Los rostros de Los Asperones
El barrio es como todos, diverso: hay familias, gente con pequeños negocios, trabajadores y también personas que viven de subsidios y que han tenido una vida muy dura
Los rostros de Los Asperones son diversos. Mucho. «No sé por qué la gente no nos ve como la gente trabajadora que muchos somos», espeta uno de los vecinos con un buen puñado de años cotizados pese a ser tan joven. Y es que, por haber, hay hasta pequeñas empresarias, como Marina Martín, que regenta un barecillo. Está tan orgullosa de lo bien puesta que tiene la casa que lo que le gustaría es que se la trasplantaran a otro barrio. También está Luisa Santiago, estudiante y con las ideas muy claras. O las parejas que van juntas a llevar a los niños al cole para después buscarse la vida. Como en todos los barrios de clase baja, hay señoras ya cansadas de luchar, sólo que aquí también tienen miedo a terminar quedándose en la calle. Y se suman los ya ancianos con tan mala suerte que apenas pueden cobijarse en una chabola sin agua corriente.
LUISA SANTIAGO
«Mi vida está fuera de aquí y espero que la de la mitad de los niños de aquí, también»
Luisa Santiago tiene 17 años y casi ha salido del barrio: va a vivir en la Residencia Andalucía de El Atabal, estudia para Técnica Superior de Enfermería y percibe la diferencia entre sus vecinos de Los Asperones y los del resto de Málaga: «Somos iguales, pero no tanto». Y lanza: «Mi vida está fuera de aquí y espero que la de la mitad de los niños de aquí, también».
MARÍA HEREDIA y SAMANTHA RIVERO
«Nada más que me lo digan, me voy con los ojos cerrados. Capaz que haya alguno que no se quiera marchar»
Algunas de las madres que llevan a los niños a la escuela infantil del barrio no han nacido en Los Asperones. Se mudaron al asentamiento bien porque su pareja era de ahí, bien porque la familia encontró casa en la zona. Pero María Heredia y Samantha Rivero se quejan: «Está lleno de ratas. Te salen de los enchufes. No hay luz. No hay vida para los niños. Nada más que me lo digan, me voy con los ojos cerrados. Capaz que haya alguno que no se quiera marchar…».
CUSTODIO FERNÁNDEZ y SARAY ESCOBEDO
«No podemos tener a los niños 24 horas en casa y no tienen un parque en el que poder jugar»
Custodio Fernández y Saray Escobedo tienen dos hijos de dos y seis años. Él trabaja en la limpieza. Y este verano sí se han podido permitir unos días en un hotel. El resto del verano lo han pasado «malgastando agua» para llenar la piscina hinchable: «No podemos tener a los niños 24 horas en casa y no tienen un parque en el que poder jugar». «Me gustaría irme de aquí, pero que luego no estemos todo el barrio junto otra vez. Si no, volvería a ser como esto», pide Custodio, que sueña con una casa mata.
MARINA MARTÍN y SANTIAGO CORTÉS
«Ay si mi casa me la cogieran y me la pusieran en otro lado...»
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Marina Martín, de 39 años, regenta el burger donde los niños paran antes de ir al cole. «Yo estoy loca por irme. Tengo cuatro niños y quiero darles una vida mejor», dice. «Ay si mi casa me la cogieran y me la pusieran en otro lado...», sueña.
A su marido, Santiago Cortés, fontanero, que quiere quedarse en Los Asperones, le dice que vale, pero que ella se va. «Yo puedo tener muy bien mi casa, pero mira todo lo que hay alrededor…», lamenta la mujer, haciendo referencia a los escombros y la suciedad, de la que en parte son responsables los vecinos, pero de la que también se quejan que procede de fuera.
