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Antonio Calvo, el persistente ecologista que supo recuperar el paraíso perdido de su infancia

Antonio Calvo, el persistente ecologista que supo recuperar el paraíso perdido de su infancia

Vida en el campo ·

Jueves, 6 de agosto 2020, 00:10

La naturaleza era su destino. Y puede parecer incluso que ésta lo pusiera a prueba con tan sólo tres años. Era el año 1967 cuando Antonio Calvo y sus padres tuvieron que abandonar la finca familiar en el valle del río Verde, en territorio de Istán. El progreso, por aquel entonces, mandaba inundar aquella zona para hacer un pantano, el de la Concepción.

Los Calvo no se fueron lejos, a la vecina Marbella, pero sus incursiones tierra adentro fueron constantes durante la infancia de Antonio. Valía como excusa visitar a algún familiar con casa en Istán o ir a recoger aceitunas en algunas de las parcelas que aún mantenían

Pero, además, su madre le recordaba lo feliz que fue viviendo en aquellos tierras expropiadas de Istán. «Me decía que echaba de menos el campo y ver las perdices o las rapaces», recuerda Antonio.

Por eso, hoy cree que algo había dentro de él que necesitaba recuperar «aquel paraíso perdido». Lo que no imaginaba era que ahora gestionaría un verdadero edén en el que tiene todo lo que necesita, la Eco Reserva de Ojén. Pero, entre aquel niño que por motivos ajenos a su voluntad se vio desterrado y el que gestiona esta reserva ecológica, hay todo un abismo, lleno de experiencias, anécdotas y mucho compromiso.

Siendo aún un crío, se escapaba cada vez que podía -e incluso cuando no- al campo: «De pequeño hacía novillos para seguir rastros de animales o explorar el monte por nuevos caminos».

De aquella pasión surgió su particular compromiso con la naturaleza. Así se fraguó su lucha contra las constantes agresiones que «el desarrollismo de la época» hacía contra distintos enclaves naturales tanto de Marbella como de su entorno.

Recuerda especialmente aquella brega que él y otros ecologistas tuvieron contra los que querían hacer del pinar de Nagüeles una zona residencial. «Al menos, se salvó medio bosque», resume Antonio, que vivió ahí el mito bíblico de David contra Goliat.

También estuvo en la defensa de las Dunas de Artola, en la playa de Cabopino, hoy protegido como monumento natural. Incluso Tina Turner y Michael Jackson, en 1987 y 1988, respectivamente, pudieron ver las pancartas reivindicativas que estos inconformistas colgaron en sus conciertos.

Fue una época dura para los comprometidos con el medio en esta codiciada zona de la provincia de Málaga. Tanto lo fue que justificó la creación de la Agrupación Ecologista Pinsapo, una asociación que ya suma treinta y cinco años de vida, tantos como las campañas de reforestación que han organizado en Marbella, Istán u Ojén.

Pero, además de reivindicar y luchar para evitar daños en la naturaleza, Antonio Calvo decidió hace ya veintitrés años que tenía que sacar partido a su compromiso con la naturaleza siendo fiel a sus principios. Fue así como surgió Monte Aventura, una de las empresas andaluzas pioneras en el ecoturismo.

En el año 1997 pocos entendían que aquel modelo de negocio sostenible fuera exitoso. Pero, Antonio ya estaba más que curtido en remar a contracorriente. «Empezamos a trabajar con turistas extranjeros, a los que llevábamos a enclaves de la Serranía de Ronda y de la Sierra de las Nieves», recuerda el gerente de Eco Reserva de Ojén. Además, les hacía vivir experiencias inolvidables: desde ver cómo se hacía la saca del corcho en Los Alcornocales a ordeñar cabras.

Su último gran hito fue la Eco Reserva de Ojén, abierta al público desde hace cuatro años. Pero, antes de llegar a su inauguración hubo un largo trecho. Lo que hoy es un bosque encantado donde conviven especies autóctonas como ciervos, cabras monteses, jabalíes, zorros o camaleones, antes fue una reserva de caza, donde hasta hace década y media se preveía hacer un parque cinegético. «Hace años que queríamos que aquello se pusiera en valor, pero fue en 2012, tras el grave incendio que sufrimos, donde dimos el paso para pedir a la Consejería que se hiciera algo», explica.

Así fue como presentaron un proyecto que hoy es un referente del ecoturismo y de la sostenibilidad, a un paso de Marbella, donde niños y mayores disfrutan del contacto de los animales. Y allí éstos son los primeros que ahora entienden que el humano no es tan feroz como lo pintan.

Antonio vive hoy en una casa del pueblo de Ojén, donde se siente a gusto, entre el mar y la montaña. A pesar de que lleva ya un cuarto de siglo viviendo allí, sus convecinos lo conocen como el panocho -gentilicio de Istán-. Él prefiere no tener etiquetas geográficas. Se conforma, dice, con ser «ciudadano del mundo».

Asegura que hace dos años que no pisa la playa. Ni falta que le hace. Se siente más cómodo y fresco en el Charco del Canalón.

Una apuesta por colaborar con la conservación

Antonio Calvo hace una década y media vio la necesidad de crear algo que se parecía a lo que hoy es la Eco Reserva de Ojén. Después de continuas reivindicaciones y de mucha burocracia logró hacer realidad aquel deseo.

Hoy este edén de fauna y flora, situado a un paso de Marbella, pero aún más cerca del pueblo de Ojén, cumple con los objetivos que se planteó en su día: conservación de la naturaleza, educación medioambiental y creación de empleo sostenible.

Pero, Antonio Calvo, que ha tenido recientemente algunos rifirrafes con la administración andaluza, pide que ésta colabore con ellos y se deje ayudar. «Hemos colaborado con la Consejería de Medio Ambiente en rescatar animales heridos y queremos seguir haciéndolo», explica.

En este sentido, el responsable de la Eco Reserva de Ojén cree que es la cooperación entre ellos y la Junta «está más en consonancia con los deseos de la ciudadanía».

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