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FERNANDO MORGADO
MÁLAGA.
Martes, 16 de enero 2018, 00:56
'Smoking Room' volvía dieciséis años después a la ciudad en la que comenzó su trayectoria como película. La cinta de Roger Gual y Julio D. Wallovits sorprendió al jurado y se llevó tres premios en la edición de 2002 del Festival de Cine Español. Anoche los malagueños volvieron a disfrutar con esta historia coral que el propio Gual ha reconvertido en obra de teatro. Para ello ha contado con un reparto a la altura del filme, que reunió a Eduard Fernández, Juan Diego y Antonio Dechent, entre otros. En la nueva 'Smoking Room' solo queda del elenco original Manuel Morón, ascendido del papel de Rubio al de Armero, y acompañado por Edu Soto, Secun de la Rosa, Manolo Solo, Miki Esparbé y Pepe Ocio.
En la adaptación, que conserva los geniales diálogos de la versión para la gran pantalla, brillan especialmente Esparbé y Soto, que dan vida a los dos personajes más agradecidos, los de Ramírez y Enrique. Mientas que el primero encarna al idealista que está dispuesto a llegar hasta el final con la idea de reclamar una habitación especial para fumar en la empresa, el segundo borda un papel bipolar, iracundo de puertas hacia fuera y sumiso dentro de la oficina. La escena de ambos compartiendo un cigarrillo en la puerta del edificio es el momento más hilarante de la obra.
En el minucioso retrato de un mundo laboral casposo, machista y falso, Secun de la Rosa se erige como el mejor del grupo de los perdedores. Y lo es porque exprime al máximo a su personaje, Rubio, el típico currante con esperanzas de ascender que no entiende que hace falta algo más que trabajo para prosperar en el mercado laboral actual. Con apenas cuatro detalles De la Rosa despierta las carcajadas del público en sus escenas compartidas y, cuando le toca lucirse, regala un genial monólogo en el baño de la oficina. Por su parte Solo resuelve con maestría la complicada tarea de dar vida al neurótico y conspiranoico Fernández.
'Smoking Room' puede despistar a la audiencia por su vertiente cómica, pero en la segunda mitad se destapa como un drama que a cualquiera puede serle tristemente familiar. Los personajes, poseídos por el miedo y el egoísmo, dejan pasar la oportunidad de unirse frente a aquellos que los pisotean diariamente. Al final, como suele ocurrir, los cobardes ganan la partida.
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