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Noemi R. Navas
Domingo, 4 de enero 2015, 00:20
Ahora que ya se puede visitar el histórico tranvía del Morlaco, restaurado y ubicado en la nueva plaza de Pedregalejo, cabe recordar que Málaga fue pionera en ese medio de transporte a finales del siglo XIX. Y es que el primer proyecto de tranvía en la capital de la Costa del Sol data de 1884 (Arroyo de la Caleta-Estación de Córdoba) llamado de motor de sangre al ser tirado por mulas. Cinco años después, la ciudad disponía de tres líneas y 17 vehículos con capacidad para una veintena de pasajeros. Entonces existían tres estaciones: Arroyo de la Caleta, El Palo y El Muelle para una población cercana a los 120.000 habitantes. En 1905 los vehículos se modernizaron a eléctricos en todas sus líneas y aumentaron su capacidad hasta los 42 pasajeros, pero el verdadero salto del tranvía malagueño se produjo en 1923 con la suma de 37 vehículos y seis líneas: Alameda - El Palo, Alameda - Estación, La Victoria - Huelin, Alameda - Bellavista, Alameda - Baños del Carmen y Circunvalación Casco Ciudad según consta en los archivos de la EMT. En esa fecha, la población superaba los 150.000 habitantes, muchos de los cuáles empleaban este medio de movilidad para ir trabajar o hacer gestiones. Ya en 1927 llegaron los primeros autobuses municipales, que fueron desplazando al tranvía hasta desaparecer en 1961.
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Todas estas fechas, el color de los vagones, las jardineras de los trenes en las que cabían un plus pasajeros y otros recuerdos son estos días temas de conversación en Málaga. En el bus, en la calle, en los comercios de El Palo se habla con nostalgia de cómo era aquel tranvía de El Morlaco, el último vestigio de esa Málaga industrial que aún recuerdan los más veteranos del barrio a través de anécdotas de otras generaciones. Durante muchos años ha estado pintado de amarillo, pero su color original era azul, el que ahora tiene. El amarillo que ha lucido estos años se debe a su aparición en una película de Lawrence de Arabia rodada en 1961, el mismo año que se retiró de circulación. Ya había varias líneas de autobús y muchos coches en las familias de clase media, relata Juan Vázquez.
Este vecino de Pedregalejo afirma que le gusta la ubicación del tranvía restaurado aunque en su día algunos colectivos reclamaron exponerlo en La Malagueta o Muelle Uno, más vistoso a los turistas. Personalmente, veo justo que se exponga en El Palo por su pertenencia al barrio. Es un emblema para los vecinos y un honor conservarlo aquí. Su amigo Antonio Leal recuerda que el vehículo restaurado, el número 63 y fabricado en 1922 en Charleroi (Bélgica), cubría la línea 3 desde La Alameda a La Misericordia. Nosotros lo usábamos solo para ir al médico. Las familias humildes no solían coger el tranvía, siempre íbamos andando a todas partes, por eso las veces que me subí con mis hermanos fueron una fiesta. Era un medio de transporte agradable para disfrutar de la ciudad, es una pena que se perdiera, lamenta.
Y es que gran parte de la generación de los 40-50 entiende que el Ayuntamiento pudo conservar el tranvía, pero apostó por los autobuses urbanos. La ciudad cambió por completo en esos años, creció en población, en infraestructuras y quizás no vieron el potencial de un medio de transporte así. Lo consideraron un inconveniente para el urbanismo, más o menos como pasa ahora con el metro en superficie, considera Rafael Aparicio.
Este y otros muchos recuerdos se han puesto de actualidad estos días en El Palo, sobre todo en las inmediaciones de la exposición del último tranvía. Si el azul es su color original, si las ventanas de ahora son más pequeñas, si le falta el tope (ese último vagón al que algunos se enganchaban para no pagar) es lo de menos. Los nostálgicos ya tienen en las antiguas cocheras un rinconcito en el que repasar la historia del tranvía que ahora luce moderno y protegido por una moderna estructura antivandalismo. Incluso tiene instalado un sistema de vigilancia que conecta con la Policía Local. Todo sea por conservar intacto aquel vagón 63 de 1922.
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