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El vienés Karl Abarth siempre tuvo corazón a combustión y sangre italiana, a pesar de sus orígenes. Tanto es así que en cuanto tuvo oportunidad se trasladó a Italia y cambió su nombre por Carlo. Tras sufrir un accidente que no le permitió seguir compitiendo, Abarth abre su propia compañía automovilística en 1949, coronada por el escorpión. El resto ya es historia de la automoción. El legado de la firma turinesa ha llegado hasta nuestros días. Y si bien es cierto que, para los más puristas, la marca vive momentos aciagos con la electrificación de sus modelos, aún queda una joya en su catálogo con un funcionamiento más propio de coches de hace unas décadas que de las máquinas actuales: el 595, un resquicio de irracionalidad que se resiste (por muy poco tiempo) a las normativas europeas y mantiene la esencia de vehículos del pasado, como los Copa Turbo, viva en el presente.
Del 595 han salido mil y una versiones, siendo el Biposto el Santo Grial de todas ellas. Aunque si nos quedamos con los pies en la tierra, la versión que más merece la pena es la denominada Competizione, como la unidad que hoy nos acompaña. Esta prueba es muy especial para un servidor, pues se trata de mi coche personal (por ahora). Tal es el cariño que le tengo al 595 Competizione, que es la segunda vez que dejo que me pique el escorpión con uno de ellos. Ya os imaginaréis que la prueba cogerá tintes positivos con esta premisa, pero también me deja en una posición excelente para contarte todo lo malo que tiene, que no es poco, pero si insuficiente como para opacar lo positivo de este coche, que tampoco es que sea poco.
Aquí se me divide el corazón. Por un lado, creo que el diseño original del Fiat 500 es de las mejores reinterpretaciones, por no decir la mejor, que se ha hecho de un vehículo del pasado. Y tocar algo que funciona es un trabajo complicado. Por otro lado, la carrocería y diseño original del 500 casa entre cero y nada con la de un vehículo prestacional. Además, me encanta el trabajo que Abarth ha realizado con esta 'pelotilla'. De un coche gracioso y simpático se han sacado un bulldog cabreado, un 'pequeño, pero matón'. Sus dimensiones son minúsculas para los estándares actuales, con 3.660 milímetros de largo, 1.627 de ancho, 1.480 de alto y una batalla de tan solo 2.300.
En su vista frontal destaca la utilización de un paragolpes distinto, mucho más ancho y con capacidad de tragar mucho más aire. Aquí todas las entradas que vemos son funcionales. En su vista lateral ganan protagonismo sus llantas de diecisiete pulgadas, inspiradas en el Lancia Delta Rally de los noventa. Quedan patentes sus medidas, con un capó minúsculo y que lo hace verse ligeramente desproporcionado en relación a la trasera.
La trasera, con sus cuatro salidas de escape Récord Monza y la utilización de un paragolpes distinto hacen que se vaya ensanchando cada vez más conforme nos acercamos al suelo. Está rematado con un difusor que, en este caso, no es funcional.
Si nos desplazamos al interior hay un elemento que destaca y reluce por encima de todo lo demás: sus buckets firmados por Sabelt. Sujetan genial el cuerpo, su tacto es excelente y el firme es duro pero no incómodo. Os lo dice un servidor que se ha hecho un A Coruña-Málaga de una sentada sentado en ese bucket. Además de estos buckets la edición Competizione incluye un pomo de metal de un tacto genial siempre y cuando no le dé demasiado el sol y un volante tapizado en cuero perforado, alcántara y fibra de carbono o la parte superior del cuadro de instrumentos en alcántara. Contamos también con un pequeño reloj que nos indica a cuantos bares está soplando el turbo. Como extras, esta unidad viene también con salpicadero recubierto en alcántara o los cinturones en rojo. Pero la mona, por mucho que se vista de seda, mona se queda. El interior del 595 es prácticamente el mismo que el de un Fiat 500. Esto se traduce en plásticos duros y baratos en prácticamente todas sus superficies. No es un vehículo lujoso y la calidad es mediocre (lo podemos ver en aspectos como el tacto de la piña para los intermitentes), pero es un coche que, por lo general, aguanta muy bien el paso del tiempo.
A nivel tecnológico es un coche claramente desfasado. Por no tener y vaya usted a saber cómo no tiene ni Start and Stop. Dicho esto, no echo en falta absolutamente nada. Tal vez un control de crucero y Android Auto y Apple Carplay de manera inalámbrica. Todo lo demás que yo, personalmente, necesito en un coche, lo tengo aquí: un buen sistema de audio (pasando por caja para montar el sistema de audio Beats, porque los de serie son otra historia), sensores de aparcamiento, Android Auto y Apple Carplay, luces y parabrisas automáticos, climatizador…
En cuanto a espacio el coche va justito. Los Sabelt están metidos con calzador. Entran dentro del coche por tan poco que para poder operar la ruleta que nos permite reclinar el asiento tendremos que abrir la puerta, porque no hay mano que entre por el hueco restante entre el asiento y la puerta. Estamos ante un vehículo homologado para cuatro personas, aquí en la banqueta trasera no hay plaza central. Dicho esto. Si mides metro setenta o menos, no irás incómodo aquí detrás. El mayor problema si hablamos de espacio nos lo encontramos en el maletero. La versión C (cabrio) es un dos puertas y no un tres puertas, dejando una boca de carga muy pequeña, tanto como su capacidad de carga, de tan solo 185 litros. Para hacer la compra, y poquito más.
