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ANTONIO GARRIDO
Domingo, 20 de septiembre 2015, 13:53
La lengua nos da sorpresas. El plano léxico, el de las palabras es el que más nos sorprende por nuestro desconocimiento de tantas y tantas palabras. Estaba leyendo el último libro de cuentos de Cristina Fernández Cubas, La habitación de Nona, excelente como todos los suyos. En el volumen se incluye El final de Barbro. Se trata de unas trillizas jóvenes que adoran a su padre, viudo. El hombre, aún de buen ver, quiere encontrar con quien compartir su vida. Un buen día rejuvenece y les comunica que ha encontrado a Barbro. Se trata de una mujer muy bella. Se organiza una cena para presentarla. Todo va bien. A la semana se casan y las hijas afirman en la voz de la narradora: «Quizá la primera vez que entendíamos en carne propia el verdadero alcance de la palabra alipori».
¡Pardiez! Exclamé usando una palabra que no se emplea, casi. Ni la menor idea del término. Voy a DRAE y está como uso coloquial: vergüenza ajena. Mira que bien. En la red aún no está disponible la vigesimotercera edición del diccionario y por curiosidad la consultó; en efecto, allí está. También la trae María Moliner y Seco, que pone como ejemplo de uso un texto de Gil de Biedma: «En la libre conversación de la lectura, dichosamente a salvo de respetos mundanos, verme de pronto sobrecogido por un espasmo de alipori lo perdono mal».
Las hermanas del cuento sintieron alipori al ver a su padre y a Berbro en dulces y tiernos zureos amorosos; en especial porque ella lo llama papi, papi y él la proclama: Amor. La verdad es que el binomio Papi-Amor es excesivo. La vergüenza ajena es ese sentimiento que invade cuando vemos a otros hacer cosas que nos parecen ridículas. No digamos un padre. ¿De dónde viene la palabra? Sobre todo cuando encuentro las variantes: lipori y aliperi.
Me pongo a indagar y encuentro que sería una forma moderna debida al ingenio de Eugenio DOrs. Que la usa el escritor catalán es claro. Encuentro un artículo de Capmany y otro de Antonio Burgos donde se afirma el sentimiento de «vergüenza y alipori» que funcionan como sinónimos. ¿Por qué se usan las dos palabras? ¿Será porque alipori es muy rara? Seguramente. En cuanto al origen, se afirma que DOrs la tomó del italiano pero no aparece en los diccionarios de la lengua de la península itálica. Leo que es de origen vasco, me tiento la ropa y no me interno en semejante fragosidad. También hay quien cree que procede del latín alius y pudor. Lo cierto es que la etimología es dudosa.
Por aquello de esta dedicación al idioma tengo amigos e informantes que me hacen consultas, lo que me satisface sobremanera. Uno de ellos es muy castizo y me planteaba que en lugar de váter se debía emplear la forma retrete que es de mucha más tradición. Le dije que eso de la tradición en el uso del léxico es materia más que dudosa. La palabra, sin embargo, merece comentario.
El origen se atribuye al provenzal o al catalán y se ofrecen tres sentidos: Aposento dotado de las instalaciones necesarias para orinar y evacuar el vientre. Lo de aposento es mucho decir y lo de evacuar el vientre, en fin, un poco anticuada la definición. La segunda: Estas instalaciones. La tercera que ya no se usa pero que es muy curiosa: Cuarto pequeño en la casa o habitación destinado para retirarse. De este modo se comprende los ejemplos que siguen: «que por su retrete no pueda entrar nadie que no tuviese llave», «que en el pequeño retrete había gran claridad, no de hachas ni bujías», «apartándonos al retrete de dicho Concejo», «Llamó el Tirano a palacio y en un retrete lo hizo degollar», «le mandó meter en un retrete entre dos paredes que estaba junto a su recámara».
Este significado no tenía nada negativo, al contrario. En la corte existía el rango de «dueña de retrete» que era la de menor rango entre todas: «Mujer viuda que para autoridad y respeto, y para guarda de las demás criadas, había en las casas principales». La palabra se usa poco y se utilizan otras que bordean el escrúpulo: váter, servicio, aseo. Si alguien usa excusado es un aparecido de otro siglo.
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