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Olivero (en primer término), junto al catedrático Juan Mario Vargas (centro) y Miguel Ángel Farfán (al fondo).

Con la mirada puesta en África

Jesús Olivero Anarte Doctor en Biología

J. J. BUIZA

Viernes, 11 de marzo 2016, 12:58

Famosos sobre todo por su baja estatura, los pigmeos son realmente un pueblo grande, al menos en lo que se refiere a su manera de entender la convivencia con su entorno natural. Pese a ser fundamentalmente recolectores y cazadores, allá donde cazan con fines de subsistencia la biodiversidad se recupera con relativa facilidad, y sin poner en peligro a las poblaciones de animales.

«Hemos podido demostrar también que la salud alimentaria infantil en las poblaciones humanas integradas en el bosque, como los pigmeos, es significativamente mejor que en las áreas donde la explotación cinegética es más intensa», asegura Jesús Olivero, doctor en Biología por la UMA que lleva dos años estudiando la biodiversidad de África Central y sus alteraciones por la presión de los hombres.

Su equipo acaba de tomar parte en una destacada investigación que ha reunido a científicos de otros países y que ha incluido la publicación de la primera estimación real de pigmeos: unas 920.000 personas que habitan en las selvas ecuatoriales del centro de África y que se ven amenazadas por por la deforestación y la marginación.

La prestigiosa revista Plos One se ha hecho eco de este estudio, en el que, por parte de la universidad malagueña, también han participado los profesores Juan Mario Vargas y Raimundo Real Giménez, y los investigadores Miguel Ángel Farfán y Ana L. Márquez. En conjunto, han tomado parte 26 coautores procedentes de Europa, Estados Unidos, Canadá, Japón y Camerún.

Pese a ser el mayor grupo activo de cazadores-recolectores del mundo, hasta ahora nunca se había realizado una aproximación sobre la presencia de los pigmeos en la enorme superficie de bosques africanos. Viven en comunidades localizadas en zonas selváticas de nueve países, que suman un área de alrededor de unos 178 millones de hectáreas, pero constituyen una pequeña minoría comparada con la población total.

Su trabajo ha aunado gran parte de la información que se hallaba dispersa. «Lo que hemos hecho en Málaga es integrar los resultados de aquellos estudios en un sistema de información geográfica. Luego hemos trabajado con estos datos utilizando las estadísticas, y diversas técnicas para el análisis de mapas que describen los ambientes y recursos naturales de África Central», explica Olivero.

Lo que más le atraía de esta investigación era sus posibilidades de aplicación práctica en favor de los derechos de los pueblos indígenas. «Como biogeógrafo, me dedico a estudiar cómo se distribuyen los seres vivos en el espacio y el tiempo, y cuáles son las condiciones ambientales que favorecen su distribución. Con este proyecto queríamos mostrar que nuestros métodos son aplicables al estudio de las comunidades humanas del bosque, fuertemente dependientes de la conservación de su entorno natural».

Pueblo amenazado

Los pigmeos son un grupo de personas desfavorecido e ignorado, muchos de cuyos integrantes han perdido ya sus tierras y medios de vida y se enfrentan a la desaparición de sus ricas tradiciones culturales. «Sus derechos sobre el bosque, del que dependen para sobrevivir, como pueblo cazador-recolector, son reiteradamente ignorados por las autoridades en algunos países», afirma este científico malagueño, que cita algunas de las 'excusas' que habitualmente se esgrimen para obligarles a dejar sus territorios, como concesiones mineras o madereras o la plantación de palma de aceite.

«Incluso la protección de la biodiversidad se utiliza, a veces, para justificar el reasentamiento de los pigmeos fuera de los límites de parques nacionales y reservas de la naturaleza», alerta.

A sus 45 años, Jesús Olivero, que es investigador de la UMA desde 2007, se ha convertido en un apasionado de la biogeografía y de África. El próximo reto del grupo al que pertenece, dependiente del Departamento de Biología Animal, es describir las zonas ambientalmente favorables para la existencia del virus del Ébola.

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