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La unidad del feminismo malagueño al que hoy se iba a asistir en las calles -finalmente la marcha se ha suspendido por la lluvia- se explica porque hunde muy profundo sus raíces y en muchos aspectos es pionero: aquí se creó uno de los primeros Centros de la Mujer de España, germen del Instituto Andaluz de la Mujer con el liderazgo de Carmen Olmedo; en este territorio nacieron las primeras casas de acogida para víctimas de violencia de género y éste fue el primer lugar en el que, tras pasar por esos recursos, estas mujeres se asociaron tan tempranamente como en los años ochenta, cuando esta enfermedad social aún era un tabú; y también en Málaga surgió y se bautizó la Marea Violeta ya entrado el nuevo milenio para luego exportarse a toda España. En la provincia, en concreto en Fuengirola, tuvo lugar el primer asesinato machista registrado como tal, el de Diana Yanet Vargas, y las feministas malagueñas se presentaron como acusación particular contra el criminal. En la capital tuvo lugar un macrojuicio contra una clínica abortista al que quiso asistir Cristina Almeida. Y aquí fue encausado y condenado el Coño Insumiso que procesionó el 8M de 2013.
Una decena de feministas malagueñas se reúnen con SUR y repasan profusamente la historia del movimiento en Málaga desde el año 1975, fecha en la que coincide la muerte del dictador Francisco Franco con la Conferencia Mundial del Año Internacional de la Mujer en México y con el inicio del Decenio de las Naciones Unidas para la Mujer. Precisamente, las fotos de Marilú Báez que acompañan a estas líneas se tomaron el pasado 3 de marzo, el día en que se cumplía medio siglo de la derogación del permiso marital en España: hasta esa fecha, una mujer, al casarse, pasaba a ser menor de edad porque no podía abrir una cuenta corriente, ni trabajar, ni cobrar la nómina, ni sacarse un pasaporte, ni pedir un préstamo o poner una denuncia sin permiso de su marido.
Y es que en la rica genealogía de su lucha se entremezclan los hitos locales con los nacionales y con los globales: «Cuando justo empezamos a abrir las puertas y las ventanas en España, nos encontramos con una gran efervescencia a nivel mundial; fue muy importante», cuenta Rosa Gómez Torralbo, feminista que formó parte del Instituto Andaluz de la Mujer desde sus orígenes y que también hace memoria para apuntar que en la lucha antifranquista había grupos feministas en Málaga, como el Movimiento Democrático de Mujeres, ligado al PCE, y que en los momentos postdictatoriales se sumó, por ejemplo, Aupepm (Asociación Universitaria para el Estudio de los Problemas de la Mujer) que trabajaba en temas como el aborto, la educación afectivo-sexual (que no se llamaba así, pero que incluía muchos talleres de autoconocimiento), el divorcio y el derecho al trabajo en igualdad. Eran cuestiones que, además, se trataron en las jornadas feministas estatales de Granada, en el año 1978, donde se reunieron 3.000 mujeres, algunas de nuestras protagonistas entre ellas, que incluso se conocieron allí y que de vuelta en Málaga comenzaron a formar grupos de reflexión y debate a nivel local, sobre todo la Asamblea de Mujeres: «Ahí estábamos mujeres muy diversas, de muchísimos pequeños grupúsculos, unas ligadas a partidos políticos o a sindicatos, otras no… Ahí estábamos intentando algo que siempre nos ha caracterizado al movimiento feminista organizado: la articulación entre nosotras», continúa Rosa Gómez.
También desde muy temprano estuvieron los sindicatos operando, sobre todo Comisiones Obreras, y desde el principio muy implicado en la convocatoria del 8 de marzo cuando este día no era tanto el Internacional de las Mujeres como el de la Mujer Trabajadora. A esta organización sindical, representada en la reunión por María José Prados, se atribuye un papel muy importante en aglutinar a las mujeres de los centros de trabajo, de Siemens, de Pryca, de Tabacalera, de Confecciones Sur, desde 1976, en que constituyéndose, legalizándose, ya celebró encuentros de mujeres para crear la secretaría de la mujer, con Emma Castro al frente, que no era malagueña, pero que sí se instaló en la provincia.
