sancta sanctorum o naos, de Ramsés II, de Ra el dios del Sol, y de Amón rey de los dioses, excepto la estatua del dios Ptah, relacionado con el inframundo (Duat), que permanece en penumbra, al estar asociado a la oscuridad y a las tinieblas. El sol regresa a su cita ininterrumpida con Ramsés II por más de 3.300 años.
El fenómeno duró unos 20 minutos, en presencia de más de 6.000 turistas de todo el mundo, de egiptólogos y arqueoastrónomos. El Sitio de los Dólmenes de Antequera, declarado Patrimonio Mundial en 2016 por la UNESCO, es un bien cultural en serie que comprende tres monumentos: los dólmenes de Menga y de Viera y el tholos de El Romeral, además de dos monumentos naturales: las formaciones montañosas de La Peña de los Enamorados y El Torcal, que constituyen dos referencias visuales en el corazón del bien.
Se trata de un gran centro ritual con una de las más antiguas y originales formas de monumentalización paisajística mediante la integración de arquitectura y naturaleza que se conoce en la Prehistoria mundial.
De los tres monumentos megalíticos el dolmen de Viera es el prototipo de dolmen neolítico de la Península Ibérica, reconocible por su estructura adintelada y su orientación celeste a la salida del sol en los equinoccios de primavera y otoño. Aunque están perdidos algunos elementos del primer tramo del corredor y masa tumular, se ha comprobado con reconstrucciones efímeras que en el amanecer de los equinoccios, el primer rayo de luz se adentra poco a poco y se comienza a retirar justo cuando alcanza el umbral de la cámara funeraria, que queda en penumbra. De este modo, la luz del sol se concibe como un recurso arquitectónico que simboliza el encuentro entre el ámbito iluminado de los vivos en el corredor y el ámbito en penumbra de los ancestros en la cámara.
Esto implica que para su construcción estas comunidades observaron que la salida del sol cambiaba de posición en el horizonte a lo largo de un año, identificaron que las posiciones extremas se correspondían con la noche más corta y más larga del año (es decir, con los solsticios de verano e invierno) y que la posición media se repetía dos veces en un mismo ciclo (es decir, en los equinoccios de primavera y otoño). De este modo, construyeron el dolmen haciendo coincidir su eje con el amanecer del equinoccio del otoño para reconocer el cambio de estación y poder organizar sus ciclos de siembra y recolección. Por lo tanto, el dolmen de Viera no se puede comprender sólo como un lugar de enterramiento sino también como un recurso práctico a modo de calendario para estas comunidades agrícolas que poblaron la fértil vega de Antequera hace más de 5.500 años.
Su Valor Universal Excepcional reside precisamente en plasmar la cosmovisión del canon de dolmen orientado al amanecer del sol que sirve como marcador estacional y simboliza la relación entre el mundo de los vivos y de los ancestros, que en la mañana del pasado día 21 de marzo, a las 7:53 h, se ha podido contemplar de nuevo con la entrada de la luz del Sol por la primera puerta perforada que da paso al corredor, iluminando el camino que marca la vida, hasta el umbral de la segunda puerta que da acceso a la cámara funeraria, que queda en sombra.
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