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Trazo y mancha. Línea y color. Buena parte de la historia de la pintura se libra en ese campo de batalla conceptual y artístico. Quienes apuestan por un bando frente a los que se decantan por el otro, el contrario en muchos aspectos. Y en pocos periodos como las vanguardias históricas y la irrupción del arte moderno -es decir, en el primer tercio del siglo XX- se ha jugado más duro en esa concurrencia. Pablo Ruiz Picasso decidió hacerlo del lado de quienes mantenían la vigencia de la línea y los contornos.
Es el asunto que sobrevuela el ensayo 'Picasso contra el color de las vanguardias', obra del artista, profesor y académico Fernando de la Rosa y editado por la Fundación Picasso-Museo Casa Natal. La obra se presentaba ayer en el marco del trigésimo Octubre Picassiano y plantea una aproximación al trepidante periodo en el tránsito entre los siglos XIX y XX.
«Picasso estuvo acompañado de Braque en la neutralización del movimiento cromático más expansivo, que fue el fauvismo, y también se apartó de Matisse, porque fueron grandes rivales», puntualizaba ayer De la Rosa durante la presentación del volumen incluido en la colección de ensayos editada por la fundación municipal.
De la Rosa añadió que el artista malagueño se decantó por la «neutralización cromática» que decidió acometer «apartándose del color puro, cogiendo dos colores complementarios y mezclándolos para que ninguno ocupe la fuerza del otro, sino que se crea un color neutro como el ocre o el gris».
«En ese entorno del claroscuro -prosiguió De la Rosa-, Picasso se reencuentra con las teorías clásicas del color y con el clasicismo». En opinión del artista, profesor y académico de San Telmo, la elección por la línea de Picasso «pudo estar ligada a su estado vital, cuando salía de la época rosa y de años oscuros en París con grandes necesidades». Además de lo personal, la determinación del malagueño también pudo encontrar el «acicate» de su encuentro con Braque.
También influyó, en opinión de Fernando de la Rosa, la relación de Picasso con Braque. Para el autor del ensayo editado por la Casa Natal, esa circunstancia supuso «un acicate para seguir adelante en algo que estaba vislumbrando y que le requería volver a la forma, porque el color había disuelto la forma».
El volumen estudia el periodo comprendido entre la llegada de Van Gogh a París en 1886 y el comienzo de la Primera Guerra Mundial en 1914, tal y como detalló el autor de la investigación. Un texto que recoge asimismo algunos de los debates que los autores de la época libraron en torno a estos asuntos. Foros en los que, según De la Rosa, Picasso no se prodigó «porque no fue amigo de la teoría y nunca teorizó».
«El libro va hacia Picasso y luego se desprende del cubismo para ver cómo ese cubismo había ayudado a refractar los movimientos de vanguardia», en palabras del autor de 'Picasso contra el color de las vanguardias'.
Eran unos momentos en los que el problema del color en el arte se trató desde muchos puntos de vista, frecuentemente relacionados con la ciencia. Para De la Rosa, «los pintores querían ser partícipes de los avances que hicieran progresar al arte». Y en aquella efervescencia, «Picasso estaba en el centro». Como siempre.
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