Fue justo en 1978 cuando la Diputación creó el Centro de la Mujer de Málaga, que fue uno de los primeros de toda España. Tenía una vocación mayoritariamente asistencial para la planificación familiar, el asesoramiento jurídico, psicológico… A su directora, Carmen Olmedo, luego se le encomendó la preparación de un proyecto para diseñar la política de igualdad a nivel autonómico, para lo que configuró un equipo del que formó parte la propia Rosa Gómez Torralbo.
Carmen Olmedo, por tanto, desde Málaga, puso los cimientos del Instituto Andaluz de la Mujer, uno de los pioneros del país que fortaleció el movimiento asociativo de las mujeres en la región, trabajó en la mejora de la formación para favorecer el acceso femenino al empleo y promovió los primeros estudios e investigaciones sobre la situación de las andaluzas. Porque de la primigenia función asistencial del centro malagueño, el andaluz pasó a tener una misión mucho más avanzada, proactiva, transformadora. Ponen como ejemplo de ello el curso de producción audiovisual '80 mujeres del 88', que reunió a mujeres de toda Andalucía durante ocho meses en lo que hoy es La Térmica. Y, como resultado, como anécdota, cuentan que Canal Sur fue la televisión autonómica con más mujeres trabajando.
Sí, un gran foco a partir del cual creció el asociacionismo femenino estuvo en los planes de formación para mujeres: «En Andalucía había un nivel de analfabetismo muy alto y hubo un programa muy bueno de educación de personas adultas, que eran mujeres en un 99% y que no querían presentarse al examen para no tener que dejar de ir a clase, porque se había convertido en un lugar de encuentro para ellas», abunda Rosa Gómez. Lola Rodríguez, primera presidenta de la Plataforma contra las violencias machistas Violencia Cero, confiesa que entró en el feminismo a través de esa iniciativa educativa para adultos: «En el centro se dio la posibilidad de hacer una asociación de mujeres, Arenas del Sur, en Puerto de la Torre, y ahí empecé a ponerme las gafas violetas, a conocer lo que era el movimiento feminista. Porque hasta entonces yo sabía que era feminista desde que nací, pero, claro, sin formación, sin herramientas», rememora.
Luego se sumó la Federación Ágora, que también favoreció el florecimiento de asociaciones de mujeres: «Aunque visto desde ahora lo que hicieran pudiera no parecer un trabajo reivindicativo feminista, tenían un valor impresionante. Abrieron mucho mundo a las mujeres, muchísimo», recuerda Pilar Iglesias Aparicio, de la Asociación de Mujeres Feminista Puntos Subversivos y componente del Grupo de Apoyo a las Represaliadas por el Patronato de Protección a la Mujer que data de la dictadura franquista y que es una reivindicación que ha asumido todo el movimiento feminista malagueño en su conjunto.
«Si en Málaga y en Andalucía no hubiera habido ese apoyo institucional y toda la historia en torno a Carmen Olmedo, todo hubiera sido diferente», apunta Andrea Barbotta, presidenta de la Asociación de Mujeres Feministas Tomando Partido, a lo que Carmen Martín, presidenta de la Plataforma Violencia Cero, responde: «Aquí se pusieron en marcha políticas de igualdad porque mujeres feministas entraron a formar parte de la Administración, pero ello también tuvo un elemento negativo para el movimiento feminista, ya que llegó a desarticularse prácticamente». «Más que desarticularse, se delegó», matiza Rosa Gómez.
«Sí, las instituciones ocupaban mucho espacio, pero cuando trabajamos empoderamiento feminista, una estrategia política feminista, lo que queremos es que las mujeres accedamos al poder. Hubo vacíos de tiempo en el movimiento, pero también queríamos que llegasen feministas a puestos de decisión», agrega Anabel Santos, de la Asociación de Mujeres Feminista Puntos Subversivos. «El hito fue precisamente ése: que las mujeres feministas de Málaga llegaran al poder; ahí reside la potencia del movimiento malagueño», insiste Barbotta. Porque el Instituto Andaluz de la Mujer ha sido la única experiencia que ha tenido Málaga de contar con una sede de un organismo autónomo de la Junta -en este caso compartida con Sevilla- hasta el año 2001, cuando llegó una directora granadina que cerró la sede malagueña.
Pero hay muchos ejemplos protagonizados por feministas malagueñas más ligadas a la sociedad civil. Uno de ellos fue la puesta en marcha de la Librería de Mujeres en San Agustín en el año 1983. Carmen Pérez Pinto rememora que se constituyó como cooperativa y con trabajo voluntario y que tenía mucha relación con otros establecimientos similares que se iban abriendo en España, como en Barcelona, Madrid, Valencia, Granada o Cádiz: «Queríamos dar un espacio a las mujeres donde se pudieran encontrar, pedir información sobre grupos feministas, sexualidad, direcciones para abortar en Londres o en Tánger, lo que se conoce menos. De hecho, estábamos en contacto con grupos de apoyo de mujeres de habla hispana en Londres. Se asesoraba también sobre la importancia de la planificación familiar. Además, como librería que éramos también ofrecíamos libros de sexualidad, de atención a nuestros cuerpos. Pero sobre todo era un lugar en el que se escuchaba a las mujeres». Esta librería estuvo abierta hasta 1987: «Nuestro trabajo era voluntario. La que no estaba estudiando a la vez, estaba trabajando. Cuando terminabas, te ibas a abrir la librería tres o cuatro horas. Aquello era realmente agotador… También es verdad que las cosas fueron cambiando y en 1985 se aprobó la ley de supuestos del aborto y también se abrieron las casas de acogida para mujeres víctimas de violencia», reflexiona Carmen Pérez Pinto.
Respecto a la ley del aborto, coinciden en que no contentó al movimiento feminista, y su análisis les invita a dar un pequeño paso atrás en el tiempo: rememoran las detenciones de mujeres y médicos de clínicas abortivas de Basauri, en Sevilla y también en Málaga. Precisamente, en la capital costasoleña se celebró un macrojuicio que se abrió en 1986 a 23 mujeres y ocho trabajadores de la clínica del doctor Germán Sáenz de Santamaría y Luis Alberto Stolzemburg: «Entre los ochenta y pocos y hasta los noventa y muchos el movimiento feminista en Málaga hemos estado en las reivindicaciones por el derecho al aborto libre y gratuito en el sistema sanitario, cosa que a la fecha que estamos no se cumple», comenta Carmen Martín. «En el macrojuicio los acusados quedaron absueltos en 1998 no porque la sentencia entrara en el fondo, sino por prescripción de los supuestos delitos. Y tuvimos que esperar hasta 2010 para tener una ley del aborto en condiciones, de plazos; estamos hablando de mucho tiempo», incide Rosa Gómez. Y años más tarde vieron amenazada la norma por parte del entonces titular de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, así que el movimiento español organizó el Tren de la Libertad en el que participaron las malagueñas. Ganaron: la reforma propuesta por el ministro no salió adelante y él tuvo que dimitir.
En Málaga, tan temprano como en 1988, se puso en marcha la primera asociación de mujeres víctimas de violencia de género de toda España, tras haberse abierto seguramente las primeras casas de acogida para ellas en el año 1985 también en este territorio. Las expertas consideran que no es extraño que así fuera, porque al haberse instalado el Centro de la Mujer casi una década antes, había mucha escucha de las demandas y las necesidades de las mujeres; se era consciente de que se necesitaba un recurso específico para estas personas. «Carmen Olmedo tuvo el poder político, el poder económico y sobre todo la visión de que había que hacer lo que se hizo», analiza Barbotta. De hecho, se considera que el mayor legado de la malagueña Olmedo es el tratamiento de la violencia de género como un problema global, estructural y público. El plan de Olmedo se tomaría como modelo por parte del Gobierno central para la Ley contra la Violencia de Género de 2004.
La definitiva toma de conciencia sobre la dimensión de este problema social que hizo posible la redacción de la norma se produjo después de un desgraciado crimen machista, el de Ana Orantes, que había sufrido malos tratos por parte de su marido durante décadas y que fue finalmente asesinada por éste en el año 1997 tras contar su testimonio de una vida de golpes por televisión. En Málaga la repulsa de ese asesinato tomó la forma de recogida de firmas por parte de las feministas para reclamar la aprobación de la ley estatal que no se aprobaría hasta 2004, justo también el momento en que las malagueñas viajaron a Vigo para participar en la Marcha Mundial de las Mujeres que reunió a 20.000 personas de cerca de 6.000 colectivos de más de 160 países.
