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GOLPE DE DADOS

El rapto de Europa

ALFREDO TAJÁN

Viernes, 16 de enero 2015, 12:08

Tras los atentados de París de nuevo en mi cabeza prende como un fósforo el mito del rapto de Europa. Es una fijación antigua, un suceso fascinante: Zeus se transformó en toro níveo y alado, sedujo y secuestró a la bella y virginal Europa en las costas de Tiro, cerca de la actual Beirut. Cuántas veces hemos visto, en distintos lienzos y obras de arte de distintas épocas, a Europa a lomos de Zeus surcando el Mediterráneo hacia Creta, donde el dios de los dioses la arrojó al abismo de su deseo y la fecundó; para colmo con el nombre de aquella fenicia se bautizó nuestro continente. El mito de la Europa raptada ha tenido simbologías divergentes aunque todas y cada una parten de la violencia del secuestro. En la sangría de la semana pasada Europa intentó ser raptada y humillada otra vez, como tantas veces, por un grupo de fanáticos con sed de venganza. Es determinante la clave religiosa convertida en arma de destrucción masiva: la vida no vale nada bajo esas premisas, ni los derechos del hombre ni el sistema democrático, tan gastado pero no intercambiable por cualquier otro experimento social. Pero la superstición y la intolerancia persiguen al ser humano como la pestilencia, y de ese tufo se alimenta. Toda esta mugre exaltada que proviene del Yemen, de Somalia, de ese fantasmagórico Estado Islámico, de retornados infiltrados, y de un resto preocupante de delirio colectivo, se está cebando de la pobreza y la desesperación en la que están sumidos la mayoría de los países árabes. Todo esto para ofrecer una única culpable, la más cercana, es decir, Europa.

Hace miles de años aquella doncella fue convertida a la fuerza en mujer, esposa y madre, luego fue engañada mil de veces por el lascivo Zeus. Hoy no es más que una dama ajada y repleta de joyas e historias antiguas que contar, pero que conserva una memoria que pervive. Y guste o no, la influencia esencial de Europa viene determinada porque es cuna de civilizaciones, de invenciones, revoluciones y reformas. Decididamente hay que posicionarse a favor del progreso, del diálogo, de la libertad de expresión y en contra de estas bestias sanguinarias. No olvidemos que siempre nos quedará París, y si París desaparece parte nosotros también desaparecemos.

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