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Vanessa Melgar
Sábado, 28 de enero 2017, 00:59
Es el souvenir, que además de puede comer, más famoso de Ronda. Las 'Yemas del Tajo' son desde hace años, prácticamente más de 80, uno de los emblemas de la localidad. El dulce, a base de huevo y azúcar, no ha perdido fuelle en todo este tiempo, totalmente al contrario, ya que cada visita a la localidad lleva aparejado el paso casi obligatorio por la confitería Las Campanas, la más antigua de Ronda, situada hoy en día en la céntrica plaza del Socorro.
Juan Martínez es el propietario del negocio desde 1955. Éste ya explicó a este periódico que las 'Yemas del Tajo', no obstante, se fabricarían desde 1919, de la mano de Alejandro Escolar, procedente de Segovia. Éste adquirió la confitería, junto a su socio, Elías Aparicio, a un señor llamado Copello. El padre de Martínez compró la mitad de la confitería más tarde, al socio de Escolar, hasta que se situó al frente de ella en 1955. "La receta de las 'Yemas del Tajo' está patentada desde 1934", aunque Martínez consideró que el registro ya se pidió en 1927. Es probable, por tanto, que el dulce sea más antiguo pero, teniendo en cuenta la fecha de la patente, son, nada más y nada menos, que 83 años.
Hoy en día la confitería está en manos de la familia de Martínez. La receta sigue invariable, al igual que el envase, en el que se presenta una imponente imagen del Puente Nuevo sobre el Tajo de Ronda, otro de los emblemas de la localidad. Las ventas suelen mantenerse durante todo el año y los ingredientes son pocos: yema de huevo, azúcar y agua. Se baten las yemas y se les añade azúcar con agua y se lleva a ebullición. Cuando la mezcla se cuaje, se retira y entonces se deja enfriar. Se le da forma redonda y se reboza en azúcar glas. Es difícil calcular cuántas 'Yemas del Tajo' han salido de Las Campanas en estos más de 80 años, pero lo que sí está claro es que se podría decir que es uno de los sabores de Ronda y que éste ha viajado, si no al mundo entero, a medio por lo menos, como el mejor recuerdo de la visita a la ciudad que ya soñó Rilke.
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