DECISIONES EXTREMAS
PEDRO RAMÍREZ
Domingo, 5 de junio 2016, 10:35
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PEDRO RAMÍREZ
Domingo, 5 de junio 2016, 10:35
España afronta el día 26 unas nuevas, capitales e históricas elecciones de cuyo desenlace depende el futuro de nuestro país y sus ciudadanos. El que gane o, mejor dicho, gobierne se lo lleva todo e impondrá su modelo de Estado a la vez que tendrá que dar respuestas y certezas a los problemas que nos acucian, que, lamentablemente, son muchos y serios.
Los ciudadanos debemos volver a decidir, por segunda vez en tan corto plazo de tiempo, para que nuestros políticos asuman ¡por fin! sin posicionamientos egocéntricos la toma de decisiones aplazadas que les toca, inspiradas, a ser posible, en el bien común, que es también decir el bien de todos sin sectarismo ni exclusiones. Disculpen, ¡vaya ingenuidad acabo de escribir!
«Tomar buenas decisiones es una habilidad crucial en cada nivel» (Peter Drucker) y nos atañe a todos y en todos los órdenes de la vida: en las elecciones, en la empresa, en el mundo del deporte o en la familia. Que no se pueden postergar ni rehuir, porque tienen su tiempo, su momento, porque el no tomarlas o aplazarlas son también decisiones, pero que acaban escapando de nuestro control o tiene imprevisibles consecuencias.
Asumirlas siempre requiere responsabilidad, valentía y, para que puedan llegar a ser las mejores, exigen principalmente preparación, formación, experiencia y tomarlas con la suficiente distancia del ardor o la emoción del último instante vivido. También intuición y oportunidad. Ni es solo una cuestión de números ni, de lo contrario, decidir siempre es arriesgado porque el que lo hace queda expuesto inevitablemente al error o la equivocación como a la crítica de los que 'las ven venir' o de los que «ya lo había dicho yo».
Las decisiones son más fáciles de tomar cuando son fruto del consenso y responden a las exigencias de una filosofía propia de un proyecto o una forma de entender una empresa o un club. Cuando hay un modelo empresarial o deportivo claro, con unos principios generales que nos guían y que acabarán siendo la mejor fuente de inspiración para darnos la mayoría de las respuestas.
Pero al otro extremo de nuestras prioridades vitales siempre queda el deporte, por su carácter lúdico, porque forma parte de lo divertido, de lo que nos evade de esas otras preocupaciones aun formando parte de nosotros mismos, de nuestras pasiones e íntimas emociones. Así debe ser y ese debe ser su sitio porque de lo contrario pasa lo que desgraciadamente y en demasiadas ocasiones, transformando en violencia, vemos en los estadios o canchas de todo el mundo.
De la misma manera también nuestro Unicaja, en estos momentos, tiene ante sí un enorme desafío en lo que, sin duda, será una intensa postemporada, muy exigente y con muchas decisiones pendientes que tomar, que no solo obliga a una reestructuración profunda de la plantilla, una vez más, sino también a reemprender el rumbo perdido en esta última y desconcertante temporada, después de un idílico periodo de comunión, repleto de competitividad e ilusiones compartidas por todos: aficionados, jugadores, cuerpo técnico y directiva. Las derrotas, una tras otra, y ese periodo de impotencia que vivió el equipo parece que rompieron la armonía y también admiraciones mutuas. No saber estar a 'las duras' dejó unas heridas que ponen más difícil que nunca conciliar intereses y consensuar un mismo destino. Así, el club tendrá que pronunciarse pronto o esperar a que suceda lo inevitable, decidir por sí mismo o consensuar cuanto antes la continuidad de unos, la salida de otros o adoptar las medidas necesarias que redefinan las claves de lo que quiere ser y ha de ser un equipo ganador. En suma, la importancia de unas decisiones donde hay muchísimo en juego.
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