JESÚS MORENO
«Ahora que vamos a tener vecinos, se acuerdan de nosotros»
«Que nos dejen aquí y pagamos todo, el agua y la luz. Pero que nos arreglen el barrio», invita Jesús Moreno, de 31 años, cantaor y cliente de Marina Martín. «Ahora que vamos a tener vecinos, se acuerdan de nosotros. Nos han tenido olvidados toda la vida y ahora ya sí les importamos», ironiza, señalando las grúas que se ven a pocos pasos, donde están construyendo promociones nuevas.
Cristóbal Ruiz Román, profesor de la UMA y director de un trabajo de investigación sobre el barrio, 'Voces que no(s) cuentan. Análisis de la exclusión social desde las metáforas y propuestas para hacer pedagogía social', detectó durante su estudio que a los vecinos no les gustaría que un eventual realojo fuera resultado de la necesidad urbanística porque ahora la ciudad se esté extendiendo.
MARÍA DOLORES CAMPO y FRANCISCO RUFINO CORTÉS
«Los que tienen una casa bien pueden aguantar un poco más, pero nosotros vivimos en una chabola sin baño»
María Dolores Campo, de 56 años, y Francisco Rufino Cortés, de 66, se quejan: «Los que tienen una casa bien pueden aguantar un poco más, pero nosotros vivimos en una chabola sin baño». Ellos muestran la desigualdad que también hay en el seno del barrio. Las condiciones de vida no son las mismas para todos ni siquiera ahí.
MACARENA HEREDIA y VIRTUDES CÁDIZ
«Igual nos vamos y nos terminamos quedando en la calle»
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Macarena Heredia fue de las primeras vecinas de Los Asperones. Ahí reubicaron a su familia desde las chabolas de Portada Alta a mediados de los años ochenta. Y es de las que muestra el temor a la reubicación: sin recursos, ¿cómo va a pagar el alquiler?, plantea. De momento, ella cobra el ingreso mínimo vital.
Macarena Heredia conversa con sus vecinas, las hermanas Cádiz, que, a su vez, dicen que sí, que quieren dar otra vida a sus hijos, que vean mundo, pero viviendo, como hacen muchos, de la chatarra, del cartón o de vender un puñado de ajos.. «igual nos vamos y nos terminamos quedando en la calle». Recuerdan que hay gente que se fue de Los Asperones y se tuvo que volver: la vida dentro es dura; fuera no es fácil. La cuestión, como dice el profesor Cristóbal Ruiz, no sólo se resuelve con ladrillos, se necesita acompañamiento para una plena integración. Ella y sus amigas quieren trabajar. Reclaman formación.
JOSÉ MORENO
«Yo no sé por qué a mí en mi trabajo me dicen que no me pega vivir en Los Asperones»
José Moreno, de 34 años, lo tiene claro: prefiere vivir en Los Asperones que en Capuchinos, donde ya se ha ido su madre. Se queja de la imagen que tiene su barrio: «Tengo ya trece años cotizados. Ahora trabajo en Primor», presume, y dice que no es la excepción, que hay mucha gente trabajadora en el poblado: «Yo no sé por qué la gente no nos ve como la gente trabajadora que muchos somos. Ni por qué a mí en mi trabajo me dicen que no me pega vivir en Los Asperones. En todo mi entorno, en mi calle, somos trabajadores de Limassan, de Eulen…». «Si yo me voy al monte, o a Teatinos, y dejo escombros, me multan, pero aquí no pasa nada si la gente viene y lo hace. De todas maneras, prefiero que nos arreglen el barrio y nos pongan un Mercadona a que nos muevan de aquí».
Patxi Velasco Director del colegio María de la O
«Aquí hay que aplicar mucha IA»
Patxi Velasco es más que el director del colegio María de la O, es una referencia para los vecinos de Los Asperones. Define lo que sucede en este área de la ciudad como «guetización» y «segregación» ante lo que hay que aplicar mucha «IA», no inteligencia artificial, sino «integración y acompañamiento» para que estos vecinos lo sean de verdad de la ciudad.
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