Una mañana de feria al son de los verdiales

Es miércoles. Ecuador de la feria. En la esquina de la calle Sancha de Lara se encuentra la panda de Santo Pítar, que trae los sonidos del más genuino estilo Montes. Suena la música y de las gargantas salen letras cargadas de mensaje. El último estribillo es el prólogo para los aplausos y los 'olés'. «Ya hemos matado el gusanillo de escuchar verdiales», comenta una mujer mayor. Larios arriba, la panda, con sus atuendos tradicionales, se dirige al escenario ubicado al final de la calle mientras los foráneos inmortalizan en sus teléfonos móviles una estampa de sabor antiguo.

Tras una pausa, suena la voz del verdialero Francisco Manuel Fernández, 'Fran el Rubio', como es conocido, y que además toca los crótalos. A su conclusión, se para destacar a SUR que los verdiales son una seña de identidad de Málaga, al igual que son los espetos o la biznaga. «Sin embargo, muchos malagueños no lo conocen», lamenta.

La Feria de Málaga es una ventana de oportunidad para dar a conocer los verdiales, por ello está tan presente en la programación tanto en el Centro como en el real porque es «una de las expresiones culturales con más arraigo en la provincia», según añade El Rubio. En las pausas, los integrantes de la panda sacian la curiosidad de quienes se acercan para preguntar por algunas cuestiones relacionadas con los verdiales como la música, las letras, los instrumentos, la diferencia entre los estilos. También para recoger los elogios y los agradecimientos por mantener viva una tradición rural. «Tengo los pelos de punta», comenta un espectador a uno de los verdialeros.

No faltan los espontáneos. A la altura del café Lepanto, un miembro del público se une a la panda. «El cante auténtico de Málaga», exterioriza al acabar. De camino al escenario, la gente destaca que se aprecia más escucharlo a pie de calle. «En el escenario la banda está escondida y a pie de calle ves el baile y la banda que toca la música», comenta uno de ellos.

La panda sigue su mañana de actuaciones y le toca subir al escenario. Los integrantes se distribuyen y comienza el espectáculo con el baile de bandera, el del trenzaíllo y del de pareja, mientras que los espectadores, que se arremolinan para escuchar la música, aplauden y piropean a los verdialeros. No pasaron ni veinte minutos cuando uno de los músicos expuso que con el aforo es imposible tocar abajo. «Lo siento si no puedo tocarles abajo». Ante esa disculpa, el público se pone de acuerdo y hace un enorme hueco delante de ellos como una invitación para que hagan ahí su exhibición. Así lo hace la panda que baja de la tarima y se fusiona con los espectadores al son de verdiales para poner el punto y final a su actuación, mientras que algunas de las asistentes se animan a un baile por malagueñas. Puro sabor a Málaga en una mañana de feria en el corazón de la ciudad.