LA PARTE POR EL TODO
SORA SANS
Jueves, 19 de febrero 2015, 13:21
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SORA SANS
Jueves, 19 de febrero 2015, 13:21
La parte por el todo. El todo por la parte. Esa es la sinécdoque, el excesivo enfoque en un punto o la difuminación de todo el cuadro, hasta que solo queda un punto. El punto de partida de un pensamiento, el punto de encuentro de una idea. Por eso podemos odiar la política, aunque solo odiemos la parte menos coherente de los políticos, o nos puede encantar el verano si pensamos en los días soleados en los que el calor no abruma y estamos de vacaciones. Creo que nos gusta hacerlo, tomar un pedazo de algo y convertirlo en lo representativo. Si el Melillero choca contra el puerto, desaparecen sus más de veinte años de historia, sus miles de olas inundando las tardes malagueñas, para convertirse en un barco anécdota, en una mala maniobra, en una excepción. Y la excepción destruye la norma. Sinécdoque, la parte por el todo. La anécdota por la historia. El fallo por los miles de aciertos. Una mala palabra por las miles de conversaciones. También los políticos utilizan muy bien la sinécdoque, cada vez que durante la época electoral conceden -y siempre con letra pequeña- espacios, ayudas, subvenciones, promesas o cualquier cosa que se pueda conceder, siempre y cuando tenga la misma fecha de caducidad que una hoja en otoño: al caer la papeleta electoral, todo se desvanece. Pero esa parte, la promesa, representa el todo durante unos días, prestando algo de esperanza -algo- al público hambriento de pan y circo. Un pan, que por cierto, no es más que una sinécdoque de todas las necesidades que tiene (tenemos) la ciudadanía. Y un circo, sin embargo, bastante literal. Resulta difícil huir de la sinécdoque de la vida. Hace unos años, Charlie Kaufman se obsesionó con el concepto de la parte por el todo y escribió uno de los guiones más complejos que la industria cinematográfica ha visto. Un metaguion, podríamos llamarlo, de su propia vida, en el que una obra contiene otra obra que contiene muchas obras entrelazadas, con escenas que son parte pero representan todo y un todo que no es más que parte de su obsesión. Algo bastante complejo, no tanto como la trama política que vivimos a pequeña o gran escala, pero sí más que la pequeña sinécdoque del Melillero.
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