Borrar
Voluntarios trabajando hoy en la zona afectada por las lluvias

Ver fotos

Voluntarios trabajando hoy en la zona afectada por las lluvias Félix Palacios

Campanillas, la calma con pies de barro

Más de medio centenar de particulares se incorporan a las tareas de limpieza tras las inundaciones de la pasada semana

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Sábado, 1 de febrero 2020, 19:50

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Los seis patucos de lana debieron de ser blancos, quizá celestes, hace dos décadas. Ahora intentan olvidar el marrón del fango secándose al sol en el poyete del jardín de Carmen Torres, que acaba de colocarlos ahí después de tenerlos durante unos segundos entre las manos, formando un nido donde acurrucar sus recuerdos. «El suelo, llamas y te lo reponen. La cocina, te la arreglan. Pero esto... No sabía que dolía tanto», admite Carmen sin dejar de mirar los patucos de su hijo, tejidos por la tía de su marido que ya no está.

El pequeño ahora tiene 20 años, va para ingeniero y sus antiguos zapatos comparten fila en la vivienda de sus padres con el corazón de cartulina que le hizo su novia. También hay fotos de los dos jóvenes, juegos para una videoconsola Spectrum y un batallón de figuras de Playmobil que apenas se han inmutado frente al lodazal que trajo la borrasca Gloria sobre Campanillas, dejando esta urbanización, el Conjunto Ronda, como la zona cero del desastre.

Carmen Torres coge del suelo su vestido de novia rebozado de barro. Lo levanta a la altura del corazón, se encoge de hombros y vuelve a dejarlo con cuidado sobre el piso sin decir palabra. Se toma unos segundos. «Terminamos la reforma de la casa en navidades. Vivimos en Melilla, la queríamos arreglar para tenerla a punto y, ahora, mira», ofrece la vecina del número 2 de la urbanización donde esta mañana de sábado han llegado más de medio centenar de voluntarios particulares para ayudar en las labores de limpieza. «Son ángeles», desliza Carmen mientras se coloca las gafas de sol de aviador. Porque una semana después de que el cielo se abriera sobre sus casas parece que la primavera coquetea con el verano en este rincón de Campanillas. Más de veinte grados y un sol de injusticia para muchos de los vecinos del Conjunto Ronda.

«Estamos muy agradecidos a los voluntarios, a los miembros de Protección Civil y a todos los que nos están ayudando, pero echamos en falta más apoyo de las administraciones», ofrece un vecino que prefiere no dar su nombre mientras enseña cómo la riada reventó la puerta de su trastero subterráneo. Dos somieres echados sobre la pared y un balón de fútbol esperan su turno para subir a la superficie y ponerse también al sol. Al otro lado de la piscina, el cansancio y la rabia hacen mella en uno de los propietarios, que suelta una fresca a un voluntario de Protección Civil para arrepentirse al instante y ofrecerle un abrazo. «Es que es mucho lo que están pasando. Y mira que yo lo sé». En la puerta de la vivienda, Teresa Retamero espera instrucciones con dos recambios de fregona sin abrir.

Teresa forma parte del escuadrón de vecinos de San Andrés que han venido para echar una mano. El Ayuntamiento de Málaga emitía este sábado una nota donde sostenía que en esta semana han participado 390 voluntarios en las tareas de limpieza y logística tras el paso de Gloria, si bien los vecinos coinciden al apuntar que este sábado es la primera vez que han recibido en sus casas la ayuda de particulares.

De San Andrés o Benalmádena

«¿Cómo no íbamos a venir? Tenemos que ayudar como nos ayudaron a nosotros con el tornado de hace 12 años», recuerda Teresa mientras pide paso para que Celedonio y Keneth saquen del piso un lavavajillas que ha pasado a peor vida. Junto a ella, Rosa, Concepción, Angelita, María y Toñi reciben indicaciones de un voluntario de Protección Civil.

A pocos metros de Teresa y sus vecinas, Martin Gray suda la gota gorda. Este británico de 58 años lleva más de tres décadas viviendo en Málaga. ¿Retirado? Sus ojos azules echan chispas con su mirada pícara mientras sonríe. «No soy tan rico. Trabajo como jardinero por las mañanas y por las tardes doy clases de inglés», explica Martin, que viene desde Benalmádena junto a su mujer, Paloma Jimena. «Vimos por la televisión lo que había pasado y hemos venido en el primer día libre que hemos tenido», comparte Martin antes de añadir: «Mi mujer recibió hace un par de días un mensaje de WhatsApp con un número de teléfono donde apuntarse para ayudar y eso hicimos».

El jardinero británico se afana en retirar barro de los alrededores de la piscina comunitaria: «Nos faltan herramientas. Sólo hay una de estas. No sé cómo se dice en español, yo la llamo 'frito'». «Parece una azada», media Javier Cestino (16 años), con un pañuelo trenzado alrededor del cuello que anuncia su origen: «Formamos parte del Grupo Scout 44 de Miraflores de Los Ángeles. Solemos hacer tareas de voluntariado y hemos venido para ayudar». El grupo de 'scouts' está formado por quince chicos y chicas de entre 14 y 16 años. Mientras habla Javier, Cristina Fernández y Raquel Moya acarrean cubos llenos de barro con la ayuda de Daniel Alejandro Molina, que se aparta el flequillo a golpe de resoplido. «Esta tarde vendrá otro equipo para seguir ayudando», anuncia Julián Lara, 'scouter' de 40 años que guía a los chavales.

«La gente se está volcando», defiende Jesús Toscano, miembro de Protección Civil que lleva aquí desde el sábado pasado. «Esta es la zona más castigada –detalla Toscano–, junto con otras viviendas en las calles Degas y Cristobalina Fernández». En la primera, otros 'scouts' salen de los garajes subterráneos con enseres cubiertos de lodo. Al otro lado de la calle, un camión de Limasa hace el caballito intentando cargar una cuba hasta el filo de enseres, lodo y recuerdos. Un vecino abre una caja de almacenaje de plástico transparente y saca de ella un bolso como un mago lo haría con un conejo de su chistera: «¡Niño, mira, está 'niquelao'!». Y suena una ovación espontánea por esa pequeña victoria frente la adversidad.

Una adolescente que pasea a dos caniches sonríe ante la escena. Pasa de largo y dobla la esquina de la urbanización, que parece en calma. Ella también, como todos aquí, lleva los pies llenos de barro.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios