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Cerca de 250 personas se han concentrado este viernes en la plaza de la Marina contra la precariedad de las camareras de piso de los hoteles malagueños. El colectivo, agrupado bajo el nombre de las ‘Kellys’ (abreviatura de «las que limpian»), reclama mejores condiciones laborales y jubilación anticipada ante la imposibilidad de continuar ejerciendo sus tareas, de gran desgaste físico, pasados los sesenta años. En la provincia hay más de 4.000 mujeres que trabajan como camareras de piso. Acondicionan entre veinte y treinta habitaciones diarias, a menudo por salarios que no llegan a los ochocientos euros. La externalización del servicio permite a los hoteles despedir a sus camareras para contratar a empresas de trabajo temporal que, al no regirse por el convenio de hostelería, suelen pagar el salario mínimo interprofesional, establecido en 707 euros mensuales, a estas trabajadoras.
La concentración se ha prolongado durante más de una hora, hasta las nueve de la noche, bajo lemas como «Si sube el turismo, que suban los salarios» o «Somos camareras, no somos esclavas». La portavoz del colectivo, Josefa García Lupiañez, camarera de piso de un hotel en Torremolinos y Premio Andalucía de Turismo de este año, ha arremetido contra la reforma laboral del Gobierno central, que no impide que los convenios sectoriales, que garantizan condiciones y salarios decentes, primen sobre los convenios empresariales. «Hay que hablar de violencia empresarial. Vivimos medicadas, con dolores, aguantando cargas de trabajo inhumanas. Queremos terminar con la externalización y con la reforma laboral», ha exclamado.
A la convocatoria han acudido representantes de Comisiones Obreras y la Unión General de Trabajadores, además del diputado nacional de Unidos Podemos Alberto Montero y la portavoz de Málaga Ahora en el Ayuntamiento, Ysabel Torralbo. Las camareras de piso también han reclamado que algunas enfermedades comunes entre el colectivo, como la fibromialgia o las relacionadas con dolores musculares y articulares, sean reconocidas como enfermedades laborales al ser provocadas por el esfuerzo físico de las tareas que realizan cada día. «Nos ocupamos de una media de veinticinco habitaciones diarias, eso son cerca de cincuenta o sesenta camas entre habitaciones dobles y supletorias. Además, limpiamos cristales, fregamos, quitamos el polvo, hacemos los baños y las zonas comunes. No podemos más. Acabamos agotadas y nos levantamos doloridas, siempre con antiinflamatorios».
Varios colectivos feministas se han sumado a la reivindicación al considerar que las camareras de piso conforman el colectivo más perjudicado del sector turístico por su condición de mujeres, pese a que su trabajo resulta fundamental para el funcionamiento de los hoteles: «Son el eslabón más débil de la cadena, y las prácticas empresariales de precariedad que se ejercen contra ellas tienen mucho que ver con el machismo, porque no se dan de forma tan salvaje entre otros empleos turísticos».
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