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Sus inicios . «En aquellos años era una esponja con los ojos siempre bien abiertos para empaparme de un mundo que me apasionaba».
Jesús Segado: 1986, mi primer contrato en moda

Jesús Segado: 1986, mi primer contrato en moda

A mitad de los 80 el modisto malagueño de alta costura se embarcó en su primera aventura laboral como diseñador de la firma Piedroche, especializada en prendas y complementos de piel

Almudena Nogués

Viernes, 19 de agosto 2016, 00:17

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Se busca diseñador para una conocida firma de moda. Aquel reclamo, colgado en el tablón de anuncios de la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos (la actual San Telmo) le hizo soñar despierto. Sin embargo, casi no se presenta a la entrevista. Por aquel entonces tenía 22 años y unas ganas locas de comerse el mundo...pero le quedaban un par de cursos para acabar la carrera y presuponía que había otras personas más preparadas para optar al puesto. Por suerte, su amiga y compañera de pupitre Mari Carmen Soler le dio el empujoncito que le faltaba y le animó a echar el curriculum para probar suertes. Lo recuerda como si fuera ayer: «Estaba loco por conseguir ese trabajo pero nunca pensé que me lo darían porque yo acababa de terminar tercero y no tenía experiencia. Aún así decidí acudir para saber cómo era un proceso de selección. Allí me planté con mis bocetos que consistían en un traje de señora, otro de caballero, un cinturón y un bolso», recuerda con una memoria envidiable. ¡Y, para su sorpresa sonó el teléfono! Corría el verano de 1986 y Jesús Segado acababa de conseguir su primer contrato como diseñador.

Aquellos meses estivales de mitad de los 80 los pasó en las nuevas oficinas de la firma Piedroche, ubicadas en la Alameda Principal. Era su primer trabajo en la difícil industria de la moda y estaba entusiasmado. «Para mi significaba entrar en contacto con un mundo apasionante, era un sueño hecho realidad y quería exprimirlo al máximo. Era una esponja, con los ojos muy abiertos para empaparme de todo», rememora el modisto malagueño de alta costura -uno de los fijos cada septiembre en la Pasarela Larios.

Tan feliz estaba que no le pesaban ni las ocho horas de trabajo. Ni el estar alejado de la playa sumergido entre patrones, muestras de telas y retales de pieles. «Me pasaba el día dibujando bocetos y las horas se me iban volando», sostiene. Especializada en prendas y complementos de piel, la firma -que al poco tiempo se mudaría al polígono Santa Teresa frente al Cortijo Bacardi- destinaba buena parte de su producción a exportar a EE.UU. o Japón. El reto que se marcó Segado desde que entró en ella fue darle un toque más juvenil a sus colecciones, «introduciendo nuevos coloridos y cortes más actuales». Una de las tareas con las que más disfrutaba era cuando le tocaba visitar las tiendas que vendían sus creaciones, entre ellas las del hotel Puente Romano o la ubicada en Puerto Banús, donde ayudaba a montar los escaparates . «Ir de paseo por Marbella y ver mis diseños junto a los de Dior o Loewe para mi era increíble», confiesa.

Aquella primera inmersión en el mercado laboral le absorbió casi por completo aquel verano del 86. Pero también había momentos para el disfrute. Así, al terminar la jornada le sabían a gloria los cócteles de champán que se tomaba con sus compañeros en el Pasaje Chinitas maridados con pescaíto frito. Luego, al caer el sol, era fácil verle en alguno de los locales de moda de Pedregalejo allá por los 80, entre ellos el Galeón, la discoteca Cristal (que más tarde fue Duna), Circuito 3 o el S.a. Company. «Eran sitios muy modernos y con muy buen ambiente, por entonces eran lo más, allí estaba la marcha», bromea. Yallí que iba él de lo más in con su media melena y sus atrevidas camisas y pantalones de loneta que él mismo pintaba con estampados de lápices o coches para no pasar desapercibido.

Treinta años han llovido desde aquella primera nómina de 50.000 de las antiguas pesetas que le dio íntegra a su madre para contribuir a una economía familiar en la que -con cinco hijos- había que hacer auténticos malabares para cuadrar las cuentas. Han pasado tres décadas pero poco ha cambiado. Para Jesús Segado los veranos siguen siendo sinónimo de trabajo a destajo - «estos días estamos en el taller a pleno rendimiento», recuerda. Y es que no solo es la temporada alta de bodas sino que, además, le toca ultimar los modelos que desfilará a mitad de septiembre en Larios, la gran cita con la moda malagueña a la que es fiel desde sus inicios y a la que esta edición acudirá con su colección Morgana. En ella, no faltarán sus delicados aires románticos, sus característicos detalles artesanales y su experimentación con los tejidos.

Cuando cuelga la aguja, el diseñador se relaja nadando en la piscina o caminando junto al mar (su plan favorito de esta época del año). Si va a la playa es de los que se tumba en la arena, lo más cerca posible de la orilla, para impregnarse del olor a salitre. Tras el baño, no perdona la porra o el gazpachuelo con un buen espeto de sardinas. Y de postre, imprescindible un helado de turrón de Casa Mira, «es lo que más me gusta del mundo, son mi perdición».

Como director creativo de Piedroche estuvo cinco años. «Al cabo de este tiempo me fui por la presión con las exigencias de ventas. Era tan que ya no disfrutaba con lo que hacía», relata. Aquella experiencia sin embargo le dio la llave para montarse por su cuenta, a raiz de que la amiga de una secretaria de esa empresa le encargara un vestido de novia...Desde entonces no ha parado de hacer realidad el sueño de muchas mujeres .

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