El 595 se ofrece con tres niveles de potencia: 145 caballos en su versión de acceso, 165 y 180 caballos. Hay un unicornio por ahí suelto denominado Biposto que alcanza los 190, pero esa es otra historia. Nuestra unidad, un Competizione, se va a los 180 caballos. Para ganar esos quince caballos extra de la versión anterior, la firma del escorpión cambia el turbo IHI por uno más grande firmado por Garret, capaz de soplar a más bares.
Estamos ante una mecánica realmente sencilla: culata de aluminio y bloque de hierro (mayor peso, pero también más resistente), inyección indirecta y un turbo que sopla a la antigua. El 1.4 del grupo FIAT es un veterano dentro de la marca, muy anterior a la asociación con Stellantis. Estamos ante un motor probadísimo y que es una auténtica roca. En el Competizione, entrega su potencia máxima a las 5.500 vueltas y es capaz de generar 250 Nm a 3.000 revoluciones por minuto. Viene acoplado a una caja de cambios manual de cinco relaciones o un cambio robotizado de cinco velocidades (como consejo personal, si estás pensando en hacerte con una de estas pelotillas, opta por el cambio manual). Con el cambio manual es capaz de hacer el cero a cien el 6,7 segundos y alcanzar una punta de 225 km/h. La marca homologa un consumo medio de seis litros a los cien kilómetros. Algo alejado de la realidad. Lo normal es moverse entre los siete y medio y los ocho litros a los cien de media con un uso mixto que mezcle carretera, ciudad y puertos de montaña.
El Abarth 595 Competizione es de esas compras en las que tendremos que aparcar la racionalidad a un lado y escuchar únicamente al corazón, porque pensándolo en frío es un coche sin sentido lo mires por donde lo mires. Pero bendito sinsentido. Desde que lo encendemos con sus Récord Monza hasta que lo volvamos a apagar el Abarth es una máquina pensada hasta su último tornillo en sacarle una sonrisa a quien lo maneje. Y vaya que si lo consigue. Es un coche canalla, muy gamberro e incluso con un toque hortera.
Si hablamos de conducción en ciudad nos encontraremos con un coche duro que parece querer partirnos la columna con cada piedrecilla que se encuentra por el camino, porque sus Koni FSD no se caracterizan precisamente por blandos. Dicho esto, es muy rápido en entornos urbanos y sus dimensiones lo hacen moverse como pez en el agua. Además, su posición de conducción furgonetil que tan mal le sienta a un deportivo le otorga cierta comodidad para un uso diario. Los asientos quedan muy altos y no se pueden regular, el volante es gigante, mira ligeramente hacia arriba y no se puede modificar en profundidad. Eso sí, el pomo de la caja queda muy cerca del volante, a menos de un palmo. Si nos quedamos en la dirección encontramos otro problema: su radio de giro es horrible, lo que nos hará parecer muy torpes a la hora de maniobrar con el coche. Pero tranquilo, que no es que seas torpe, es que el coche no gira.
En carretera abierta su corta distancia entre ejes y un motor que siempre tiene ganas de subir de vueltas lo hacen sumamente nervioso y reactivo. A pesar de ello, no genera sensación de inseguridad. Todo lo contrario, el vehículo incita al conductor constantemente a perder algunos puntos del carnet.
En puertos de montaña o circuitos, el Abarth es diversión en estado puro: su sonido, como sube de vueltas y ese turbo que se hincha para explotar a medio régimen. Son sensaciones a flor de piel en todo momento. La dirección es muy directa y juguetona. El Competizione va sobre raíles, pero conducirlo en sus límites requiere ciertas manos. No es necesario ser un piloto, pero es un coche muy nervioso con una trasera muy ligera que, junto a esos Brembos de cuatro pistones que detienen al coche en un abrir y cerrar de ojos, se descuelga en las frenadas contundentes. A la dirección tampoco le gusta ir en línea recta cuando le pisamos a fondo, intentando descontrolarse y pidiendo que la gobiernen. Son condiciones que lo hacen algo más complicado de llevar a fondo que otros vehículos, pero que lo hace sumamente divertido.
El 595C ya no se ofrece con la mecánica de 180 caballos, aunque aún podremos llevarnos a su hermano gemelo, el 695C, con un precio de partida de 38.250 euros. Dicho esto, para que luzca similar a la unidad probada, la cifra superará los 40.000 euros. Es un precio disparatado, como el coche en sí. La parte buena es que el mercado de segunda mano está repleta de pelotillas deportivas y con un presupuesto que ronde los 20.000 euros en adelante ya podremos hacernos con alguna unidad interesante.
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