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Ignacio Lillo
Martes, 26 de enero 2016, 00:36
Es el eterno debate después de un temblor como los ocurridos en los últimos días: la mitad de los ciudadanos juran y perjuran que el mundo se movía a su alrededor, mientras que la otra mitad siguió durmiendo como si nada. ¿De qué depende que un terremoto se note o no? El Instituto Andaluz de Geofísica aporta algunas claves.
Lo primero que hay que tener en cuenta es la proximidad del epicentro a zonas habitadas o urbanas. En este caso, ocurrió a 162 kilómetros al sureste de Málaga, en el Mar de Alborán, y a diez kilómetros de profundidad. De entrada, una distancia razonable para que fuera más o menos perceptible.
El siguiente punto es la vulnerabilidad de la edificación: los más antiguos, especialmente los anteriores a 1968, se hicieron bajo normas de construcción antisísmica menores que los más modernos. Por tanto, es más probable que un morador de un bloque antiguo lo perciba más que otro de un inmueble moderno.
Pero hay circunstancias mucho más llamativas y que muy pocos conocen. En primer lugar, hay que tener en cuenta que los suelos blandos, compuestos de arcilla, arena o saturados de agua amplifican la sacudida y la duración. Por tanto, lo habrán notado más en pisos construidos cerca de los ríos (Guadalmedina y Guadalhorce); en primera línea de playa; en suelos arcillosos (como los de Teatinos) y los que tengan acuíferos bajo sus cimientos.
Además, a partir de una quinta planta para arriba se sienten mucho más que en las inferiores o a cota de calle. De ahí que dentro de una misma ciudad unos lo perciban y otros no. Como curiosidad, en caso de un más que improbable tsunami, es mejor estar en una planta cuarta o superior, ya que las olas alcanzarán, como mucho, a la segunda.
Escala de intensidad
Precisamente, la percepción humana marca una de las dos formas de calibrar un evento de este tipo: la intensidad, que son los efectos que produce, medido en la Escala Macrosísmica Europea (EMS-98), que consta de 12 grados, en números romanos. Del 1 al 3 son no sentidos o débiles. El 4 ya es ampliamente observado (dentro de los edificios por muchos y sólo por muy pocos en el exterior). El grado cinco es fuerte: sentido dentro de los edificios por la mayoría y por algunos en el exterior.
A partir del seis, empiezan los daños. Este fue el grado del ocurrido ayer: levemente dañino. El terremoto es sentido por la mayoría dentro de los edificios y por muchos en el exterior. Algunas personas pierden el equilibrio. Muchos se asustan y corren al exterior. Pueden caerse pequeños objetos de estabilidad ordinaria y los muebles se pueden desplazar. En algunos casos se pueden romper platos y vasos. Se pueden asustar los animales domésticos (incluso en el exterior). Daños leves y moderados en los edificios (fisuras en los muros y caídas de revestimientos).
El siete es dañino. Para muchos es difícil mantenerse de pie, especialmente en plantas superiores. Se desplazan los muebles y pueden volcarse los que sean inestables. Caída de gran número de objetos de las estanterías. Salpica el agua de los recipientes, depósitos y estanques. Daños graves en los edificios.
El ocho es gravemente dañino. Caen al suelo objetos como televisiones, etc. En suelos muy blandos se pueden ver ondulaciones. Daños muy graves en construcciones.
Entre el nueve y el diez ya se consideran destructores. Según el grado, las personas pueden ser lanzadas bruscamente al suelo. Muchos monumentos y columnas se caen o giran. Hay daños muy graves en edificios con grandes grietas en elementos estructurales y daños en el hormigón por compresión y rotura de armaduras.
Los dos últimos se consideran devastadores: con daños estructurales muy graves en las construcciones o, en el grado superior, el doce, los edificios quedan completamente destruidos, apenas algunos se sostienen en pie.
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