Un par de años antes ya se había constituido la Plataforma contra las violencias machistas Violencia Cero. Y Lola Rodríguez, su primera presidenta, recuerda que cuando asesinaban a alguna mujer en Málaga, iban al cementerio a acompañar a la familia. Desde entonces, además, cada vez que hay un crimen machista, convocan una concentración. Y estuvieron durante varios años reuniéndose el día 25 de cada mes en la Plaza de la Constitución para denunciar la violencia machista, unas veces con mucho poder de convocatoria y otras, con menos. Pero la influencia de la Plataforma fue tal que las concentraciones de la corporación municipal en la escalinata del Ayuntamiento tras cada asesinato machista fueron resultado de una moción que presentó, al igual que el monolito que se instaló en el año 2003 en el Paseo del Parque y que según les consta a las mujeres que rememoran su historia para SUR, es el primero de toda España. Lola Rodríguez y Carmen Martín estuvieron una mañana entera con el alcalde, Francisco de la Torre, negociando qué frase poner. Al final, se puede leer lo siguiente: «La ciudad de Málaga, en memoria de tantas víctimas silenciosas para que su voz se siga escuchando y mantener viva su denuncia». «Durante muchos años, el Ayuntamiento de Málaga hacía su minuto de silencio con nuestra pancarta», recuerda Andrea Barbotta.
Además, en relación con la violencia de género, la Plataforma Violencia Cero se presentó como acusación particular por el asesinato en Fuengirola de Diana Yanet Vargas, la primera víctima de violencia de género registrada por la estadística oficial, que comenzó a contar los feminicidios en 2003. Su crimen fue el Día de Reyes. El asesino la tiró por el balcón. Lola Rodríguez, cuando conoció el caso, contactó con un funcionario del Ayuntamiento y supo que la mujer era colombiana y que no tenía familia en Málaga. Nadie reclamó su cuerpo. Alrededor de un mes después era enterrada en el cementerio de Fuengirola con la única compañía de media docena de feministas. Ahora, cada 25 de noviembre, la manifestación la encabeza una banda enorme, cada año más grande, en la que están inscritos los nombres de todas las víctimas oficiales de los asesinatos machistas, el primero de los cuales es el de esa mujer a la que el patriarcado segó la vida a los 28 años.
La Plataforma inauguró su sede en el año 2005. Es el escenario de la reunión de SUR con las feministas de Málaga. Y es un lugar histórico, presumen orgullosas: ahí fue donde nació la Marea Violeta. En concreto, en diciembre de 2011 cuando un grupo de asociaciones feministas se reunieron en el local para acordar una estrategia de acción frente a los que calificaban de «recortes y retrocesos» en materia de igualdad entre mujeres y hombres. «Fuimos las primeras que dimos la voz de alarma a todo el movimiento feminista tras el anuncio del cierre de casas de acogida para mujeres maltratadas en Castilla-La Mancha», recuerda Barbotta. Su primera acción fue la elaboración de un manifiesto y la convocatoria de una concentración para el 10 de febrero de 2012 que tuvo lugar en más de cuarenta ciudades españolas. «El nombre de Marea Violeta salió de aquí», agrega Lola Rodríguez. «Entonces nos dimos cuenta de que ahí empezaba la ofensiva patriarcal total de los partidos conservadores para desmantelar las políticas de igualdad», añade Rosa Gómez. Esa tela morada que llevan las mujeres en la foto que acompaña a estas líneas es muy representativa de la Marea Violeta, comenta Pilar Iglesias: «Era un elemento para estar en la calle y para ocupar mucho espacio en la calle. Y también para unir las reivindicaciones feministas con las otras mareas, porque estaba ya la Marea Blanca (por la sanidad) o la Marea Verde (por la educación)».
No sólo la Marea Violeta nació aquí en Málaga y gracias a la Plataforma Violencia Cero. Lola Rodríguez recuerda también que fueron ellas quienes primero apoyaron a Paloma Palenciano, la premiada dramaturga por su obra 'No sólo duelen los golpes' que primero fue una exposición.
