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La pizza es esa popular preparación alimentaria de origen napolitano, aunque con raíces y orígenes en la Corona de Aragón, pues mucho antes de que Nápoles pasara a depender de los reyes aragoneses en tierras levantinas ya se consumía y preparaba una masa de pan, sin tomate, claro está, y a la que se le añadía embutido o pescados secos antes de introducirla en el horno. Pues la pizza no deja de ser una pasta de pan con múltiples guarniciones. No fue hasta mediados del siglo XVI cuando los tomates empezaron a llegar desde América a Nápoles y hasta el siglo XX este plato no mereció el honor de figurar en los recetarios de cocina napolitana. Con anterioridad, en el siglo XIX, Pellegrino Artusi escribió el primer libro recetario de cocina italiana, donde la pizza napolitana aparecía como un postre a base de harina, almendras y leche.
Fue el carácter migratorio de los italianos lo que hizo popular la pizza. Al principio la pizza clásica sólo tenía tres irrefutables normas: la pizza Porta San Genaro, donde la harina se sazona con aceite, sal, pimienta, queso y albahaca; la 'marinara', que lleva aceite y tomates o setas, o aceite y tomates, o queso y tomates, y siempre se perfuma con orégano y ajo, y luego está la Margarita, pizza que debe su nombre a la esposa del rey Umberto I. Cuentan que esta elaboración se hizo por casualidad. En el verano de 1889, la pareja regia tuvo ganas de probar una pizza en Nápoles. Los pizzeros, sabedores de la animadversión que la reina tenía por el ajo, decidieron preparar una pizza sin este condimento. Hoy la Margarita incluye harina, aceite de oliva, tomate y mozzarella. Casi por casualidad es cómo nació una de las pizzas más consumidas y populares de todo el mundo.
Otro plato, también fruto de la casualidad, fueron las 'pommes soufflées' (o patatas suflés, sufladas). Estas patatas se sirvieron con motivo de la inauguración de la primera línea ferroviaria francesa, París-Saint Germain, en agosto del año 1837. Se había preparado un banquete para ofrecérselo a lo mejor de la sociedad parisina con motivo de tan importante evento. Dentro del menú del ágape estaba el solomillo de ternera con patatas fritas.
El cocinero no había previsto que el tren iba a llegar con retraso y comenzó a freír las patatas antes de tiempo. No tuvo más remedio que sacarlas de la sartén, escurrirlas y secarlas. Cuando todos estaban sentados en la mesa, las volvió a echar en el aceite muy caliente. Y ¡oh!, maravilla de las maravillas. Las patatas se hincharon, cosa que agradó mucho a los comensales. Las 'pommes soufflées' fueron tan aplaudidas como la llegada del primer tren a Saint Germain.
Ingredientes. Masa preparada de pizza Salsa de tomate casera Mozzarella Queso de cabra semicurado Queso fresco de cabra Una pizca de rúcula Aceitunas negras o verdesSardinas frescas
Pinchamos con un tenedor el disco de la masa una vez dispuesto sobre la placa del horno. Mojamos la superficie de la pizza con la salsa de tomate y disponemos encima la mozzarella cortada en daditos, las sardinas marcadas previamente en la plancha y los quesos de cabra. Horneamos Preparación. hasta que la masa quede dorada por los bordes, cuidando de que no se queme. La mozarella estará totalmente fundida. Si no tenemos sardinas frescas, podemos utilizar unos lomos de atún.
Ingredientes. Patatas Sal Aceite de oliva virgen extra
Preparación. Una vez peladas las patatas se cortan de forma rectangular. Se lavan, secan y se cortan en láminas de unos 3 milímetros aproximadamente. Necesitaremos dos sartenes con aceite, una a temperatura de 100º C y la otra a 220º C. En una rejilla de freír ponemos primero las patatas en la primera sartén. En cuanto se doren pasamos el cesto o rejilla a la otra sartén. Esta inmersión hará que se inflen. Se escurren y se sirven en una fuente añadiéndoles sal muy fina y se cubren con una servilleta. Hay que comérselas de inmediato.
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