

Secciones
Servicios
Destacamos
Cristina Jiménez
Domingo, 10 de marzo 2024, 14:11
Se llama José Fernando pero entre los vecinos del barrio Alegría de La Huerta es conocido como Pepe. Hace años vivía y trabajaba entre hospitales. ... Pasó más de dos décadas en Barcelona y otras dos en Málaga. Siempre se ha considerado un gran amante de la naturaleza, pero por su trabajo no podía dedicarse a ella. Medio siglo ha pasado para que José Fernando pueda cumplir su sueño y de médico convertirse en jardinero a sus 78 años.
Un largo camino entre hospitales culminó con su jubilación y ahora su día comienza en casa con su mujer, pero en cuanto puede se escapa a su pequeño rincón. Rodeado por una larga valla verde, que cuesta distinguir del resto de vegetación, se encuentra su jardín. El 'jardín de Pepe', así lo conocen todos los vecinos del barrio. Su vida dio un giro desde el momento en el que decidió llenar cada instante con flores, pájaros y mariposas, pero también lo hizo la vida de todos los vecinos de Alegría de La Huerta.
Lleva tan solo tres años adornando la carretera que cruza la calle, pero sin duda destaca entre todos los edificios y rotondas que hay en los alrededores. Ahora esa pequeña zona verde escondida reluce entre uno de los barrios de Málaga, pero años atrás era un terreno que no estaba en muy buen estado y presentaba un aspecto sucio. Luego se convirtió en la principal motivación de Pepe. «Cuando me jubilé pensé en que se podía hacer algo, primero para desarrollar el instinto que tengo con la naturaleza y luego por hacer algo por mis vecinos y el lugar que se ha convertido en mi casa», explica. El terreno no es suyo, pertenece al Ayuntamiento de Málaga, pero para su suerte, y para la de sus vecinos, nadie en estos tres años que lleva allí se ha acercado para decirle que no puede estar ahí.
Con la idea de crear algo para su distrito empezó a construir casas de madera, estanterías para decorarlas con las flores que él mismo planta cada día, un pequeño bebedero para los pájaros y hasta una escalera para que los niños puedan utilizarla. Las primeras semanas y meses de trabajo en el terreno no imaginó el resultado que conseguiría, ahora mira hacia atrás y se da cuenta de que se ha excedido en lo que quería crear. «No me arrepiento para nada, porque yo me siento muy realizado, me siento muy bien y muy satisfecho», confirma.
«Me viene bien para hacer ejercicio», apunta Pepe, en forma a sus 78 años: «Y para estar en contacto con la naturaleza, me ayuda mucho a descargar la mente de todos los problemas que el ser humano tiene». Tiempo atrás se dedicó a salvar la vida de las personas, ahora se encarga de hacerlo con la flora y la fauna. Entre todos los maceteros que él mismo ha diseñado se encuentra una pequeña planta muy especial: «Recuerdo que vino una niña que estaba muy triste porque su flor estaba muy mal, le dije a la madre que me la trajera por si podía hacer algo». Ahora, entre uno de los maceteros situado en la estantería de madera, relucen unos pequeños brotes de vida de aquella flor marchita.
Al salir del colegio los niños y niñas que van de vuelta a sus hogares pasan a saludar a su gran amigo Pepe, les llevan peluches o cualquier recuerdo para que forme parte del jardín; los más adultos, en cambio cargan con maceteros o semillas para llevárselos a Fernando. Entre este pequeño paisaje verde destacan dos casas de madera que el mismo Fernando ha construido, una de ellas en honor a su familia de Dinamarca, pero como él le cuenta a los niños: «Es la casa de los Pitufos». Cuando pasean por la tarde por su jardín se sientan en las sillas de esta 'casetita' para que Pepe les cuente el gran cuento de los Pitufos.
La otra es más grande y asombra la gran variedad de objetos que hay entre las paredes, sobre la mesa y hasta en el suelo; peluches, libros, fotos y demás cosas llegan sobre las manos de los niños con ilusión y con ganas de sorprender a Pepe. Encantando con la gran aceptación que ha tenido su iniciativa de construir un jardín, se siente halagado por todo lo que las familias hacen por él, sin embargo, tiene un deseo que quiere cumplir: «Me gustaría que me pusieran una puerta para que las personas mayores, los niños y todas las personas pudieran entrar a mi jardín, para descansar o simplemente para sentarse a disfrutar de la naturaleza».
Pepe le suele decir a todos sus vecinos, y al resto de gente de la ciudad, que se puede hacer mucho más por una capital y por un barrio, y así lo quiere demostrar. Se levanta cada día con la motivación de que, después de desayunar, su trabajo será cuidar y mimar sus árboles y flores. Diseñó un bebedero para que los pájaros más pequeños puedan alimentarse y beber agua, construyó una pequeña poza para recaudar agua que le sirve para regar a sus olivos o aguacates. Compró madera para construir un banco: «Las personas mayores suben una cuesta, se cansan por el esfuerzo y se me ocurrió hacer algo para que pudieran descansar».
Construyó una escalera de madera y ahora está haciendo unos escalones para hacer cada espacio más accesible y cómodo para cuando los niños lo visiten. Él se siente feliz por la labor que está desempeñando, se siente bien por estar en contacto con la naturaleza. Cada día que va al mercado con su mujer, ella compra fruta y verdura y él se acerca a buscar semillas o flores que le llamen la atención: «Y me da igual el precio, si me gustan me las llevo». Ver cómo la vida brota antes sus ojos, cómo las avispas polinizan cada flor, cómo las mariposas y las flores componen una imagen perfecta o cómo un pequeño girasol encontró su espacio entre todo un terreno sin vida, todos estos pequeños detalles que para otra persona no significan nada, para Pepe son la razón de su día a día. «El día que me vaya no me voy a llevar esto, se quedará aquí en mi barrio», concluye Pepe.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.