Y otro hito: en 2013, el 8M tuvo su Gran Procesión del Santo Chumino Rebelde de la Hermandad del Coño Insumiso en Málaga, que fue condenada en 2020 por ofender los sentimientos religiosos. Luego se afanaron en defender la antigua sede del Instituto Andaluz de la Mujer, la de la calle Carretería, como Casa para las Mujeres, de donde se había desmantelado una biblioteca. Participaron en el Tren de la Libertad en defensa del derecho al aborto en 2014. Pusieron en marcha la Ruta Violeta en la que participan decenas de asociaciones feministas de todo el país.
Estas movilizaciones en la calle a principios de los años 2000, este rearme del movimiento feminista más activista coincidió con un momento en que las feministas sentían que todo estaba en manos de las instituciones y que éstas estaban cambiando un poco el sesgo de las medidas: se notó que a partir de 2000 ya no estaba Carmen Olmedo al frente de las políticas de igualdad de la Junta. Entienden que además influyeron las conclusiones de la Conferencia de Pekín, cuyo mandato era la adopción de políticas transversales. Aprovechando esa nueva posición global, analizan, las políticas específicas de mujer se fueron congelando. A ello se sumó la idea de recuperar el 8M para las organizaciones feministas con el objeto de reivindicar una agenda propia al margen de unas instituciones más descafeinadas y menos ambiciosas: «Tenemos una agenda. Nosotras hacemos calle con reflexión, no es un puro activismo, es feminismo», afirma Anabel Santos. Y Carmen Martín añade: «Yo soy muy de calle, a mí la calle me gusta, pero yo voy a la calle porque llevo una reflexión».
Así que el movimiento feminista se empleó a fondo para recuperar el 8M, especialmente a partir del año 2008. Critican que ese día se había convertido en una fiesta, en celebrar los avances, en que a las mujeres se les daba una flor y las administraciones organizaban un acto, una fiesta o un concierto. Ellas querían que volviera a ser un día reivindicativo, porque quedaba una larga agenda por cumplir. «Necesitamos resignificar ese día como plenamente reivindicativo. Las instituciones estaban tomando la calle y se daba la paradoja de que nuestro alcalde estaba en la manifestación mientras su partido no apoyaba la Ley de Igualdad en el Congreso. En la pancarta iba el alcalde, el diputado…», afirma Rosa Gómez.
Los últimos años son los de la división, ya se ha apuntado, con el detonante que implicó la aprobación de la ley trans, sobre todo por su ingrediente principal: la autodeterminación de género. Para el feminismo el género es un rol social que se impone a las personas por razón del sexo con que se ha nacido. El género, por tanto, no es una elección, es una imposición, y especialmente gravosa para las mujeres, porque el rol que se les asigna es subalterno, sin poder, dependiente y sumiso. Que se iba a producir un choque entre el feminismo y el transgenerismo era una obviedad. Y fue algo que las feministas malagueñas ya intuyeron en el año 2009, durante las jornadas feministas de Granada (treinta años después de las primeras). «Ya se vislumbró el arribismo -o entrismo- de otras reivindicaciones que querían copar la agenda feminista», denuncian. Se estaba abriendo paso la 'teoría queer' en España, que entiende tanto el género como el sexo como algo fluido.
Además de la división, también ha habido una enorme efervescencia, con una sucesión de acontecimientos que enumera Rocío López, presidenta de Fórum de Política Feminista de Málaga: en 2016, la violación de La Manada; en 2017, el #MeToo que comenzó en Estados Unidos; en 2018, la primera huelga feminista, que fue mundial, para después convocarse oficialmente en España la de 2019. A continuación llegó la pandemia. Pero, afirma López, después del Covid, las únicas que han seguido en las calles, movilizadas, han sido las feministas. Muchas muy jóvenes. Pero quizás no tantas involucradas en el mundo asociativo, en el movimiento organizado. Quizás por lo que apunta Rocío López: ha sido feminista desde siempre, pero sólo cuando tuvo un trabajo estable y digno pudo implicarse de verdad.
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