El desapego al metro
En un ejercicio de empatía se puede llegar a entender el rechazo de los vecinos al tranvía hasta el Civil
Javier Recio
Miércoles, 25 de noviembre 2015, 11:42
Que el metro no levanta pasiones es algo incontestable en Málaga, sobre todo, entre los vecinos por donde está anunciada su próxima parada. Y hay que analizar los porqués. Más allá de los vaivenes políticos del alcalde, que los ha tenido y que nadie dude de que los seguirá teniendo, se debe hacer un ejercicio de empatía para comprender a los malagueños que no quieren tener este medio de transporte en su barrio. La verdad es que visto con perspectiva los antecedentes no resultan muy alentadores. Vamos que no hay por qué considerar a los vecinos de Eugenio Gross unos descerebrados. Se ve que no han olvidado que las obras del suburbano en la carretera de Cádiz llevó la ruina a todos los comercios de la calle. Eso es así y un año después de que se haya puesto en marcha el suburbano el maná que lo acompañaría no acaba de llegar a la zona, donde a duras penas se está produciendo un resurgimiento comercial. Otro factor que explica este desapego puede ser el de la utilidad del metro. Un transporte que no te lleva al centro no tiene mucho sentido. El gran error de este proyecto es haberlo empezado desde los barrios al casco histórico, cuando lo lógico es que se hubiera hecho al revés, que el centro se hubiera estado acercando de manera sucesiva a cada barrio. Actualmente, las líneas que están en funcionamiento sirven, grosso modo, para que los vecinos de la Carretera de Cádiz vayan al Clínico y la Universidad o para que los de Teatinos vayan a Vialia o al Martín Carpena. Está bien, pero resulta insuficiente. Y se verá cuando abran las estaciones de El Corte Inglés y la Alameda, que provocarán que los vagones del metro ya no vayan medio vacío, como ocurre actualmente. Otra de las razones que pueden ayudar a entender a los vecinos de Eugenio Gross es que el metro no es realmente un metro, sino un tranvía. Por un lado, no tiene la velocidad que alcanza el de Madrid, ni tiene su capacidad de viajeros. Y por otra, ¿qué razón objetiva hay para que en la Carretera de Cádiz vaya bajo tierra y sin embargo la línea hasta el Civil vaya en superficie? Seguramente hay argumentos que así lo aconsejen, pero si uno se pone en el lugar de estos vecinos es muy posible que no encuentren ninguno.
Lo realmente grave de este asunto es que un proyecto que ha costado cientos de millones y que mantenerlo cada año cuesta otra millonada no acaba de seducir a los malagueños. Pero no siempre se puede gobernar al gusto de todos, por lo que el alcalde y la Junta tienen que decidir qué hacer ante el rechazo vecinal. Para eso se les elige y se les paga. Pero también hay que comprender a los vecinos, a los que por lo menos no se les debe quitar el derecho al pataleo. Que puede estar hasta más que justificado...
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