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A CADA UNO LO SUYO

Chulos de playa

Muchos socorristas sienten impotencia e indignación cuando reciben, ante sus requerimientos, indiferencia, y a veces chuleo

PEDRO MORENO BRENES

Domingo, 4 de septiembre 2016, 10:16

Mal año ha sido este en España para la secular relación del agua con el ser humano. No me refiero ahora a que suenan tambores de sequía por la poca lluvia caída ni tampoco a los desastres que provoca lo contrario, el aluvión de agua en poco espacio y tiempo y que se lleva por delante a veces a todo lo que pilla por delante. El luto ha llegado este año a muchas familias que han perdido a uno de sus miembros cuando el chapoteo en el agua era voluntario y casi siempre como parte del ocio veraniego.

321 ahogados en nuestro país a 1 de septiembre, más de la mitad en playas y el resto, entre otros, en ríos, piscinas, canales, puertos y pantanos, según la Real Federación Española de Salvamento y Socorrismo. Cuatro de cada cinco de las personas ahogadas murieron en lugares sin servicio de socorristas en el momento del accidente. Málaga, mi ciudad, se ha llevado un alto y trágico porcentaje de estas víctimas. Un panorama desolador cuando de lo que se trataba era de pasarlo bien en el agua estos días de calor extremo. Sobre las causas de tanto siniestro acuático habrá en algunos casos imprevistos incontrolables pero parece que la imprudencia se lleva la palma en estos sucesos. Cuando no se puede, no se puede y un elemental instinto de conservación debería llevarnos a no competir con los animalitos diseñados genéticamente para nadar. Hay días muy malos, con el agua muy brava o con zonas traicioneras que llevan muchas muescas de ahogados. Cuando no hay socorristas cerca, el sentido común del bañista y de los acompañantes son el mejor aliado de la seguridad, y cuando hay señales de peligro y un profesional del salvamento presta sus servicios la cosa es muy simple, como con el coche, obedecer sus indicaciones es la mejor forma de que el día acabe bien.

Pero muchas veces sale esa vena autosuficiente que gastan algunos, es el equivalente al «yo controlo» del beodo que quiere coger el coche pero referido ahora a supuestas dotes de nadador frente a viento y marea.

Por estas razones es normal que muchos socorristas sientan impotencia e indignación cuando reciben, ante sus requerimientos, indiferencia, y a veces chuleo. Como bien dice uno de ellos en una carta pública a un bañista, debe ser molesto soportar los pitidos para que no se meta en el agua con bandera roja pero mucho peor es el reto a su seguridad y a la ajena, en especial a la del socorrista, profesional que debería en mi opinión contar con más medios y con un marco jurídico que le otorgue autoridad suficiente para poner en su sitio, cuando sea necesario, a determinados chulos de playa.

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