Y otra vez las 'avingudas' petadas con la banderita de Wifredo el Velloso, y otra vez los reyezuelos con la barbilla 'al vent', y otra vez los aplaudidores de siempre, y los niños rubios (todos los catalanes son rubios enTV3) con la 'estelada' en el carrito. Y otra vez un chorro de castellers subiéndose a un cielo tan alto como la Luna. Y otra vez Jordi Pujol descojonándose de la UDEF con su prole de Daltons emprendedores. Porque, querido lector de lunes, dan las encuestas y el sentido común con una realidad clara: Cataluña es un campero. Sí, sí, Cataluña es un campero con el corazón de chorizo y un pan payés que quizá tape el vacío de casquería que nos venden como democracia. Cataluña es un campero al que le chorrean las miasmas al primer bocado. El campero catalán es ese campero al que le sobra pan (un 3% de pan) y le falta condumio. Hay en el campero catalán mucha mayonesa, un huevo rancio, lechugas ya podridas y lo que aquí llamamos 'letra menúa' donde debería estar la carne, el atún o el pollo (¿verdad, Farid?).
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La Cataluña de Mas es el campero con el huevo revenido. En España faltan comedores pero Artur Mas se fía largo su chocheo presidencial. Por el campero catalán se desparrama el tomate echado a perder, pero es que en Pujolandia nos está dando una lección de democracia a los españoles y yo que no me entero.
El campero catalán ha hecho un santo a Albert Rivera (el lunes comí con él en Madrid, en Villa Segrelles, y ya lo comparan con el Cid Campeador). El campero catalán de Mas y el bizco han encumbrado a ese Loquillo en tertuliano que es García Albiol. Por lo demás, el campero catalán nos paraliza el país en tanto que Pau Gasol lidera un equipo y al guapito de la patronal le da por ir contra la independencia -la pela impone- y cosas así.
El campero catalán chorrea manteca cuando en esta ciudad hay quien no llega a terminar el mes.
Ayer me decía por mail Luis Eduardo Siles que quizá este país necesitaría un referéndum, un derecho a decidir, sobre la tierra de los Pujoles: iba como boutade pero tenía su razón. Claro que es un tópico esto de argumentar que no se necesitan fronteras, y bastante hemos tragado en la España federal con las cojonadas forales. Me di cuenta el otro día, cuando Garabito y yo coronábamos en bicicleta el alto de O'Cebreiro (lo ha contado en 'ABC') y yo no me cosqué de que había un cartel de la Xunta, grandote, en el que nos daban la bienvenida a la tierra de Rosalía.
Llegar a Santiago de Compostela por el día de la Diada tiene su morbo. Lejos de Málaga pienso que sí, que Cataluña es un campero donde entre pan y pan se ha metido mucha morralla. Y este campero se nos va a indigestar tela...
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