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Este 2017, el Puente Nuevo sobre el Tajo de Ronda, construido para unir ambas partes de la ciudad dividida por el garganta del Tajo, ha alcanzado 230 años, pero también se ha señalado en el calendario de la historia rondeña otra fecha, aunque por motivos bien distintos. El pasado 3 de julio se cumplió un siglo de la tragedia del Tajo: en 1917 un desprendimiento de rocas en la garganta, en plena noche, sobre las cuatro de la madrugada, sepultó literalmente a un total de 15 personas, diez de una misma familia, que se encontraban durmiendo en los molinos que en el fondo de la Tajo se situaban para aprovechar la fuerza de la corriente del río Guadalevín. El dantesco hecho fue recogido por la prensa escrita del momento, según explicó la investigadora Aurora Melgar, al frente de la Biblioteca de la Serranía de Ronda, en la que se pueden consultar, entre otros documentos, artículos de la época al respecto.
El desastre conmocionó a la sociedad del momento. “Horrorosa catástrofe”, escribió el periódico La Acción, que llegó a hablar de 20 muertos. “Próximamente a las cuatro de esta madrugada desprendióse de las alturas un gran bloque de piedra, que arrastró en su caída tierras y muchos peñascos; todo ello fue a caer sobre las fábricas de electricidad de Palop y Vera y los molinos de harina de Francisco Pajares y viuda de Sanguinetti”, escribió Diario La Nación, que habló también de que “los cadáveres de dos tiernas criaturas fueron extraídos completamente destrozados”.
La Época, por su parte, precisó: “Una de las víctimas es el soldado Juan Rodríguez Laza, que estaba rebajado de servicio y trabajaba en uno de los molinos. Una hermana de Juan que habitaba en el mismo edificio se salvó milagrosamente, porque antenoche fue a un baile, se le hizo tarde y no se atrevió a bajar al río”.
El periódico local El Defensor de Ronda ofreció más detalles, con testimonios: “A esa hora los dependientes de los cafés establecidos en el Puente y algunos serenos que estaban en la puerta del Ayuntamiento escucharon un ruido parecido a un fuego lejano y grandioso y a poco multitud de gritos en forma airada pedían socorro”, redactó en su edición que salió con errores. Y continuó: “Se asomaron a los balcones y pretiles del Puente y como la claridad aún no era completa, apenas pudieron distinguir la tragedia horrible que en el fondo del abismo acababa de ocurrir. Pero a poco que el día se fue haciéndose más luminoso por fin pudieron observar con espanto que la pintoresca hilera de molinos que eran adorno de tan pintoresco sitio, estaban interrumpida a falta de dos de ellos”.
Según relató la citada investigadora, en base a estas informaciones periodísticas, en primero se desplazaron al lugar de la desgracia la Guardia Civil, albañiles y hortelanos del lugar, además del alcalde, el juez de instrucción, el inspector de la Policía y algunos agentes. “En las labores de desescombro participaron soldados del Batallón de Extremadura, trabajadores de las fábricas inmediatas y jornaleros contratados por el Ayuntamiento de Ronda”, explicó Melgar. Los cadáveres fueron conducidos al hospital de Santa Bárbara al cuidado de la hermanas de la Caridad y el entierro fue, según los artículos del momento, “una gran manifestación de duelo en Ronda”.
Hoy en día, los molinos más altos se encuentran abandonados, mientras que en la parte baja del Tajo, uno de ellos fue rehabilitado como albergue, el Albergue Los Molinos, enclavado en uno de los parajes naturales más idílicos de la Ronda y la Serranía, siendo un referente turístico. Instalaciones de Endesa también ocupan parte del conjunto de los molinos que supusieron en su momento una construcción musulmana estratégica.
Llego a haber hasta 20, una central eléctrica y una acequia de transporte de agua común para todos los molinos, construcciones que datarían de entre los siglo XIII y XIV. Principalmente, se dedicaban a la producción de harina pero también de aceite, pieles, jabón y almidón, entre otros. La llegada de la electricidad en 1905 a Ronda y el desgraciado accidente de 1917, hicieron que se fuese abandonando la actividad tradicional de los molinos, por cuyo entorno discurre la Gran Senda de Málaga de la Diputación.
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