Borrar
Procesión de la Pollinica de Málaga, en una imagen de archivo. salvador salas
«¡Bendito el rey que viene en nombre del Señor!»

«¡Bendito el rey que viene en nombre del Señor!»

Hoy es Domingo de Ramos y la imagen del Señor montado en un pollino recorrerá las calles de muchos lugares de la Diócesis de Málaga pero, ¿por qué no otro animal?

BEATRIZ LAFUENTE

MÁLAGA.

Domingo, 10 de abril 2022, 00:01

Como se puede leer en el evangelio de este domingo, Jesús «mandó a dos discípulos, diciéndoles: 'Id a la aldea de enfrente; al entrar en ella, encontraréis un pollino atado, que nadie ha montado nunca. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta: '¿Por qué lo desatáis?', le diréis así: 'El Señor lo necesita'». Como explica el profesor de los Centros teológicos de la Diócesis, el sacerdote Gabriel Leal, el texto narra cómo el Señor «organizó personalmente su entrada en Jerusalén. En ella, viene descrito como 'manso', a través de una cita de Zacarías: 'Mira a tu rey, que viene a ti, manso, montado en una borrica, en un pollino, hijo de acémila'. De esta manera Jesús se presenta y manifiesta en Jerusalén como el rey mesiánico anunciado. El hecho de que el evangelista omita 'es justo y victorioso' y conserve 'manso' del texto de Zacarías, muestra claramente su interés en presentar a Jesús no solo como rey mesiánico, sino que quiera resaltar la mansedumbre como un rasgo característico de su realeza».

Al contrario de lo que muchos esperarían de un rey, continúa Leal: «Jesús no entra en Jerusalén como Mesías guerrero, sino como un rey manso y pacífico. La mansedumbre de Jesús en su entrada en Jerusalén no es un hecho aislado. La mansedumbre caracteriza toda la actividad de Jesús: Jesús no es un maestro duro y orgulloso que impone cargas pesadas, sino un maestro 'manso y humilde de corazón', que invita a todos los cansados y agobiados a ir a él y aprender de él, que es manso y humilde de corazón. Jesús ha actuado también con mansedumbre con sus adversarios y con los enfermos. La mansedumbre aparece como la cualidad más característica de Jesús en el evangelio de Mateo. Esta caracteriza toda su actividad. La mansedumbre abarca y determina las relaciones esenciales consigo mismo, con Dios y con el prójimo: dominio de las emociones propias, libertad y apertura respecto a la voluntad de Dios y amor respetuoso del prójimo».

Traición

«Jesús no entra en Jerusalén como Mesías guerrero, sino como un rey manso y pacífico»

Y precisamente, será uno de sus prójimos, concretamente uno de los doce más cercanos, Judas Iscariote, el que lo traiciona. Como recuerda el delegado de Medios de Comunicación de la Diócesis de Málaga, el sacerdote Rafael Pérez Pallarés, «de todos los apóstoles, Judas Iscariote sería el que estuvo más adversamente afectado por esa entrada en procesión a Jerusalén. Su mente estaría en un fermento desagradable debido al reproche del Maestro el día anterior en relación con la unción de María en la casa de Simón. Judas estaría disgustado con todo lo que estaba pasando. Compartiría los puntos de vista de los griegos y de los romanos, que despreciaban a todo aquel que consintiera cabalgar un asno o el pollino de un jumento. En su corazón, este embajador del reino comenzaría ya a ser un desertor; tan sólo le quedaría encontrar una excusa para romper abiertamente con el Maestro».

Así, esta semana que arranca se podrán ver por las calles, de una manera plástica, los últimos momentos de la vida de Jesús el Nazareno, desde su entrada triunfal en Jerusalén, el Domingo de Ramos, hasta su resurrección, el domingo siguiente. Pero, como explica el delegado de Hermandades y Cofradías de la Diócesis de Málaga, el sacerdote Salvador Guerrero, «todo eso que expresamos y vivimos en estos días en las calles es como la cara de una moneda que tiene un reverso; esa manifestación pública de fe tiene que ser alimentada y fortificada. Si en la calle mostramos de una forma plástica en quién creemos, es en el interior de los templos, en la celebración de los sacramentos y en los santos oficios del Viernes Santo donde acompañamos, escuchamos y nos alimentamos de aquel que da sentido a nuestra existencia. Somos uno más en la entrada triunfal del Señor en Jerusalén el Domingo de Ramos o sentados a la mesa de la Última Cena el Jueves Santo donde el mismo Jesús nos dice: 'Haced esto en conmemoración mía'; lo acompañamos en la soledad de su Pasión ante el Monumento y nos enfrentamos a la cruda realidad de la Cruz que nos habla de fidelidad, perdón y amor sin medida el Viernes Santo. Pero nada de eso tendría sentido sin la Vigilia Pascual, celebración gozosa donde celebramos todos los cristianos, cofrades o no, que Cristo ha Resucitado. Que la pasión, entrega y muerte del Señor, son el preámbulo de esa Vida con mayúsculas que todos estamos llamados a vivir desde la fidelidad, la entrega y el compromiso con Cristo y su Evangelio».

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariosur «¡Bendito el rey que viene en nombre del Señor!»