El insulto
Antonio Garrido
Domingo, 28 de agosto 2016, 10:27
Se ha afirmado, con mucha razón, que los campos de fútbol y las plazas de toros son lugares donde el insulto al árbitro, a la ... presidencia, al jugador y al torero tiene vía libre. No hace mucho lo pude comprobar cuando un espectador lanzaba todo tipo de denuestos; aquello no era boca, a un torero que había dejado que el picador reventara al toro con cuatro varas.
Los gritos del airado aficionado llegaban al cielo y me puse a observar al público más próximo; en otros tiempos casi todos se hubieran abonado a los improperios con todo entusiasmo pero no era así. Los más próximos lo miraban con expresión de asentimiento pero se limitaban a silbar y poco más.
Las actitudes ante el lenguaje siempre están cambiando, de manera más o menos lenta y no cabe duda de que en las últimas décadas el insulto ha pasado a usarse con prudencia; de la misma manera que el piropo está casi muerto en el uso. Una de las razones es que te pueden poner una denuncia y caerte una multa cuando antes en el imaginario colectivo a nadie se le hubiera ocurrido cosa semejante. Se insultaba con alegría, desparpajo y mala leche, incluso con ingenio. Insultar con propiedad no está al alcance de cualquiera.
Cierto es que se pueden recurrir a palabras desusadas pero el acto de habla pierde mucha frescura porque el receptor seguramente no entenderá el término. Es el caso de 'bultuntum' que se puede lanzar a quien habla sin ton ni son pero no lo recomiendo porque es casi igual que la «al buen tuntún» y esa forma sí es conocida. Una palabra que se empleó mucho el siglo pasado fue 'carcunda', para referirse a persona de ideas retrógradas. En tiempos más próximos se empleó mucho 'carca'; con el mismo sentido se empleó 'cavernícola'.
Hay que tener cuidado con este recurso que, la verdad sea dicha, no es muy eficaz. De lo sublime a lo ridículo no hay más que un paso y usar determinadas palabras ya no ofenden sino que al que las dice lo convierten en un cursi redomado; así emplear 'crápula' o 'casquivano' para lo único que sirve es para que el receptor ponga cara de póker o que se ría a mandíbula batiente.
A una persona que siempre está excitado sexualmente se le puede aplicar 'verriondo', aunque con propiedad el término es adecuado para el cerdo cuando está en celo. Nunca me cansaré de afirmar que el universo de las palabras es el más maravilloso que existe. Esta palabra, por ejemplo, con la que imaginamos al animalito persiguiendo a las hembras por la porqueriza entre gruñidos estimulantes significa también hierba marchita. La misma palabra y dos mundos opuestos pero no me voy a poner trascendente.
Como ejemplo de lo que llevo dicho me remito a una serie de televisión muy popular, 'Aida'. Los guionistas muestran en cada episodio su ingenio que no es escaso. Dos adolescentes son paradigma de lo culto y de lo cursi. Lo saben todo. Hay una escena en la que los dos se empiezan a insultar pero lo hacen con léxico culto e incomprensible para el resto de la clase. Un tercer personaje les ruega que se insulten con normalidad.
Como la cultura en general y la religiosa en particular están de capa caída no es extraño que un insulto que se consideraba grave no se use y no se comprenda. '¡Barrabás!' Si hacemos una breve encuesta comprobaremos que el peligroso maleante que fue indultado en lugar de Jesús es un perfecto desconocido. Se usaba para nombrar a alguien muy malo que se merecía un castigo que no recibió.
Para el léxico del insulto también hay modas y el tiempo deja de usar unos términos para que surjan otros; propongo al lector avisado que reconozca en esta listas los que son insultos: adufe, artabán, brasas, calambuco, caldúo, dondiego, escolimoso, filimincias, foligoso, ganapio, habahelá, letrín, manegueta, metijaco, ovejo, papirote, peterete, ríeleches, sinentraero, tagarote, zamacuco, zullenco. Reconozco que no sé el significado de la inmensa mayoría de las palabras hasta que no lo he buscado en el diccionario; por cierto que he recurrido a ediciones antiguas porque la RAE, pese a lo que se diga, ha retirado la mayoría ya que es léxico sin uso, o con uso muy restringido.
Todos son insultos. Siempre existe una base que cambia muy poco pero está amenazada por aquello de lo políticamente correcto.
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